El espectro de la guerra o la lucha por la autonomía del intelectual
29 noviembre, 2019
– Después de treinta años, he conseguido ver, ¡por fin!, la película El espectro de la guerra de Ramiro Lacayo Deshon, estrenada en Nicaragua en 1989, gracias al archivo fílmico de un cineasta del equipo del Instituto Nicaragüense de Cine (INCINE).
Después de treinta años, he conseguido ver, ¡por fin!, la película El espectro de la guerra de Ramiro Lacayo Deshon, estrenada en Nicaragua en 1989, gracias al archivo fílmico de un cineasta del equipo del Instituto Nicaragüense de Cine (INCINE). Cuando El espectro… fue presentada, yo era una joven vinculada a la Revolución Sandinista que se encontraba trabajando en la zona norte del país, donde, por supuesto, este largo de ficción no pudo ser visto. Las noticias del filme me llegaron a través del diario Barricada y su semanario cultural Ventana, en los estertores de una guerra en la que todos fuimos perdedores. Desde entonces, me quedé con los enormes deseos de verla, igual que si fuera la película de David Linch o de Bergman que todos esperamos que pasen por televisión algún día que tengamos tiempo. Mi interés fue motivado por la curiosidad que me suscitó la ácida crítica escrita en primera persona, aunque aparecida sin firma, en Ventana. (1989: 5)
Al momento de la presentación de El espectro…, Ramiro Lacayo, tenía en su haber varios noticieros cinematográficos y documentales premiados como Bananeras (1982), Más claro no canta un gallo (1981), Esbozo de Daniel (1983), una historia cuyo primer abordaje aparece en un relato suyo publicado el año anterior, o El centerfielder (1984), basada en el cuento homónimo de Sergio Ramírez. Todas ellas de carácter experimental, en donde ya se apuntaban algunos de los rasgos distintivos que se pueden apreciar en su película de 1988, en la que combina una estética de lo feo con la ternura del “drama humano, buscando el contrapunto”. (Lacayo, 2019)
La cinta vio la luz gracias a la coproducción con Televisión Española, el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos y el Instituto Mexicano de Televisión, convirtiéndose en el primer largometraje en color de elevado presupuesto (Gaitán, 2015: 315). Se presentó en el Festival de cine de La Habana y recibió la crítica favorable del periodista del diario español El País, Ángel Fernández-Santos, quien asegura que el filme se convirtió “en una de las sorpresas” del Festival, “firme candidata a uno de los premios Coral” (1988). El espectro… pertenece a un género que hibrida el musical, alejado de los temas ligeros o frívolos pensados para el entretenimiento simple, y el cine bélico. No obstante, está desprovista de toda carga de violencia gratuita, abordando una temática escabrosa para la sociedad nicaragüense de la época y, aún de la actual, porque los ecos de la polarización política de los años ochenta pergeñan la crisis que el país atraviesa hoy en día. Recibió un premio al mejor guion en el Festival de cine de La Habana de 1988 y recorrió el circuito de los Festivales más prestigiosos del momento. Aunque para Lacayo, “el mejor premio fue la afluencia del publico nicaragüense que llenó las salas” (2019), porque estuvo en la cartelera cinematográfica durante tres semanas compitiendo con el estreno, en Managua, de una de las tantas ediciones de la saga de Superman. Cabe destacar que la dirección artística y los contrastes en el tratamiento de las imágenes alcanzan un altísimo nivel.
Ramiro Lacayo presentó en este trabajo un retrato de la juventud que se alejaba del idealizado estereotipo del muchacho comprometido con los intereses colectivos que, aparentemente, la Revolución Sandinista se empeñaba en defender de la agresión de los Estados Unidos. Los personajes se muestran frescos, alborozados, vitales, evidenciando la simpatía que siente por ellos, en lugar de manifestar una actitud de condena a sus actitudes individualistas. El personaje de Reynaldo vive una evolución personal, pues en la Escuela de Danza consigue apreciar el trabajo de las grandes compañías de ballet del mundo entero y se siente retado por su maestra de baile (interpretada por Gloria Bacon) para convertirse en un bailarín de primer nivel, al mismo tiempo que deja de ser un estudiante temeroso que lo único que comparte con la revolución es su auténtico interés por el arte. El conflicto que se le plantea es escapar del servicio militar por la frontera con su novia (rol desempañado por Alenka Díaz), bailarina callejera de break dance, en un proceso de autodescubrimiento y de superación de dudas existenciales, similar al que el director Lacayo Deshon describe sobre sí mismo: “una noche estaba haciendo posta y comencé a reflexionar un poco y para mí ya era claro que ése era mi lugar, el tiempo que me tocaba vivir y que no cambiaba mi papel por nada en el mundo.” (Pérez Valdés, 1981: 175)
La recepción de la crítica y de los medios de comunicación nicaragüenses no consiguieron emitir un juicio equilibrado, sino más bien opiniones que manifestaban la contraposición política fehaciente en la época, que en realidad siempre ha permanecido latente en la sociedad nica. El ejercicio de la comisaría política de cultura que, una vez más, vulneraba la autonomía del intelectual, se puso de manifiesto, en el artículo del semanario Ventana, porque El espectro… no respondía a la línea de la Dirección Nacional del Frente Sandinista y muestra a un joven cuyo máximo interés es ser un bailarín profesional. Ello le valió a su director la reprobación pública y las acusaciones de ceder ante las exigencias de las productoras extranjeras por la falta de “firmeza” del filme. No obstante, para el otro sector, representado por el diario La Prensa, “la película hacía propaganda al servicio militar”. (Lacayo, 2019)
Este trabajo de Ramiro Lacayo muestra el inicio del distanciamiento de los trabajadores de la cultura con el ejercicio de esa comisaría de facto, que vieron cómo les arrebataban no sólo su fuente de empleo con el cierre del Ministerio dirigido por Ernesto Cardenal, sino también su sindicato, la Asociación Sandinista de Trabajadores de la Cultura (ASTC), hecho que provocó un revuelo sin precedentes en el seno de quienes, hasta ese momento se habían desempeñado como los ideólogos de la Revolución Sandinista en los diferentes espacios de dirección del Estado y del aparato político del partido sandinista. El “llamado de atención” de los directores de más alto nivel de la revolución, llegó, de la mano de la crítica aparecida en Ventana (Murillo, 1989: 15-16), semanario cultural donde siempre se había debatido sobre las formas de creación de los artistas, para quienes había libertad dentro de los márgenes del proceso revolucionario, según afirmaciones del primer presidente de la ASTC, el escritor Chichí Fernández (1981: 12)
En ese sentido, El espectro… es la primera obra de creación cinematográfica que marca una distancia con el discurso oficial y expresa las intenciones de lucha por la autonomía del creador, lo que lleva a la dirección de la revista Ventana a acusar a su autor de haberse empecinado en hacer una película complaciente con el público (Ventana, 1989: 5), en vez de mostrar al personaje protagonista como un aguerrido cachorro de Sandino que hacía “yunta” con Daniel Ortega. En cambio, Lacayo cuenta la historia de un joven cuyos únicos intereses son el baile y la novia.
El año 1988 vio nacer, además de este largometraje, otras dos obras literarias de autores que, estando especialmente involucrados con la revolución, en un intento de defender su autonomía, escriben de temas que aparentemente no están inmersos en la coyuntura política de ese momento. Cabe recordar que el Ejército Sandinista emprendió el operativo Danto en marzo del 88, con la intención de aproximarse a los campamentos de lo que se conocía como la Contrarrevolución, en territorio hondureño, donde muchos jóvenes perdieron la vida a causa de las minas antipersonas o quedaron amputados de las piernas por ese mismo motivo. Es en ese momento cuando Sergio Ramírez publica Castigo Divino y Gioconda Belli La mujer habitada, marcando con las temáticas que abordan en esas novelas, un distanciamiento de la fragosa situación que se vivía. Si bien es cierto que esos tímidos alejamientos llevaban implícitos los mensajes de independencia de forma subliminal, en definitiva, Sergio Ramírez opta por ocuparse de una historia ocurrida en la década de los años treinta y Belli plantea la escisión vital de la mujer que no puede compartir su amor con un hombre guerrillero de actitudes paternalistas.
A pesar de lo controversial que puede llegar a ser El espectro de la guerra, posee una vigencia incuestionable que invita a la reflexión sobre la necesidad de romper con lo que Alejandro Serrano Caldera (2016) ha denominado el mito del Sísifo nicaragüense, que lleva a la sociedad de este país a la repetición cíclica de guerra y reconstrucción “empezar de la nada y construir en el vacío” (p. 192), postrándola en el mal radical de la violencia e impidiéndole desarrollar una cultura proclive a la inclusión y el consenso sociales.
LISTA DE REFERENCIAS
AA. VV. (1981). “Entre la libertad y el miedo”. En Ventana. Barricada cultural. Managua, 7 de marzo. pp. 2-12.
(1989). “EL espectro de la guerra. Don Teófilo y la tour Eiffel”. En Ventana. Barricada cultural. Managua: Barricada, sábado 20 de mayo, p. 5.
Fernández-Santos, Ángel. (1988). TVE presenta en el Festival de La Habana un plan de coproducciones con Latinoamérica. Éxito de la película nicaragüense El espectro de la guerra. Madrid: El País. Recuperado de: https://elpais.com/diario/1988/12/17/radiotv/598316408_850215.html
Gaitán Morales, Karly. (2015). A la conquista de un sueño. Historia del cine en Nicaragua. Managua: Fundación para la cinematografía y la imagen.
Serrano Caldera, Alejandro. (2016) “En busca de la Nación”. En Gómez, Juan Pablo y Antillón, Camilo. (Eds.). Antología del pensamiento político nicaragüense. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: CLACSO. pp. 189-208
Lacayo Deshon, Ramiro. (2019). Entrevista personal. Managua: 26 de noviembre.
Murillo, Rosario. (1989). Entre fallas y aciertos, por una crítica justa. Carta de Rosario a Gioconda. En Ventana. Barricada Cultural. Managua: 4 de marzo. p. 15 y 16.
Pérez Valdés, Fernando. (1981). Corresponsales de guerra. La Habana: Casa de Las Américas.