La Venecia del Norte
9 enero, 2021
Jorge Prendas Solano*
– Escribo esta reseña al calor de mi primera lectura, en un solo movimiento (imposible dejar ir el libro de mis manos) del poemario Leningrad (2020) de Adriano de San Martín. Nunca he tenido la suerte de conocer la así llamada “Venecia del Norte”, San Petersburgo, Leningrad, San Piter, Petrogrado; no obstante, el poeta Adriano de San Martín nos ha revelado casi todo lo que se puede decir sobre esa gran ciudad rusa.
Escribo esta reseña al calor de mi primera lectura, en un solo movimiento (imposible dejar ir el libro de mis manos) del poemario Leningrad (2020) de Adriano de San Martín. Nunca he tenido la suerte de conocer la así llamada “Venecia del Norte”, San Petersburgo, Leningrad, San Piter, Petrogrado; no obstante, el poeta Adriano de San Martín nos ha revelado casi todo lo que se puede decir sobre esa gran ciudad rusa. Muy poco, quizás, algo nimio, se le ha escapado. Por supuesto, no quiero decir que ya todo está dicho, pero realmente la esencia y la inesencia de la gran ciudad ha quedado capturada en el paso de su autor, quien expresa por ella tanto un amor como un odio apasionado. Es desde allí que se forja este gran retrato, concretamente, desde las incontables
vivencias del poeta en este sitio.
Los poemas de Adriano se suceden como un cúmulo de melancolía, dolor, pasión, nostalgia. Nos revelan lo profundo de la ciudad: sus personajes, sus intelectuales y las experiencias múltiples del poeta durante el tiempo de su estancia en esta gran urbe. El poemario representa una fina mezcla de todo lo anterior, y mucho más. Son poemas desgarradores, inspirados, y que producen un golpe emocional en el lector. Como toda buena lectura, Adriano consigue no dejarnos indiferentes ante sus retratos de Leningrad. Todo esto se acompaña de una serie de hermosas fotografías que nos permiten, además, contemplar la ciudad que es objeto central de la obra.
Un asunto interesante de preguntarse es: ¿por qué el título del libro es Leningrad? Evidentemente, Leningrad es el nombre de la ciudad que fuese fundada originalmente con el nombre de San Petersburgo, por el emperador Pedro I, a inicios del siglo XVIII, en los inicios de la era de la Ilustración en Europa. La ciudad, por lo tanto, ha tenido varios nombres; es decir, es la
misma y sus variantes simbólicas a lo largo del tiempo. Sabemos que nada permanece inmóvil. Así pues, Leningrad también fue llamada durante un breve tiempo Petrogrado. De eso, prácticamente no se dice nada por parte de Adriano. No parece interesar al creador, pues esa sería una ciudad que él no tuvo la posibilidad de vivir o conocer.
En consecuencia, resulta evidente que Adriano de San Martín escoge hablarnos de una de las formas pasadas de la ciudad, la que él conoció de primera mano, a saber, Leningrad. No obstante,también es claro que su relato está permeado por otro recorrido, en el tiempo presente de la ciudad (San Petersburgo), y entonces así acontece lo que hace de esta obra una joya, a saber, la fusión de horizontes.
Pasado y presente se funden en la poesía y la palabra de Adriano. Adriano quién conoció Leningrad, cuando todavía lo era como tal, y guarda una prodigiosa memoria de esta ciudad, y el Adriano que también ha recorrido los caminos de San Petersburgo cuando ya Leningrad no existía más. De alguna manera, es casi como si fuesen dos Adrianos de San Martín. Ninguno mejor o peor, pues la belleza se produce de esta dualidad que existe en el mismo narrador/poeta. En este punto de articulación entre el pasado y el presente se alumbra una particular, hermosa y única visión de la gran ciudad rusa. Todo eso sería imposible, repito, sin el encuentro entre las visiones pasadas y presentes en la imaginación sensible del poeta.
Visto de esta manera, ante el lector, la ciudad es y no es la misma. Permanece y no permanece. Es la misma porque ciertamente quedan en pie sus grandes monumentos, sus palacios, su museo, su historia y sus batallas, la sangre que allí ha sido derramada, esa Leningrad que era conocida y sentida para Adriano, pero al mismo tiempo, ya no es la misma porque ahora se trata de una ciudad que perdió el sentido que la cubría durante la época de la Revolución. Ahora, en el
presente, San Petersburgo es una gran urbe que preserva su memoria cultural, arquitectónica e histórica, pero que además corre deprisa hacia los grandes rascacielos, mismos que dan testimonio de un proyecto social, económico y político muy distinto del socialismo. Con toda seguridad, Adriano de San Martín ha tomado nota de este proceso de cambios y de las contradicciones sociales
que ha engendrado. Dicho así, ¿quién mejor para narrarnos la historia de una ciudad llamada Leningrad que ahora se ha transformado en San Petersburgo. No obstante, Adriano nos habla de Leningrad, la ciudad que ya no existe simbólicamente, pero que permanece en la memoria del poeta, refrescada por el presente de San Petersburgo. De nuevo, fusión de horizontes, de perspectivas y de lugares.
Por las páginas de Leningrad tenemos un abundante y generoso recorrido de la ciudad. La reconstrucción detallada y fina de lugares: el canal del Moika, el Palacio de Invierno, El Palacio de Verano, El Ermitage, el Neva, el santuario de Pedro y Pablo. Humanidad y naturaleza se funden en las imágenes que, una tras otra, se van narrando en Leningrad. La Plaza de Octubre, la Nevsky Prospekt, la isla de Vasiliev, los puentes, el detalle de los edificios que muestran una arquitectura de agujas, colores dorados y metálicos. Una constelación de construcciones humanas, espirituales, o de presencias de la naturaleza moldeada por el ser humano para construir la ciudad. No se trata de naturaleza virgen e intocada. Más bien es una naturaleza que tiene las formas de los regentes y
habitantes que han convivido en ese espacio geográfico desde hace 300 años, y han construido un resultado singular e incomparable en toda su riqueza artística, cultural, literaria.
En fin, solamente menciono aquí una pequeña fracción de los sitios distintos por los cuales Adriano nos lleva a disfrutar. Probablemente, de todos los sitios, la Nevsky Prospekt es el lugar donde todo confluye, y al cual Adriano le da su mayor atención. Una y otra vez reaparece este sitio en su poesía. Probablemente porque Leningrad o San Petersburgo, cualquiera de las dos, es inconcebible sin la presencia de esta gran avenida, metáfora de la vida y de la ciudad: una
diversidad de gentes, restaurantes, comercios, sitios históricos que tienen presencia allí, y en ese punto se encuentra la arteria principal del corazón de la ciudad. La ciudad de Leningrad que nos narra el poeta, simplemente, encuentra en este sitio un punto neurálgico. Por allí, por ejemplo, Adriano le sigue la pista a uno de los grandes maestros de la literatura rusa: Dostoyevsky y sus personajes.
Quisiera resaltar la belleza de mis poemas favoritos de Leningrad. El poema diez nos plantea la pregunta, ¿para qué escribir? Allí, Adriano de San Martín nos ofrece una contundente respuesta: “Al final se escribe para alguien que espera más allá de la posteridad”.
El poema trece conmueve y estremece. La muerte de Puschkin. Su monumento en Chornaia Rechka, el río negro. Nos recuerda su cruel muerte a manos de un oficial francés. La historia es tremenda: un reto para defender su honor y el de su amada esposa. Una tragedia. Queda demostrado que los poetas no saben nada de armas y sus armas deben ser únicamente las palabras.
El poema diecinueve es un canto de nostalgia y melancolía. “Es el atardecer sobre las olas del Neva, el destellar plomizo de zinc de un Báltico que se estremece mar adentro en una playa lejana”. Un canto al amor y a una mujer que se perdió.
El poema veintiuno me conmovió por la historia de “La fuente de las Lágrimas”, la leyenda del Khan de Crimea, que pidió a un maestro artesano hacer “llorar a la piedra”. Y en efecto, lo hizo, bajo la idea de las mujeres atrapadas en el harén del Khan.
El poema veinticuatro, quizás ordena todas las ideas sobre la ciudad: “San Petersburgo, Petrogrado, Leningrado, San Piter… eres una sensación de traslado astral, metempsicosis o algo así”. En efecto, si hay otras vidas, el poeta Adriano de San Martín ya vivió en esta ciudad, a lo mejor, viviendo la vida de alguno de los poetas rusos de antaño. Es difícil comprender de otra manera, la compenetración total entre poeta y ciudad.
* Filosofo y escritor costarricense