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Dimas Lidio Pitty y el estornudo de los caballos en la lluvia

29 septiembre, 2015

Javier Alvarado

– Nacido en Santiago de Veraguas, Panamá, 28 de agosto de 1982), poeta, cuya obra ha recibido varios premios internacionales. Hizo sus estudios de bachillerato en el colegio Panama School y se licenció en Lengua y Literatura Españolas en la Universidad de Panamá (2005).


El primer librero que conocí se llamaba Lolo y vendía sus libros en una esquina antes del Parque Porras, por una bajada desde Calidonia hasta el Hospital Santo Tomás.  Algunas tardes, pasaba por la mesa de libros y don Lolo me dejaba registrar el puesto y luego procedíamos a negociar precios e intercambios.  En una de esas tardes, me encontré con dos grandes libros de nuestra literatura panameña: Crónica Prohibida y Los caballos estornudan en la lluvia, ambos premiados con el Ricardo Miró de poesía y cuento de 1969.  Dimas fue el segundo escritor en lograr un doble después de Pedro Rivera, con Los pájaros regresan de la niebla (poesía) y la colección de cuentos Peccata Minuta en 1969.

Crónica Prohibida fue un destello de luminosidad en la penumbra, la voz de un preso, de un exiliado, desde la cárcel, partiendo de esos versos memorables de Nazim Hikmet “me está prohibido hablar con otro que no sea yo”.  Fue un libro testimonial y decisivo y que abría la gran veta de los poetas panameños en aquel tiempo de mis primeras lecturas; al igual como lo fue esa colección de cuentos memorables:  Los caballos estornudan en la lluvia, donde está ese amor por la campiña, por los ancestros, por las tradiciones, la tierra, la lluvia; con Juan Rulfo y su Pedro Páramo, sus llanos en llamas, pero los llanos de Dimas están llenos de agua, tanto para la vida, como para la reflexión, como para la muerte, como para el dolor, como para el paso a otra vida.

cronica-prohibida

Fui acumulando varios libros del escritor, hasta que un día, para una Feria del Libro, pude acercarme y me firmó cuantos libros yo tenía.  Eso lo emocionó mucho, a tal punto, que después me entregó con mucho afecto y dedicación su gran antología “Huellas en el agua”; de allí lo bauticé como “el meracho de la poesía panameña”.  El meracho es un reptil de nuestras tierras que tiene la capacidad de desplazarse a gran velocidad por el agua y camina sobre ella.  Es un prodigio de la naturaleza.  El recibió la ocurrencia con agrado y siempre mantuvimos ese intercambio de libros a través de Fletes Chavale y él era un gran asiduo de las llamadas telefónicas, me llamaba para comentarme sobre libros, hablar sobre escritores y siempre un tanto acongojado, pues le preocupada que la literatura era tomada por algunos como pose, como impostura, como un espectáculo y la calidad de la poesía y la narrativa, era siempre un tema recurrente, tanto que a veces me decía que con resignación, volvía a Santa Teresa y a San Juan de la Cruz, para depurarse.  Fue un gran crítico y autocrítico.

El 18 de junio de 2015, me atrajo a la hermosa provincia chiricana, un homenaje a la poeta Rosa Elvira Álvarez, cuya obra cumbre son los Sonetos al Escorial y que dado por ser su centenario, se le hizo un merecido homenaje en la Universidad Autónoma de Chiriquí y ahí, conocí a la profesora Aura América, quien insistió en llevarme a ver al poeta, pues iba a ser sometido a una operación de corazón abierto.  Ahí estuve en su casa, y dentro de todas sus preocupaciones, al poeta se le iluminó el rostro, y pareció reabastecerse de vitalidad con ese encuentro de dos generaciones.  Pese a las advertencias, no se rindió, para subir a la segunda planta de su casa, para enseñarme su “jorón” y su “bohío”, donde solía escribir.  Vi su hermosa biblioteca y su área de trabajo.  El abrazo cálido, emotivo y con mucha fuerza, la sonrisa y la nostalgia, fueron elementos quizás proféticos, de esa tarde en Potrerillos, donde ambos nos despedimos, cada uno en algún ciclo de la vida y de la muerte, y por qué no, de la regeneración.  Así, quiero recordarlo, entre sus perros, admirando la naturaleza, hablando de literatura, cautivándose por el arrullo de la quebrada, por la cual luchó no se desviara en su camino de siglos, agarrándose el pecho y recordando el estornudo de los caballos bajo la lluvia,  “cuando sienten cerca la presencia de un poeta o de un amigo”.

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Santiago de Veraguas, Panamá, 1982.
Poeta panameño. Hizo sus estudios en el colegio Panama School y después obtiene el título de Licenciado en Lengua y Literatura Españolas por la Universidad de Panamá en 2005.

Ha leído sus poemas en Cuba, Chile, Nicaragua, Costa Rica, México, Inglaterra, Guatemala, El Salvador, Escocia y Uruguay; así como también su obra ha sido incluida en varias antologías de Poesía Hispanoamericana.

Ha sido galardonado con el Premio Nacional de Poesía Joven de Panamá Gustavo Batista Cedeño en los años 2000, 2004 y 2007; Premio de Poesía Pablo Neruda 2004 y Premio de Poesía Stella Sierra en el 2007. Poeta residente por la Fundación Cove Park, Escocia, Reino Unido 2009. Mención de Honor del Premio Literario Casa de las Américas de Cuba 2010 con su obra Carta Natal al país de los Locos (Poeta en Escocia); Primer Premio de los X Juegos Florales Belice y Panamá, León Nicaragua con Ojos Parlantes para estaciones de ceguera; Premio Centroamericano de Literatura Rogelio Sinán 2011 en poesía con el libro Balada sin ovejas para un pastor de huesos; Premio Internacional de Poesía Rubén Darío por su libro El mar que me habita.

Obra publicada: Tiempos de Vida y Muerte (2001); Caminos Errabundos y otras Ciudades (2002); Poemas para caminar bajo un paraguas (2003); Aquí, todo tu cuerpo escrito, (2005 y 2006); Por ti no pasa nunca el Tiempo (y otros poemas al espejo) (2005); No me cubre de edad la Primavera (2008); Soy mi Desconocido (2008), Carta Natal al País de los Locos (2011); Ojos Parlantes para estaciones de ceguera (2011); Balada sin ovejas para un pastor de huesos (2011).