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Ceniza en la boca, de Brenda Navarro

1 abril, 2023

Aproximarnos a la novela Ceniza en la boca (Sexto Piso, 2022) de Brenda Navarro nos lleva a la conexión profunda del viaje, no solo entre dos países geográficamente distantes, sino entre la literatura y el periodismo.  Finalista en el premio de novela Mario Vargas Llosa y reconocida, entre otras cosas, por su aporte a la lucha en favor de las mujeres, Navarro es una de las escritoras migrantes que hace eco de su experiencia para retomar y rasgar la idealización de la resolución de los fractales identitarios, luego del abandono de los límites geográficos. 

La novela se inicia con un epígrafe sonoro que nos traslada a un nombre adherido a un vocabulario opuesto al idioma español, que se quiebra también entre dos continentes aislados, entre dos países, entre México y España. En esta geografía móvil, el español se tambalea desde las expresiones más profundas hasta las pequeñas ironías que terminan causando el dolor más insondable en la vida de un joven. En el epígrafe de la canción “Sympathy”, de Vampire Weekend “Diego Garcia / Surrounded by the waves / Lonely in the ocean / But in every other way / It was full of love / And the warmest fellow-feeling”, se expresa cómo el dolor pasa a ser diferente, cuando se cruza un océano de sentimientos. El joven Diego, el pequeño que ya no vive, hermano de la protagonista de la obra, es también un símbolo del quiebre de la identidad que se traslada geográficamente, y que nunca pudo volver a conectarse con la pertenencia certera a un país, como sucede en los rompecabezas incompletos, donde siempre habrá una pieza perdida o rota. ¿Por qué una banda de rock newyorkina puede abrir, desde otro idioma y otro país, la percepción profunda de un traslado que va más allá de lo geográfico y de los idiomas? Simplemente porque se aleja, mucho más allá del Indie rock, y en sus palabras aparecen pequeños y dolorosos puentes entre los deseos, que se mueven como un juego de pin-pong, los valores de las palabras “Judaeo-Christianity”; o las gotas de la sangre que emergen de los cuerpos o los idiomas. Desde la música, se inicia la novela.

Más adelante, este traslado es un quiebre del silencio sometido a una memoria compartida, pues el contexto de la novela de Navarro incluye un juego de pensamientos. El suicido del hermano, es narrado desde las primeras páginas: “No lo vi yo, pero como si lo hubiera visto, porque lo tengo taladrándome la cabeza y no me deja dormir. Siempre la misma imagen: Diego cayendo y el ruido de su cuerpo al impactar contra el suelo. Entonces me despierto y pienso que no me pasó a mí, ni le pasó a Jimena, ni a Marina, o a Eleonora: le pasó a Diego; y una y otra vez, en mi cabeza el sonido, como un costalazo, como un cristal rompiéndose en pedazos, pedazos, y encajándose en un saco de arena de golpe, de repente, sin avisar. Seco, contundente, un encontronazo entre costillas, pulmones y asfalto. Así: pum. No, así: pooom. No, así: crag. No, así: drag, dragut. No, así: paaam, clap, crash, bruuum, brooom, gruuum, grrr, grooo… Y un eco. No, no hay un sonido que describa el ruido que se escuchó. Un cuerpo estrellándose contra el suelo. Diego queriendo ser estruendo …”. Esta musicalidad del suicidio es la que luego atraviesa cada una de las páginas para que Diego se convierta en un instrumento del último dolor sensible. 

Más allá de la muerte, la fortaleza de una mujer, una hermana, una hija abandonada por mucho tiempo, también se adhiere a ciertas palabras que vibran y estremecen el sentido de la memoria y la sonoridad de los recuerdos. Porque, al morir Diego, la hermana advierte que el silencio también fue parte del abandono de la madre, pues, en la novela, una figura maternal puede callar y odiar al mismo tiempo: “Y no dije nada, ni lloré, ni dije que sí, ni dije que no. Mi mamá y sus soliloquios, mi mamá siendo mi mamá. Y se fue. Un lunes en la mañana, mientras Diego estaba dormido. Shhh, no hagas ruido que lo vas a despertar. Y yo la miraba feo, muy feo, como si mi mirada pudiera transmitirle todo lo que ella no me dejó decirle. Te odio y me odias, y nos odiamos, y odias a mi hermano y que no te deje dormir, y odias todo: te odias a ti y a mis abuelos y a tu marido muerto y a mí”.  La madre que deja a sus hijos en México, y que nueve años después decide volver a verlos, es parte de la acústica limitada de los abrazos -o del crecer bajo el calor de una madre-, y es este pequeño detalle lo que la hermana del niño muerto narra para establecer el juicio más profundo sobre los, días, las horas o los minutos que se ejercen en la crianza maternal: “¿Cuánto tiempo, cuánto tiempo? ¿Cuánto tiempo lo tuve de verdad? Y era cierto que había sido poco: ni dos mil días tuvo a Diego con ella. Tres años desde que nació y lo que vivió en Madrid”. El suicidio del hermano ya lleva un ritmo premonitorio por la ausencia de la madre. Una ausencia que no es la muerte de un padre, víctima del cáncer, pues, esta vez, se trata de ausencia del deber, de la formación, de la responsabilidad de hacer sufrir menos a sus hijos o, en el peor de los casos, de sufrir en colectivo para disminuir el dolor. 

Ante tanto dolor, el cuerpo de Diego retorna a la vida en la memoria.  La protagonista, quien no recuerda casi nada del marido de la madre y lo asume como un espectro, retorna siempre a la referencia de que un niño varón, su hermano, es el rostro de su padre, y quizás, una niña, como ella, es el resultado de un trastorno corporal, de una relación callada, de una violación de la que no se habla. Todo lo corpóreo también se mueve como en un ejercicio musical donde los acordes intentan mantener la armonía entre sus notas. Al final, toda la experiencia del dolor se define en una sola frase, carente de melodía alguna, escrita con lápiz en la parte de atrás de una fotografía: “Esos somos todavía: niños asustados y confundidos que no tendrán una oportunidad”.

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Licenciada en Comunicación Social, Mención Periodismo Humanístico y Magister Scientiae en Literatura Latinoamericana y del Caribe. Por más de 20 años, ha dictado cursos sobre la escritura en Venezuela, en el Departamento de Comunicación Social de la Universidad de Los Andes (ULA) y en el Departamento de Lengua y Literatura de la Universidad Simón Bolívar (USB). Con el apoyo de Erasmus Mundus (PRECIoSA) fue Profesora Invitada del Departamento de Filología en la Universidad de Salamanca Ha sido directora de la revista académica Estudios. Revista de Investigación Literaria y Cultural (USB) y como Encargada de Medios formó parte del Equipo Editorial fundador de la revista Latin American Literature Today, del Departamento de Lenguas Modernas, Literaturas y Lingüísticas de la Universidad de Oklahoma (OU). Actualmente, es profesora en el Departamento de Lengua y Literatura de Oklahoma State University (OSU). Ha publicado libros sobre crítica literaria, diversos ensayos teóricos sobre la literatura contemporánea, y entrevistas a escritores de la literatura actual.