De ciudades y de encierros

1 diciembre, 2009

Al cine que yo debía revelarme era al cine de Glauber Rocha,
de Sanjinés,
todo el cine social.
Muchos años después he aprendido a respetarlo. 

Juan Carlos Valdivia.

El cine boliviano a lo largo de su historia se ha caracterizado por desarrollar temáticas netamente rurales, donde el paisaje urbano era apenas, y en muy pocos casos, una mínima exigencia circunstancial del guión. Tanto en las películas de Jorge Sanjines como las del Jorge Ruiz, quizás sus dos máximos realizadores, lo rural, con todo lo que ello implica desde lo antropológico ha tenido una presencia determinante.

Quizá sea Antonio Eguino, otro de los grandes referentes del cine boliviano, quién rompió la hegemonía de lo rural sobre lo urbano con Chuquiago (1977), el mayor éxito de taquilla de la historia del cine boliviano con casi 300.000 espectadores. Donde con cuatro historias Eguino abarca todos los estamentos sociales de la ciudad de La Paz, la antigua Chuquiago.

Sin duda hay otras realizaciones donde lo urbano se impone a lo rural, quizás desde el primer largometraje de 1923, Actualidades de La Paz, del realizador Pedro Sambarino, u otro documental del mismo autor, El centenario de Bolivia (1925) que, a pesar de ser  una realización que se refiere a la celebración del primer centenario de la creación del país, tiene prácticamente todo su metraje dedicado a los actos conmemorativos en La Paz del presidente Bautista Saavedra. Al pie del Illimani de 1948 fue encargo de la empresa Emelco, a Jorge Ruiz y Augusto Roca, donde la ciudad de La Paz es mostrada de manera convencional y en un tono absolutamente institucional. Jorge Mistral dirige en 1970 Crimen sin olvido (1970), un policial a imitación de Hollywood, de factura  muy pobre que pasó sin mayor trascendencia. Hasta entonces, en lo que podríamos catalogar como cine urbano boliviano, solo nos queda por rescatar el film de Antonio Eguino, Chuquiago.

Recién con la aparición de Juan Carlos Valdivia, el cine boliviano comienza a construir  un perfil claramente urbano.

Valdivia nació en La Paz. Estudió cine en Columbia College, Chicago, donde realizó varios cortometrajes. Ha escrito varios guiones para largometraje, dos de ellos premiados y tres producidos. En México dirigió El Último Evangelio, (2000) con guión de Alejandro Orozco y Agustín Pérez Santiago, un largometraje sobre un profeta moderno que se involucra con la guerrilla, el film aún se mantiene inédito.

Valdivia desarrolla una larga carrera como director de televisión en México, donde ha realizado trabajos para los grupos Argos y TV Azteca. También ha dirigido cine publicitario y videos clips. Fue premiado por El Instituto Mexicano de Cinematografía, El Fidecine, El Fondo Ibermedia, La Fundación Toscazo, el Instituto Sundance, el Consejo Nacional de Cine de Bolivia, el Nacional Endowement for the Arts, el Illinois Arts Council, El Hubert Baals Fund. En 1995 ganó un premio de la CNN por el mejor reportaje del año del World Report. Juan Carlos Valdivia es miembro de la Sociedad General de escritores de México (SOGEM), del Sindicato de Directores del STPC (México) y de la Asociación de Cineastas de Bolivia y socio fundador de la Fundación 360˚.

Desde su Opera Prima Jonás y la ballena rosada (1996),  basada en la novela del santacruceño Wolfango Montes, la primera coproducción boliviana-mexicana, Valdivia se instala con comodidad en el ámbito urbano, en este caso la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, donde como en sus siguientes películas construirá una agobiante atmósfera casi claustrofóbica.

El encierro que comienza a cercar al protagonista, Jonás, un hombre común a quién las circunstancias lo llevan a casarse con Talía, enfermizamente hipocondríaca, hija de un rico empresario. Jonás se enamora de la hermana de su mujer, Julia, quién después de una apasionada historia de amor será obligada a viajar al exterior. Cercado por los delirios de Patroclo, su suegro, quién pretende construir en el desierto un mausoleo familiar con forma de pirámide a semejanza de los antiguos egipcios; su mujer y su suegra Ira, ansiosa de reconocimiento social, sus amigos narcotraficantes, pareciera que Jonás solo encuentra refugio en el sótano de la vieja casona familiar, el único ámbito de libertad donde mantendrá los encuentros furtivos con Julia. La ciudad aparece retratada con pinceladas contundentes cuando la hiperinflación y el narcotráfico se habían hecho dueños de la realidad.

El guión de Valdivia fue ganador de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano. Ganó el premio Opera Prima en Cartagena y mejor fotografía en La Habana.

En 2005 Valdivia filma American Visa lo que lo obligará a internarse nuevamente en la ciudad, esta vez en la suya: La Paz, en la que construye un espacio laberíntico, donde sus protagonistas darán vueltas tratando de salir de ella y de su realidad.

Basada en la novela de Juan de Recacochea, American Visa, en la que un profesor de inglés, Mario, que poco a poco se ha ido desgajando de sus afectos, decide viajar a los Estados Unidos, donde no solo lo espera un trabajo sino también su único hijo. Conseguir la visa para poder viajar se convierte en su gran obsesión. Para eso abandona su ciudad, Oruro, para tramitar su visa en la Embajada Americana de la ciudad de La Paz.

Frustrado en sus intentos legales, Mario comenzará a buscar en la ciudad quién le consiga su Visa, hasta dar con una organización cuasi mafiosa que por cinco mil dólares le hará estampar el ansiado sello en su pasaporte. Allí comienza la historia y el drama de Mario por conseguir el dinero a como de lugar, incluyendo el robo y la violencia. El timorato profesor de inglés se convertirá en un ave rapaz dispuesto a pagar cualquier precio por conseguir esos cinco mil dólares. Allí es donde Valdivia comienza a construir de la ciudad de La Paz un verdadero dédalo, donde el protagonista deberá moverse con la sabiduría de un gangster y dar el golpe exacto a unos traficantes de oro.

Valdivia, con clara influencia del cine negro de Hollywood, muestra una La Paz, nocturna, compleja, laberíntica donde el protagonista parece cada vez más encerrado.

Al mismo tiempo, Mario se comenzará a involucrar con una prostituta, Blanca, quién  podría ser la clave para sacarlo de sus agobios.

Producida con capitales mexicanos, American Visa se encuentra entre los films más exitosos del cine boliviano contemporáneo con 200.000 espectadores; fue protagonizada por los actores mexicanos Demián Bichir y Kate del Castillo

American Visa  ganó el premio al mejor guión de la Academia Mexicana, una nominación al premio Goya, 5 premios en Huelva y fue la selección boliviana al Oscar.

En agosto de 2009, Valdivia estrena su última realización, Zona Sur, donde prácticamente el encierro se restringe a la casa en que vive la familia protagonista.

En la Zona Sur de la ciudad de La Paz, se asientan los barrios más exclusivos donde reside la clase alta paceña. Clase que se ve jaqueada y encerrada por los cambios políticos que se están produciendo en Bolivia a partir de la asunción del presidente Evo Morales.

La familia de la historia, es solo una metáfora sobre el desbarranco de una clase social, que a lo largo de la historia del país sumió en la pobreza, la marginalidad, el desamparo y la discriminación a las grandes mayorías del pueblo boliviano.

Juan Carlos Valdivia, conocedor de los sectores ricos de la sociedad boliviana, se mete en la vida cotidiana de una familia de clase alta, integrada por Carola, una mujer divorciada con tres hijos y la relación con sus sirvientes, Wilson y Marcelina, de la etnia aymará, en los momentos de grandes cambios sociales en el país.

La casa familiar es una protagonista más de la historia, tal cual sucedió con la ciudad en American Visa. Valdivia trabaja particularmente la compleja relación entre empleados y patrones, que deben convivir en un espacio común opresivo, convirtiéndose en un claro ejemplo de las grandes dificultades de comunicación entre las clases sociales.

En Zona Sur, Valdivia parece intentar poner al día una relación casi feudal que esta llegando a su fin histórico. El film sirve también para reflexionar sobre el matriarcado, institución que en Bolivia, al igual que en muchos de los países latinoamericanos, está obligadamente arraigada.

Juan Carlos Valdivia, ya piensa en su quinta película, Candire, tierra sin mal en guaraní. Una película de ficción sobre la cultura guaranítica, hablada en su propia lengua con actores naturales. El film buscará definir los aspectos culturales, sociales y cotidianos de ese pueblo del Chaco boliviano, una de las etnias más populosas de las treinta y dos con las que cuenta Bolivia.

Juan Carlos Valdivia llega con su obra a vivificar una de las cinematografías más ricas del continente y que ha aportado a la cultura latinoamericana momentos tan intensos como inolvidables.

*Juan Carlos Valdivia nació en La Paz Bolivia y estudio cine en el Columbia College, Chicago; posteriormente trabaja en México y es en ese país donde logra consolidar su carrera cinematográfica. Su opera prima, Jonás y la ballena rosada (1996), coproducción boliviano-mexicana, fue una de las más taquilleras de las que se estrenaron por esa época.

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Buenos Aires, Argentina, 1955.
Escritor, periodista y crítico de cine, especializado en problemáticas (violencia social, política, migraciones, narcotráfico) y cultura latinoamericana (cine, literatura y plástica).

Ejerce la crítica cinematográfica en diferentes medios de Argentina, Latinoamérica y Europa. Ha colaborado con diversas publicaciones, radios y revistas digitales, comoArchipiélago (México), A Plena Voz(Venezuela), Rampa (Colombia),Zoom (Argentina), Le Jouet Enragé (Francia), Ziehender Stern(Austria), Rayentru (Chile), el programa Condenados al éxito en Radio Corporativa de Buenos Aires, la publicaciónCírculo (EE.UU.) y oLateinamerikanisches Kulturmagazin (Austria).

Realiza y coordina talleres literarios y seminarios. Es responsable de la programación del ciclo de cine latinoamericano "Latinoamericano en el centro" , uno de los más importantes del país, que se realiza en el Centro Cultural de la Cooperación de Buenos Aires.

Ha publicado la colección de cuentos El Guerrero y el Espejo(1990), la novela Señal de Ausencia(1993) y La guerra de la sed (2009),con prólogo de Sergio Ramírez.

Es colaborador de la sección de "Cine" de Carátula.