100 personajes del cine en Nicaragua: #3 Benjamín Zapata

1 junio, 2014

Mientras su medio hermano menor, Camilo Zapata, gran compositor nicaragüense y creador del ritmo nacional llamado “son nica”, (cuya fórmula es la combinación de tono mayor y un compás de 6×8) prefirió desde adolescente los pentagramas e instrumentos musicales, Benjamín Zapata se dedicó a la dirección de artes escénicas, declamación, actuación, la preparación dramática de personajes trágicos, el manejo de la expresividad de actores y a incursionar en el difícil y caro mundo del cine, en una Nicaragua donde el 75 por ciento del cine que se exhibía venía de Estados Unidos, un 20 por ciento de América latina (especialmente de México), y el 5 por ciento restante de Europa.


«Un cine nacional algún día será posible»

Benjamín Zapata

Mientras su medio hermano menor, Camilo Zapata, gran compositor nicaragüense y creador del ritmo nacional llamado “son nica”, (cuya fórmula es la combinación de tono mayor y un compás de 6×8) prefirió desde adolescente los pentagramas e instrumentos musicales, Benjamín Zapata se dedicó a la dirección de artes escénicas, declamación, actuación, la preparación dramática de personajes trágicos, el manejo de la expresividad de actores y a incursionar en el difícil y caro mundo del cine, en una Nicaragua donde el 75 por ciento del cine que se exhibía venía de Estados Unidos, un 20 por ciento de América latina (especialmente de México), y el 5 por ciento restante de Europa. Había 104 salas de exhibición, se importaban en promedio 500 largometrajes al año, se vendían 7,500.000 boletos en el mismo período para una frecuencia de 4,9 por habitante y producir un largometraje de calidad media costaba aproximadamente 50 mil dólares de la época (138,000 dólares en la actualidad). Un cine nacional llevado a las pantallas era solamente un sueño que rondaba la mente de muchos, pero muy pocos en los años cincuenta y sesenta se atrevieron a dejar de soñar y probaron suerte. Este es el caso de Benjamín Zapata.

EL GRAN PROYECTO CINEMATOGRAFICO

Aunque algunos testimonios y referencias primarias señalan poca comunicación y unidad entre los dos hermanos, por hechos reales se puede comprobar una combinación en sus trabajos artísticos. Benjamín dirigió por años el grupo de teatro Alma lírica, que se presentaba en teatros colegiales y comerciales con obras clásicas, presentaciones de la declamadora Juanita Sacasa y sobre todo pequeñas piezas realistas que ilustraban la vida campesina en las que los actores y actrices de su elenco imitaban con humor los acentos y costumbres de las diferentes regiones del país. Camilo tomó inspiración de ese modelo para formar su propio estilo de recrear la vida campesina con todo y sus palabras autóctonas y situaciones cotidianas en la temática de la mayoría de sus composiciones. Cuando se hizo famoso y compuso la canción El nandaimeño (gentilicio del municipio de Nandaime, Granada), Benjamín tomó la letra de la obra de su hermano para escribir el guión de su única y gran creación cinematográfica, el largometraje de ficción también llamado El nandaimeño (1960) y su música la usó como su banda sonora.

Conocido principalmente como dramaturgo, en 1956 mientras se rodaba en Granada y las Isletas el largometraje de ficción mexicano Rapto al sol, fue llamado por el director Fernando Méndez y el productor Valentín Gazcón para ser contratado como asistente en la recreación y adaptación del guión técnico y trabajar de cerca con el equipo de escenógrafos y vestuaristas (aunque en el corte final de la película injustamente su nombre no aparece en los créditos).

Después de esa experiencia cercana con el cine, su pasión no tan secreta, porque sus amigos conocían sus aspiraciones de convertirse en un cineasta consumado, fue puesta en marcha con el inicio de la producción de su filme en 1957. Este es el primer largometraje de ficción totalmente nicaragüense del que se ha obtenido referencias de rigor, nicaragüense por ser nacional su producción, dirección, equipo técnico, argumento y actuación. La posproducción, como edición, sonorización, doblaje y las titulaciones fueron realizados en Alemania debido a que en Nicaragua no existía un estudio que brindara esos servicios.

El guión fue escrito por Benjamín Zapata a modo de libreto teatral y lo dio a leer a sus amigos radialistas y actores, pero con mayor esmero a José Dibb McConnel y a la declamadora Juanita Sacasa. Ellos lo llevaron a Honduras para que lo revisara un famoso director de cine que se encontraba de visita en Tegucigalpa, quien después de leerlo le escribió una carta con su comentario: “Será la película más dramática y expresiva que se haya visto, su guión me parece poesía, no sé cómo se verá en la pantalla”.

El RODAJE Y POSPRODUCCION: LA ODISEA

No se conoce referencias de cómo tomó Benjamín el comentario, si como elogio o como crítica. Sin embargo, no se detuvo en su proyecto y conformó el equipo encabezado por él mismo como productor, guionista, director de arte, actor, camarógrafo y director de escena, con la colaboración ejecutiva, técnica y económica de un amigo suyo de apellido Münkell, empresario y gerente de una gasolinera Shell, que pagó los autobuses para trasladar a los actores, compró la única cámara que se ocupó y las cintas de 35 milímetros; consiguió alquilada la utilería y prestaba su casa para reuniones del grupo y para guardar los equipos. El rodaje duró hasta finales de 1958 porque filmaban solamente los fines de semana.

Las locaciones se reparten entre los predios vacíos alrededor de residencial Ciudad Jardín en Managua, un barranco que había entre Gancho de Caminos y la fábrica de fuegos artificiales La Caimana. Otras secuencias se filmaron en el municipio de Chiquilistagua, como las del trabajo en la agricultura y el casamiento de los protagonistas, que en el argumento se celebró al estilo campesino, con mucho licor, enramadas decoradas con flores y bailes zapateados en el piso de tierra apelmazada. Las tomas de interiores se realizaron en la casa de Münkell y ahí mismo se convocaba a los periodistas a ruedas de prensa. Muchas personas entusiasmadas con la primera película nicaragüense que se hacía de forma artesanal asistían para ayudar con el maquillaje y vestuario; prestaban lámparas, sábanas y algunos muebles o simplemente iban a presenciar el rodaje y a ofrecerse como extras. La casa de Münkell era entonces un sitio de tertulias, porque él apoyaba económicamente a algunos artistas de las diversas disciplinas y muchos se abocaban a él para presentarle proyectos o discutir sobre la organización de algún evento.

El nandaimeño fue protagonizada por Hernán Ortega como el peón originario del pueblo de Nandaime y Alba Marina Masís como Luisa Lastenia, su novia. Ambos aparecen en la mayoría de las secuencias con la participación de Juanita Sacasa y el mismo Benjamín Zapata, que hacía el papel del patrón dominante que hostigaba a Luisa Lastenia y quería aprovecharse de su posición de poder. Por razones prácticas, el resto del reparto fue escogido entre amigos y conocidos.

Hernán Ortega Sacasa es el tercer hijo de Juanita Sacasa, actriz y declamadora nicaragüense que trabajó en teatro en diferentes países: Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Nicaragua, México, Estados Unidos y Honduras, donde se quedó viviendo con su familia durante diez años. A los once años debutó en el mundo artístico haciendo pequeñas participaciones en algunos capítulos de radionovelas y cuando necesitaban un niño para viñetas Juanita Sacasa lo entrenaba, y fue a través de esa influencia que se involucró en el teatro como actor.

El filme sigue fielmente la letra de la canción y sus secuencias obedecen a una estructura narrativa lineal. Sus partes emocionantes ocurren cuando se enfrentan el peón y el patrón por la muchacha. Las tensiones dan lugar a una relación de intrigas entre ellos, como miradas de reojo, trabajo duro para el peón y éste que contesta mal y no cumple su jornada con eficiencia. Luisa Lastenia tenía temor y se mostraba sumisa dejando la lucha en las manos de su enamorado.

La producción se realizó con dinero nacional, no se logró una coproducción con empresa alguna, pues éstas no se interesaban en invertir en el cine y veintiséis de ellas habían rechazado el proyecto cuando comenzó el rodaje. Benjamín Zapata y Münkell la produjeron de manera independiente y terminaron pagando todos los gastos, el aporte de los actores fue trabajar “por amor al arte”, sin remuneración económica. Una vez usadas las dos primeras latas de cinta Kodak compradas por Münkell, Zapata cubrió los gastos de producción con un préstamo que hizo al Banco de Londres, pero cuando eran muchas latas las que se requerían el grupo reunía dinero para comprar más material. La improvisación implicaba un fuerte desperdicio de material fílmico.

El nandaimeño se filmó sin ensayos previos y por orden cronológico, iban haciendo los cortes junto al guión, los actores se ponían en diferentes posiciones y al siguiente día costaba organizarse y no recordaban las poses, pues no se trabajaba con script ni con fotógrafos de stills, los realizadores ni siquiera sabían cómo debía ser técnicamente el trabajo de un script. Sin saber cómo se escribía un guión técnico para un largometraje de ficción y sin haber estudiado cinematografía, Zapata escribió las instrucciones técnicas y el diálogo en el mismo documento. En letras mayúsculas indicaba cómo mover la cámara o qué plano le darían a una toma y las letras minúsculas correspondían al parlamento. El guión se reproducía para entregar una copia a los participantes una noche antes de la filmación. El personal técnico no estaba capacitado para comprender su parte así que Zapata, que tampoco estaba capacitado para explicarlo de la forma correcta, hacía observaciones con puntos suspensivos y ya en el plató inventaba la manera de resolver su falta de conocimientos básicos en el arte del cine.

NO EXISTE UNA GRAN OBRA SIN TRAGEDIA

A pesar de tantos inconvenientes técnicos, pero sobre todo económicos, se lograron filmar 156 minutos. Con un sacrificio mayor y con mucha ilusión mandaron las latas a Alemania para su posproducción, pero en el transcurso de México a Berlín se perdieron algunos rollos. Una vez que se hizo el revelado y visionaje, los técnicos mandaron un informe de lo que recibieron porque no coincidían las secuencias de las cintas con el guión final que se adjuntaba por escrito. Revisado el informe, Zapata comprobó que efectivamente se habían perdido los rollos, muy decepcionado pero con alguna esperanza, se dedicó durante un año a escribir un nuevo guión basándose en lo que sabía que tenía guardado de su película en una bóveda del laboratorio donde la había mandado. No permitió que se la enviaran de regreso porque en Nicaragua no existía una empresa especializada en cine para guardarla, tampoco había una cinemateca nacional, además temía que en el viaje se perdiera más metraje, según recuerda en la actualidad Hernán Ortega. El laboratorio le cobraba una cuota semestral por custodiarla en su bóveda y darle el debido mantenimiento químico. Ya sin entusiasmo, pero por amor a su película, pidió un nuevo préstamo al Banco de Londres para pagar el cuido de sus cintas hasta que finalmente su guión estuviera terminado. La versión final dura 95 minutos.

EL ESTRENO: UN PUNTO DE REFERENCIA QUE SE INICIA

Las vicisitudes que enfrentó el primer largometraje de ficción nacional continuaron en Managua, porque se había editado sin sonido y había que hacerle un doblaje en Radio Mundial acoplándose al libreto. Para esos servicios, Münkell solicitó un préstamo en otro banco y pagó a la radio la primera cuota del 50 por ciento. El producto final fue presentado en Managua ante un grupo de prensa y radio en 1960 en la Casa del Obrero, se puso una grabadora al pie de la pantalla, pero en la proyección no aparecían sincronizadas las imágenes con el sonido. Los periodistas y espectadores reconocieron el esfuerzo y la odisea que habían vivido para terminar el filme y al final de la proyección elogiaron y aplaudieron por muchos minutos a los realizadores.

El nandaimeño representa un logro cinematográfico para Nicaragua, por ser una producción que no tuvo apoyo de ningún tipo, y a pesar de que los productores poseían el mínimo conocimiento de cine la llevaron hasta una pantalla. Benjamín Zapata reconoció ante el público que su gran sueño aún no se había conquistado: su proyecto le había dejado más deudas que placer y había soñado lo contrario. Al terminar el evento, fue entrevistado por un periodista de Radio Mundial que lo interceptó en la puerta de la Casa del Obrero, “Un cine nacional algún día será posible”, fue su única y al parecer decepcionada declaración, comenta Hernán Ortega en entrevista. Benjamín Zapata no se había equivocado, su predicción se cumplió 19 años después el 19 de julio de 1979 con el nacimiento del primer instituto de cine sostenido económicamente por el Estado nicaragüense.

En 1962 Benjamín convocó al grupo de artistas con quienes había producido El Nandaimeño para realizar una nueva película. El guión lo perfeccionó siguiendo el modelo que le mostró el cineasta Antonio Orellana, director de La llamada de la muerte, película mexicana filmada en Managua en 1958, y tanto le inspiró ese guión que su nuevo filme tenía un nombre similar: La barranca de la muerte. Cuando el escrito estuvo finalizado preparó un proyecto para buscar financiamiento y esta vez asegurarles honorarios a los actores y al equipo técnico. El grupo se entusiasmó y comenzó a filmar secuencias de avance. El rodaje se inició de inmediato con el apoyo económico de un empresario cafetalero de Diriamba (no se ha encontrado registro de su nombre). La muestra de diez minutos no se terminó de filmar por falta de patrocinio porque al paso de las semanas descubrieron que tampoco estaban preparados para realizarla.

Después de esa experiencia Hernán Ortega Sacasa, quien sería el protagonista de La barranca de la muerte, volvió al teatro y a la radio, y Benjamín Zapata, endeudado y decepcionado de sus proyectos cinematográficos, desistió. Por falta de interés de la empresa privada y del mismo gobierno muchos proyectos como éste no tuvieron apoyo y por lo tanto no vieron la luz. Pero Zapata se había equivocado en su declaración a Radio Mundial, sí existía cine nacional en 1960, y era el suyo, su película como producto de una gran odisea, que merece convertirse hoy en un punto de referencia de la cinematografía nicaragüense.

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Managua, 1980.
Comunicadora social con énfasis en prensa escrita y cuenta con postgrados en periodismo online y en marketing. Como periodista ha sido editora de revistas digitales e impresas como La investigación y Espacio Vital Magazine, jefa de sección literaria y de cultura de periódicos universitarios, articulista de suplementos culturales nicaragüenses como La Prensa Literaria, Nuevo Amanecer Cultural y la sección Voces del diario La Prensa.
Como escritora ha publicado poesía y narrativa breve. Ha recibido premios y reconocimientos interuniversitarios por su trabajo literario y un premio de fotografía. También se ha dedicado a la investigación histórica, la crítica y producción cinematográfica y a la gestión y desarrollo de proyectos y consultorías con organismos como Plan Internacional, CINEX, la UNESCO y el Instituto Nicaragüense de Cultura.

Es miembro de la Asociación Nicaragüense de Escritoras (ANIDE), del Centro Nicaragüense de Escritores (CNE) y de la Junta Directiva de la Fundación para la Cinematografía y la Imagen (FUCINE).

En el año 2012 publicó su libro Cita con Sergio Ramírez. Entrevistas, Artículos, Crónicas (Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey, México) presentado durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara en noviembre de 2012 con su presencia y la de Ramírez, y posteriormente presentado en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería en Ciudad de México en marzo de 2013, y en la Feria Internacional del Libro de Miami de 2013. Además, la obra se encamina a una reedición con Uruk Editores en Costa Rica y traducciones al francés y alemán. Actualmente la autora prepara otros libros de periodismo, historia y narrativa para su pronta publicación.