Con Roberto Sosa: poética, influencias y América Latina

5 agosto, 2024

José A. Castro Urioste y Pedro Meléndez Paez

A mediados de la década de los noventa Roberto Sosa estuvo por el medio oeste de Estados Unidos realizando una serie de presentaciones. Entre estas lecturas estuvo en Minnesota y allí tuvimos la oportunidad de entrevistarlo. En la conversación que sigue Roberto Sosa aborda temas como su poesía, las influencias literarias y las condiciones en que los escritores de su país desarrollaban sus obras.

PMP: Roberto, la actividad y producción literarias de Honduras no son muy conocidas fuera de sus fronteras. ¿A qué atribuyes este hecho?

RS: A que el país también está inédito.

JCU: En tu caso particular, sin embargo, eres un escritor de éxito dentro y fuera de Honduras. ¿Cuáles serían las claves de ese éxito?

RS: Bueno, realmente no he tenido éxito, pero sí he logrado algunas traducciones a varios idiomas, entre otros el inglés, el francés, el alemán, el japonés, el ruso y el irlandés. Y claro, se ha logrado una apertura en tal sentido. A mí personalmente me ha beneficiado y creo que una de las bases para esta consecución ha sido el haber obtenido algunos premios. Si yo, por mi propia cuenta, o alguna editorial local hubiera editado esos libros, no hubiera llegado a ninguna parte porque a veces publicar un libro en Honduras era algo inédito.

PMP: ¿A qué se deben las dificultades que un escritor tiene actualmente para publicar en Honduras?

RS: A la falta de una política editorial científicamente planificada, a la indiferencia, al desinterés de parte del mismo estado para divulgar sus valores. En Honduras no existe una divulgación sistemática de lo que se está haciendo ni de lo que se hizo. Hay un vacío editorial, el cual se debe también a una falta de organización de parte de los escritores, de los artistas de la letra escrita. Es una irresponsabilidad compartida de una y otra parte.

JCU: Hablamos de premios, del premio “Casa de las Américas”, por ejemplo, en el caso del poemario Un mundo para todos dividido, y has obtenido otros premios también ¿qué han significado para ti estos logros?

RS: En primer lugar, es una satisfacción personal. Ustedes saben que cada persona lleva un margen de egoísmo, de realización individual, y esto a veces se puede poner en primer plano y después está la posibilidad de que el país sea conocido de alguna forma positiva. Porque Honduras se ha conocido con márgenes negativos. Cuando hay alguna forma negativa se la destaca a gran escala, y el país adquiere una reputación dudosa como el caso de la instalación de la “contra” que prácticamente nos universalizó. Honduras se vio por todo el mundo porque habían instalado una gran cantidad de bases y había ejércitos mercenarios. Eso nos mundializó. Cuando entrevistaban a cualquier hondureño en el extranjero, invariablemente la pregunta iba dirigida hacia esa situación, la cual aún persiste porque hay reductos de “contras” que ahora se han convertido en delincuentes comunes. Todavía tenemos la presencia de un ejército extranjero, en este caso el norteamericano, en nuestro país, lo cual constituye una vergϋenza para nosotros.

PMP: El estilo que te identifica es muy singular. Da la impresión de que no es un estilo pretencioso. Al contrario, es de cierta manera directo, despojado de esa retórica tradicional, pesada. ¿Cómo nace este estilo?  

RS: Tal vez por mi renuncia a lo espectacular. No me gusta lo espectacular. Me gusta lo sencillo, pero también lo sencillo que origine alguna complicación en el ánimo del lector. Creo que una cosa simple puede llegar a ser una forma de aproximación a una complicación lingϋística, a una complicación semántica, a una complicación que puede arrojar mucho significado, que debe ser leída varias veces para poder captarla y tiene posibilidades de grabarse en la memoria, la cual, es insobornable y solo recuerda lo que ama. Recordemos a Goethe aquí, que escribió, “Solo aprendemos de aquellos a quienes amamos, y la memoria recuerda exactamente lo que a ella le simpatiza más, lo que está más cerca, lo que le afecta”.

JCU: ¿Cómo nació el libro Secreto militar? ¿Hubo una voluntad previa de escribir sobre estos dictadores o el libro se fue armando a partir de poemas aislados y después empezaste a ver el poemario como una totalidad?

RS: Había pensado anteriormente en poder tener una visión totalizadora de estos seres que han ocupado el poder total, omnímodo, absoluto de nuestros países. Se me ocurrió la idea de hacer algo así como retratos, una especie de galería de delincuentes políticos. Entonces empecé trabajándolo en forma organizada porque quería dejar territorio de eso. Por otra parte, algunos críticos se han pronunciado en contra de este tipo de retratos. No sé si por intereses estéticos o políticos, pero algunas personas han dicho que esto distorsiona mi forma estilística, que no está a la altura de los otros poemas publicados anteriormente y no es una forma válida de poder decir las cosas. Incluso algunos han insinuado que son panfletos. Yo sé que no es así. Por lo menos, yo pienso que no es una forma panfletaria de ver a estos personajes, a todo el serpentario político nuestro. Además, hay otras opiniones que favorecen la idea de haber podido verificar ataques justificados a esos monstruos.

PMP: Cuando se piensa en la poesía de corte social se piensa en Neruda, Vallejo, en Cardenal, en Sosa. ¿Qué te une y qué te aparta de estos poetas?

RS: Normalmente, todo escritor tiende a separarse de sus maestros. Un maestro mío fue Neruda, y quiero enfatizar esto porque a Vallejo lo leí muy tarde y no me influyó tan poderosamente. Pero uno de los problemas que hemos tenido los poetas de América es Neruda. Neruda es un poeta que tiene un círculo, un área de influencia muy fuerte, y uno cree que puede escribir como él y ahí está el error. Sobre todo lo que más ha influido en nosotros fue Veinte poemas de amor y una canción desesperada y Crepusculario. En mi libro Máscara suelta, que es estrictamente poesía amorosa, creo que ya no hay una brizna de Neruda. La verdad ni la hubo después. La enfermedad nerudiana la sufrí yo de una manera muy rápida y supe curarme a tiempo. Me parece que la influencia tiene los mismos grados que la quemadura: primero, segundo y tercero. Depende del grado de quemadura que sufra un escritor para poder ir sanando de esa influencia que a veces resulta nefasta porque debido a ella se ha perdido una gran de poetas que no son más que imitadores. Cuando uno comienza a escribir necesita una influencia: hay algunas que son legítimas y ayudan a autodescubrirte; otras son negativas porque te toman de tal manera que es como si te agarraran del pescuezo y te tienen ahí levantado por muchos años. Es ahí donde está la coyuntura más peligrosa, dejarse atrapar. El influjo yo lo recibí de otros escritores porque todos somos imitadores, ya sea consciente o inconscientemente. El problema es separarse y ser uno mismo. Yo no sé todavía si soy yo mismo o no, pero pretendo serlo.

JCU: En la actualidad, ¿cómo ves el futuro de Honduras y América Latina?

RS: En la medida en que no haya un tratamiento digno de parte de los países desarrollados hacia nosotros, en la medida en que no compren nuestros productos por lo que valen y no por lo que se impone, en la medida en que no haya una relación coherente basada en principios de dignidad, libertad y democracia, no es posible que Hispanoamérica pueda sacudirse las cadenas que nos atan. Hasta ahora la palabra democracia es solo una fachada en Hispanoamérica, es una palabra más, carente de significado. Yo creo que nuestros países deberían ser todos un solo país de México a Tierra del Fuego para poder ir cobrando importancia mundial. Alguna vez se tienen que unir. Decía el pensador hondureño José Cecilio del Valle “Soñaba el Abad de San Pedro y yo también sé soñar”. El sabio hondureño tenía razón.


Pedro Meléndez Páez

Es catedrático asociado de la Universidad de Atacama. Entre sus libros figura La poesía en Atacama: Antología mayor. También es traductor literario.

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Peruano nacido en Montevideo, Uruguay. Obtuvo el bachillerato en Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y egresó en Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad de Lima. Posteriormente, se doctoró en Literatura Latinoamericana en la Universidad de Pittsburgh. Es discípulo de Antonio Cornejo Polar.

Ha publicado A la orilla del mundo (teatro), Aún viven las manos de Santiago Berríos (noveleta), Ceviche en Pittsburgh (teatro), ¿Y tú qué has hecho? (novela), De Doña Bárbara al neoliberalismo: escritura y modernidad en América Latina (crítica literaria), Hechizo (cuento). Es coeditor de los volúmenes: Dramaturgia peruana, América nuestra y Trasfondos. Ha sido dos veces finalista en el concurso Letras de Oro y finalista en el Premio de Novela organizado por el diario La Nación- Editorial Sudamericana (Buenos Aires, Argentina) con la novela Historias de arena. En aquella ocasión los miembros del jurado fueron Carlos Fuentes, Tomás Eloy Martínez y Griselda Gambaro. Esta misma versión fue también finalista en el premio de novela organizado por el diario El Comercio en Lima.

En 2016 recibió el Oustanding Scholarship Award en Purdue University Northwest. Parte de su obra se ha publicado también en inglés e italiano, relizando presentaciones en la Feria Internacional del Libro de Torino y en el Instituto Cervantes de Milán. Sus obras de teatro se han producido en Argentina, Estados Unidos, Perú y Uruguay.