Los gatos no viven en el tejado

1 agosto, 2010

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1

Hace muchos años que miro por la ventana.
Y  sé que no volverás nunca más.
Los gatos están envejeciendo.
Uno de ellos no come por mucho tiempo.
Vive debajo de una cama.
A veces corre enloquecido por cualquier parte y aúlla con dolor.
Los llamo por sus nombres pero siguen escondidos debajo
[de un mueble.
No hay nada que los haga felices.
A veces sueñan con tu voz porque se despiertan llorando.
Huelen tu perfume que aún queda en alguna parte.
Y luego corren a la cama.
Y la cama está vacía.
Y vuelven a correr como si fueran dos animalitos dementes.
Y no te encuentran.
Y siguen llorando muy bajito detrás de un sillón.

2

¿Y qué hacemos ahora? dicen estos dos gatos abandonados.
La casa parece una ciudad sin luces.
Una isla inhabitada.
Es como viajar solos hacia un planeta sin nombre.
Sin nadie en quien buscar calor.
Nos moriremos de tristeza.
Apenas tenemos comida y agua.
En algún momento nos largaremos de aquí.
No importa que nos atrape un águila.
Que nos devore un perro salvaje.
Pero sí dejaremos la puerta cerrada:
la memoria del pasado donde fuimos felices
no podemos transformarla en ruinas.

3

Queridos gatos.
Aquí les dejo la comida de cada día.
El agua siempre está fresca.
Aquí tienen muebles para dormir o esconderse.
Aquí las ventanas para contemplar los pájaros
que nunca perseguirán.
Aquí el baño con arena nueva.
Aquí mi estudio donde hay una silla vacía.
Aquí la cama donde les dábamos calor en el invierno.
Donde nos despertaron en las noches frías.
Saltando sobre nuestros cuerpos.
Aquí están las llaves de la casa.
Pueden entrar y salir.
Y si quieren irse para siempre
nadie los detendrá.
En este lugar ya no hay nadie.
Pero no se sientan huérfanos.
Quién sabe si volveremos otra vez.
Quién sabe si ustedes nos verán llegar juntos.
Llamarlos por sus nombres.
Es cierto, en esta casa ya nadie los llama por sus nombres.

4

El gato más viejo es ya más viejo.
El otro más joven envejece mirándolo.
Lo lame, lo besa, lo acaricia
pero no entiende su silencio.
Va en busca de agua pero no quiere beber.
Quizás un vasito de vino.
Pero el vaso tiene el olor de su amo
que lo dejó abandonado en esta casa.
Tampoco quiere mirar por la ventana.
Dice que todo es gris y oscuro.
Y su amigo lo lame con ternura.
Pero ya ninguna ternura lo revive.
Sabe que va a morir abandonado.
Debajo de un escritorio.
Aquel que aún
tiene un poquito del olor de su amo.

5

Vinieron a demoler la casa.
Porque dijeron que nadie vivía aquí.
Todo estaba en ruinas.
Los muebles llenos de polvo.
Los retratos de dos novios estaban borrosos.
Había humedad en las paredes y en el piso.
Un teléfono hace mucho tiempo que no recibía ningún mensaje.
Las plantas habían muerto.
Pero algo se movía debajo de un mueble.
Parece que un gato que sobrevivió
aún acariciaba a su amiguito muerto.

6

Pasan los gatos por el espejo
que dejaste abandonado.
Se miran con tristeza
esperando ver que te arregles el cabello.
Que desnuda te mires tu cuerpo con amor.
Pintarte los labios.
Ponerte el perfume que alguien te regaló.
Y los gatos están felices
porque esperan verte en ese espejo.
Escuchar tu voz que los llamas.
Correr detrás de ti cuando cierras la puerta.
Subirse a una ventana.
Y ver la belleza de tu cuerpo caminado.
Y miran hasta que ya no sienten tus pasos.
Ahora hace años que te esperan en la puerta.
Esperan que regreses.
Y esperan.
Y se mueren de esperarte.

7

Estos gatos nunca conocieron  tu caballo.
Sólo escuchaban de él cuando volvías a casa.
Tú imitándolo cuando trotaba : pac, pac, pac, pac.
De ti aprendieron el color de su pelaje.
Sus agudas orejas  oían cuando partías manzanas
que le darías en la palma de tu mano.
Y eran felices corriendo como locos por la casa
imitando a tu caballo: pac, pac, pac, pac.
Olían la montura  cuando la dejabas en una silla.
Alguno se quedaba dormido sobre ella.
Como si fuera un jinete peludo.
Ellos podrían reconocerlo por el olor.
A millas de distancia.
Pero nunca fueron a verlo porque nunca los llevamos.
Ahora lo van olvidando cada día que pasa.
Porque sienten que nadie corta las manzanas.
Y que la montura no está en ninguna parte.
Ha desaparecido para siempre
el olor de tu caballo en esta casa.
Los gatos hace años que ahora  viven escondidos.
Y no tienen ganas de correr haciendo pac, pac, pac, pac.

8

Tengo un dolor como si el más cruel torturador me hubiera mutilado.
Pusieran electricidad en mis músculos.
Me quebraran mis huesos.
Me sumergieran en agua.
Me sacaran mis uñas.
Me desfiguraran el rostro.
Me pegaran con un fierro hasta adormecer mis últimos nervios.
Me pusieran música con el más alto volumen mientras me azotan
con un látigo de fuego.
Todo eso es posible que lo resista.
Pero será más doloroso
cuando quieran arrancarme
esa parte tuya que pegaste junto a mi corazón.

9

Es cierto, esta cama nuestra
ha sido una isla por muchos años.
Hasta los gatos no querían dormir aquí.
Viajamos separados por otros mundos.
Cada uno en silencio soñaba dejarla para siempre.
Pero tú decidiste construir primero una balsa de mis indiferencias.
Y te lanzaste al mar mientras yo dormía.
Ahora ya estás muy lejos de aquí.
Y no te importaron los huracanes ni los peces sanguinarios.
Pero te fuiste.
Me he quedado solo.
Con un calor que va desapareciendo lentamente.
Un hueco en cenizas que antes fue llamas
hoy es un frío insoportable.
Nieve que comienza a acumularse.
A crecer como una tumba en el lado derecho de esta isla.

10

Ibas siempre al supermercado.
Comprabas mis manzanas favoritas.
También preparabas con amor la cena para ambos.
Limpiabas la casa, pasabas la aspiradora.
Miles de veces hacías la cama después de levantarnos.
A pesar de que volvías tarde del trabajo como yo
estabas feliz preparando un vaso de vino para mi.
O cortabas verduras frescas y hacías una maravillosa ensalada.
Eras experto en cocinar el pescado que aromabas con hierbas.
Y esas hierbas las cultivabas en nuestro jardín cada verano.
Jardín que a veces nunca fui a verlo porque no tenía mucho tiempo.
Pero tú tenías más tiempo que yo y me decías que no te importaba.
Incluso lavabas mi ropa sin que te lo pidiera.
Cuidabas a los gatos tú que cuando te conocí no te interesaban
[los animales domésticos.
Ahora era parte de tu rutina que nada les faltara cada día.
Yo a todos les decía que no había un hombre como tú y las mujeres
[me envidiaban.
Ponías flores en la casa sin que te lo pidiera y regabas las plantas.
Eras tan perfecto pero aún así me fui de la casa.
Y contigo se quedaron los gatos.
Y cerré la puerta sin llaves cuando huí para siempre de ti.
Mientras tú hacías las compras en el supermercado.
Y la máquina automática de secar ropa secaba mi ropa.
Dando vueltas y vueltas sin hacer ningún ruido.

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Chile, 1947. Es narrador, poeta, ensayista, académico. Recientes libros publicados: El bailador de tango (novela, Washington, 2018), El tango en el Río de La Plata (ensayo, Editorial Corregidor, Buenos Aires, 2019), La isla del fin del mundo (novela, Chile, 2020), Los gatos no viven en el tejado y otros poemas de amor (poesía, Chile, 2020). Fue traductor de la poesía del poeta ruso Yevgeny Yevtushenko (ediciones de Nicaragua, Colombia, Chile, Cuba, Rusia, España). Este cuento es inédito e irá en su libro de cuentos, segunda edición, Fui dueño de tu encanto.