La última tarde con Ulises

Arquímedes González

Conocí a Ulises Juárez Polanco en el año 2006. Cada dos o tres meses nos reuníamos para platicar de todo, literatura, cine, amigos, proyectos literarios, política….

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Conocí a Ulises Juárez Polanco en el año 2006. Cada dos o tres meses nos reuníamos para platicar de todo, literatura, cine, amigos, proyectos literarios, política…. Una vez pasamos conversando desde las diez de la mañana hasta las cuatro de la tarde en el restaurante La Crema Batida.

Aunque estuve fuera de Nicaragua más de diez años, la distancia no hizo mella en nuestra relación. Cada vez que regresaba a Nicaragua, escribía o telefoneaba a Ulises y nos reencontrábamos.

Afortunadamente estuve en las presentaciones de sus libros de cuentos La felicidad nos dejó cicatrices, Los días felices, Las flores olvidadas y Siempre llueve a mitad de la película. Ulises era un cuentista que ya sabía dominar las técnicas y también la forma narrativa como ningún otro joven escritor en Nicaragua.

En el año 2010 yo gané el Premio Centroamericano de Novela Corta en Honduras. Ese año Ulises me propuso publicar la novela en su editorial Leteo Ediciones. Dos años después gané el Premio Centroamericano de Novela Rogelio Sinán y Ulises también ofreció su editorial para publicar mi libro. Así fue que vieron la luz dos de mis primeros triunfos literarios.

El año que regresé a Nicaragua, Ulises iba a Roma a escribir una novela. Había obtenido la beca Valle-Inclán, que consistía en una estancia de seis meses, que luego se prolongó por un año, en la Real Academia Española en Roma. A su regreso a Managua en el 2016, volvimos a encontrarnos. Afortunadamente nos vimos muchas veces. Para Centroamérica Cuenta 2017 también fuimos a comer con otros escritores, platicamos, nos reímos, y nos alegramos de que nuestros libros y nuestros proyectos iban concretándose.

Lo único que incomodaba a Ulises, era no tener tiempo para dedicarse a corregir esa novela que había comenzado a crecer en Roma hasta llegar a 900 páginas. En una decisión atrevida, Ulises prefirió salir de un trabajo que le daba proyección cultural, a otro más administrativo y de bajo perfil, pero que le permitía lo que deseaba: Escribir y corregir. El sueño de todos nosotros.

Tres días antes de su partida nos vimos en la Casa del Café cerca de la Alianza Francesa. Ulises estaba muy feliz. Ya había instalado una pizarra en la que trazaría los escenarios de su libro y había comenzado a retomar la rutina de escribir. Ese día planeamos organizar un taller permanente de cuento y novela para jóvenes escritores. También plantemos nuevas ideas para Centroamérica Cuenta 2018. Nos contamos nuestras lecturas e intercambiamos muchas sonrisas de todo lo bueno que estaba por venir.

Fueron tres horas que estuve con Ulises. Al final de la tarde nos despedimos con un abrazo, una sonrisa y la promesa de seguir escribiendo. Gracias, Ulises por toda esa felicidad que me diste y nos diste. Todos nosotros debemos aprender de tu bondad y tu calidad como persona y como escritor.