Eleguá: El pequeño gigante de la Osha

5 agosto, 2022

La historia de la santería nace en consecuencia a la diáspora de los esclavos africanos que arribaron a Cuba. Una vez dentro de la isla, estos no sólo se encontraron con un nuevo idioma, sino también, con costumbres y tradiciones que les eran ajenas, empero, aún así conservaron sus creencias. Existen 401 deidades dentro del Panteón Yoruba en África, sin embargo, en Cuba son pocas las deidades a las que se veneran. Estos orichas, tienen un poder enorme con el cual ayudan a sus fieles en la Tierra ya que están relacionados con fuerzas de la naturaleza cuyos poderes fueron desprendidos y repartidos por el mismo Olodumare. Las deidades masculinas, así como las femeninas poseen un poder inigualable con el cual pueden otorgar tanto grandes alegrías como infortunios dependiendo del comportamiento de cada persona.

Eleguá, el dios de los caminos es una deidad muy particular, ya que, dentro de las jerarquías divinas es considerado el mediador entre el Todopoderoso y los humanos. Este trabajo tiene como finalidad el analizar la figura de Eleguá como una de las deidades más poderosas y veneradas de la religión yoruba, así como los medios culturales por medio de los cuales se difunde su fama.

Características de un dios

Se dice que Eleguá es quien se encarga de abrir y cerrar los caminos de los fieles ya que, según la tradición oral, esta tarea se la otorgó el propio Olodumare, en pago a su valentía por denunciar el incesto de su hermano Ogún. Oba Ecun en su libro Mitología de la Religión Yoruba menciona el dictamen que el Todopoderoso le hace a Eleguá: “[…] Tú serás el portero de esta vida, gobernaras entre los caminos y serás el regidor de éstos, de ti dependerá que los que se merezcan oportunidades las tengan, el progreso y el adelanto serás tú quien lo otorgues a quien merezca, nadie que no seas tú podrá intervenir en lo que tu misión se refiere […]” (145). Debido a eso, Eleguá es el dueño de los destinos de las personas. Los fieles de la santería deben de venerarlo primero a él antes que a cualquier otro santo en las ceremonias religiosas. Sus hermanos orichas lo respetan porque valoran la magnitud de su poder. Si Eleguá no es adecuadamente honrado por los humanos, las ofrendas hechas por éstos jamás llegan a sus destinatarios. 

Eleguá es una deidad a la que se le asocian adjetivos como pícaro, travieso, tramposo, bromista y juguetón. Su carácter pueril permite que sus fieles lo consientan demasiado, ofrendándole todo aquello con lo que se mantiene contento a un niño. Si bien sus avatares o caminos muestran una dicotomía entre su lado benevolente y malevolente, lo cierto es que él al igual que todos los orichas son neutrales y actúan hacia sus fieles según su manera de actuar en la vida. Este dios yoruba puede moverse tanto del lado del bien como del mal, es decir trae consigo el equilibrio del todo. Él es el portero entre ambos mundos y por ser el oricha más pequeño, es querido y consentido por todos sus hermanos. Eleguá es travieso y suele poner trampas a los humanos, pero si estos eligen seguir el camino correcto, él les abre las puertas a la felicidad, sin embargo, si deciden bifurcar su sendero, su fracaso está asegurado ya que es entonces cuando llegan a conocer el lado oscuro de esta deidad lucumí. El Todopoderoso le otorgó una tarea muy importante en la Tierra, y como argumenta Mason: “He is that part of God that represents offered choices and fateful decisions connected to them” (Òrìsà New World 12). La misión de Eleguá en este mundo es mantener la armonía y a su vez brindar a sus hijos alternativas de vida a sabiendas que cada una de ellas va a tener consecuencias positivas o negativas según sea la elección humana.

Dentro del sincretismo religioso, las semejanzas entre los santos católicos y los yorubas fueron atribuidas en un principio por los esclavos con la finalidad de mantener contentos a sus amos. Sin embargo, ellos veían representados a sus orichas en las imágenes católicas ya que, según sus creencias, las deidades yorubas pueden transmutar en otros seres. Los colores fueron un detonante para equiparar a los santos católicos con las deidades lucumíes. Con respecto a lo anterior, a Eleguá se le vincula con el Santo Niño de Atocha, así como con San Antonio de Padua.  Con el primero, la analogía se encuentra en que ambos santos son niños, además de poseer una vestimenta muy similar. Los colores del vestuario del niño Eleguá se intercalan solamente entre el negro y el rojo los cuales lo representan. El significado de estas tonalidades dentro de la santería posee diferentes aseveraciones. Por un lado, el negro representa la fortaleza, sustantivo que caracteriza muy bien a este oricha. El color rojo por su parte representa la sangre y al mismo tiempo la alegría. En su conjunto, los colores de Eleguá forman diferentes dicotomías entre la vida y la muerte, o el principio y fin de las cosas. Así mismo, la afinidad de Eleguá con San Antonio de Padua se debe a que a este último se le atribuye el don de la suerte de los feligreses, mientras que el príncipe mensajero yoruba es dueño y señor de la fortuna o destino de los humanos.

Por otro lado, dentro de la numerología, a Eleguá se le representa con el número tres, su día de adoración es el lunes y su festividad es el trece de junio. Las ofrendas que se le hacen van desde el pescado, el coco, el tabaco y el aguardiente, así como toda variedad de dulces que como el niño que es, disfruta con vehemencia. De igual manera, dentro de los sacrificios llevados a cabo en las ceremonias de iniciación o de otra índole religiosa, a Eleguá se le inmolan chivos, jutías y gallos, más nunca palomas porque se dice que estas lo debilitan. Estos rituales conllevan un gran significado simbólico dentro de las creencias lucumís. Los adeptos a la santería saben que sus dioses se alimentan con sangre ya que ésta es el ashé que les permite tener vitalidad y por ende la que hace posible que sus santos los ayuden en sus necesidades.

Siguiendo esta misma línea, los bailes que se realizan en honor de Eleguá son muy significativos. Cuando Eleguá baja y hace posesión de alguno de sus hijos durante los toques de santo, se puede apreciar la manera en que le gusta que se lleven a cabo sus danzas. En ellas los brincos y contorciones no faltan, así como tampoco el comportamiento pueril de sus seguidores. Las festividades de los santos yorubas suelen ser muy alegres, el toque de tambor, los bailes, las ofrendas, los collares o elekes, los cantos y oraciones siempre se encuentran presentes.  Las ceremonias suelen llevarse a cabo en el monte ya que es aquí en donde viven los orichas. Los seguidores de esta religión aseveran que los santos yorubas habitan en lugares sacros de la tierra. Lydia Cabrera menciona que: “[…] El Monte es sagrado porque en él residen, ‘viven’, las divinidades. ‘Los Santos están más en el Monte que en el cielo’” (13).  El monte al igual que la ceiba son respetados por los fieles de la santería, es por eso que las ofrendas más poderosas se realizan allí.

Eleguá y los mitos

Los patakís, por su parte, son historias mitológicas en los que las deidades yorubas fungen como personajes principales. En ellos, se cuentan pasajes de las vidas de estos y sus experiencias tanto en el mundo celestial como el terrenal. Uno de los patakís que aparece en el libro El mundo de los Orishas menciona que Eleguá era un príncipe pequeño quien se pasaba el tiempo jugando con un coco que se había encontrado, al poco tiempo este pequeño príncipe muere, pero sus padres se dan cuenta de que aquel fruto con el que su hijo pasaba la mayoría del tiempo era algo especial así que pronto les brindaría la armonía que su pueblo necesitaba. El coco está vinculado con Eleguá y se dice que: “Allí recordaron siempre la memoria del príncipe Eleguá y sobrevino entonces una época de paz y prosperidad” (Arce y Ferrer 68). Eleguá tiene una enorme participación dentro de la mitología yoruba, y es por su valor e integridad que le fue otorgado el rango jerárquico en el que ahora se encuentra. En la Tierra, el símbolo con el que es representado Eleguá es una piedra «otá». Respecto a esto, John Mason menciona que: “The Yorùbá believe that the soul goes to heaven, falls to the earth as rain, and converts itself into a stone at the bottom of the river. This is the sacred stone, the sanctified rock of ages, the stone of the ancestors […]” (Who’s knocking 7). La roca sagrada cuyas facciones son adornadas con cauris, simboliza la imagen de Eleguá. Esta piedra resulta ser muy especial ya que sobre ella se llegan a realizar sacrificios importantes para ganar la voluntad de este dios yoruba.

Eleguá es una deidad que tiene buena relación con los demás orichas. Él forma parte de los cuatro guerreros principales de la religión yoruba dentro de los cuales también se encuentran: Ogún, Ochosi y Osun. Cuando se halla al lado de Ogún, el dios de los metales, su manera de actuar es feroz. Ochosi «el cazador», por su parte, siempre se encuentra en el monte, al lado de su hermano Ogún, por lo que en las peleas que se les presentan, estos dos orichas siempre sacan juntos la casta. A Ogún le encanta la guerra y si Eleguá y Ochosi se unen a sus planes, estos tres guerreros se vuelven implacables. Es bien conocido por sus adeptos que estos tres orichas defienden con ahínco a sus fieles.

Así mismo, la relación entre Eleguá y Changó es muy estrecha. Según la tradición oral, Eleguá le salvó la vida tanto al él como a Orula ya que, en un ataque de rabia, Obatalá mandó asesinar a todos sus hijos que nacieran varones, esto a consecuencia del coraje que le provocó la traición de su hijo Ogún. Eleguá, escondió a Changó de la furia de su padre dejándolo al cuidado de su hermana Dadá quien habita en el cementerio. Fue gracias a Eleguá que Obatalá recapacitó y se retractó de aquella maldición con la que había condenado a sus hijos ya que cuando este cayó enfermo, el mensajero de los dioses llevó a Changó hasta donde Obatalá se encontraba y lo curó. Eleguá ha sido el mediador para que se restablezca la armonía tanto en el cielo como en la Tierra. Changó, el valiente y alegre guerrero yoruba tiene en alta estima a su hermano Eleguá y este último sabe corresponder con entusiasmo la fe que depositan en él.

Por otro lado, las deidades femeninas como Yemayá y Ochún son grandes amigas del pequeño gigante. Yemayá es la madre de los orichas, y lleva una relación armoniosa con su hijo Eleguá. Ochún por su parte, es su gran amiga, es la diosa del amor, la hija favorita de Olodumare y se cuenta en la tradición oral que con dulzura ha logrado conquistar a los corazones de sus hermanos orichas. Eleguá y Ochún al trabajar en conjunto pueden llegar a hacer cosas fantásticas a favor de la humanidad. De igual manera, Orula es su gran aliado y siempre lo reverencia tanto a él como a Changó antes de interpretar su oráculo diciendo “Maferefun Eleguá y Maferefun Changó” esto en gratitud a ellos. Al primero por salvarle la vida y al segundo por regalarle el tablero de Ifá.

En otro orden de ideas, el príncipe mensajero es conocido como Eleguá-Eshú en algunos de sus caminos. En el candomblé, por ejemplo, a Eshú se le considera una deidad demoniaca, quizá por los cuernos, símbolos tenebrosos que lo representan. Resulta interesante la manera en la que Rito Nagô describe a Eshú en su libro O Candomblé da Bahia: “Eshú es muchas veces representado con cuernos; más estos no son más que símbolos de poder o de fecundidad, como son todos los cuernos” (210 traducción mía). A diferencia de esta religión, en la santería, Eshú es otro avatar de Eleguá el cual no es asociado con el diablo sino más bien con la energía que algunas veces se bifurca hacia el lado negativo que suelen cargar los humanos. La dicotomía entre lo bueno y lo malo o lo positivo y lo negativo se encuentra manifestada en esta deidad. Eshú es el encargado de otorgar castigos, muchas veces crueles a todos aquellos que irrumpen con la armonía del ser humano. Un patakí relacionado con el nacimiento de Eshú en El mundo de los Orichas dice que Orula y su esposa fueron en busca de Obatalá para pedirle ayuda y les concediera un hijo. Este les concede su deseo no sin antes darles varias recomendaciones para que el niño se lograra. Le nombraron Eshú y según la leyenda este arrasaba con todo lo que se le ponía en frente. Se comió todo lo que estaba a su paso hasta llegar el día en que intentó comerse también a sus padres. Orula quien ya había sido avisado de este hallazgo por su oráculo y por recomendación de este portaba día y noche un machete. Cuando su hijo penetró en la casa para comérselos, Orula con furia sale a perseguirlo con machete en mano cortándolo en varios pedazos. Empero, de cada parte que cortaba nacía un nuevo Eshú. Nacieron en total doscientos un Eshús. Estos son los avatares por los que puede ser consultado esta deidad ya que como convenio debido a su mal comportamiento con su padre Orula este le dice: “Cada una de mis partes será un hijo para ti y podrás consultar con él cuando desees” (Arce y Ferrer 16). Eshú es encargado de transmitir mensajes de Olodumare a los hombres, así como también es quien hace que los fieles cumplan con sus destinos. Gerardo Mosquera menciona que: “Elegguá is the Yoruba and Ewe-Fon trickster, the uncertainty principle, diachronic, of change, Master or gates and crossroads, he opens and closes everything, but proves to be mischievous, unpredictable” (Santería Aesthetics 231). Si bien Eleguá suele ser bromista y juguetón, también resulta ser un emisario responsable al transmitir la palabra de su padre a sus hijos terrenales y a sus hermanos orichas.

Los medios culturales

Eleguá, al ser una de las deidades más veneradas en la isla cubana ha sido fuente de inspiración en diferentes manifestaciones artísticas. En la música, por ejemplo, artistas de la talla de Celia Cruz y Celina y Reutilio han entonado melodías en donde Eleguá es reverenciado ampliamente. Eleguá quiere tambó de Luis Grinan e interpretada por Celia Cruz menciona la importancia que esta deidad tiene dentro de las ceremonias: “[…] África me dio la gran facultad para cantarle a mi orisha/ y a mi tambó de batá/ Eeee Eleguá quiere tambo/ Tambó, tambó, Eleguá quiere tambó” (Goldstar Records). El baile y la música son para los fieles de la santería imprescindible porque saben que sus orichas disfrutan de ellos. Los tambores batá por su parte son un símbolo de gran importancia en las ceremonias yorubas, esto no solo por su mitología, sino también por ser los encargados de transmitir un ritmo armonioso a las fiestas. Por otro lado, Celina y Reutilio cantautores de El hijo de Eleguá en donde unos de sus versos mencionan: “Yo soy hijo de Eleguá/ Yo trabajo con Ogún (bis)/ Yo soy el negrito guapo Chambele/ Que rompo piedra con los pies/ Me llaman el rompe monte/ Me dicen el invasor/ Yo soy el negrito bueno/ El hijo del salvador” (Puchito Records). Las canciones populares logran ser grandes éxitos porque en ellas se describen las hazañas de héroes o leyendas. En el caso de las deidades yorubas, los mitos, leyendas y testimonios se encuentran presentes en las letras de sus canciones para que el pueblo siga recordando la grandeza de sus dioses.

Así mismo, el teatro ha sido otro medio de expresión en donde las deidades de la santería han sido personajes importantes las cuales transmiten mensajes valiosos para sus seguidores. Un ejemplo de ello se encuentra en la obra teatral Chicherekú puesta en escena por Pepe Carril en 1976. Eleguá resulta ser el personaje de mayor importancia ya que como lo dice la mitología yoruba es quien abre y cierra los caminos, es quien da privilegios y los quita a todos aquellos que incumplen sus deberes y promesas. Chicherekú «Hicotea/tortuga» quien es el primer animal que habita la tierra y quien por gracia de Eleguá es coronada como la reina del monte, va a salvaguardar los secretos que solo el príncipe mensajero sabe. Su trabajo además de guardar aquellos secretos es vigilar la casa de Ochún, dejar libre el camino a Yemayá y procurar ser callada porque Oyá siempre busca a quien llevarse al cementerio. También le pide vigilar a la mujer y las acciones que ésta haga. Empero, Chicherekú no cumple con las ordenes de su padre Eleguá ya que por andar de presumida comete la indiscreción que contar aquellos secretos que tanto le habían confiado. Osain, dueño absoluto del monte y sus secretos, quien también se encuentra presente en esta obra, condena a la Hicotea y le dice a Eleguá: “[…] A Hicotea no la quiero en el monte, cuando viva en tu reino, la quiero cobarde y escondida debajo del carapacho” (Pepe Carril 49). La moraleja de esta pieza de teatro está situada en la obediencia que se le deben a los dioses, ya que estos son quienes premian por el buen comportamiento o castigan por la subversión de este.

El cine, por su parte, no ha pasado por alto la magnitud que tiene esta deidad lucumí ya que en filmes en donde otras deidades del panteón yoruba resultan ser protagonistas como lo son María Antonia (1990) de Sergio Giral o Santa Camila de la Habana Viaja (2002) de Belkis Vega por mencionar algunas, les han dado el respeto que el príncipe mensajero merece. La pantalla grande ha sido un medio muy importante de transmisión de la cultura afrocubana. Gracias a él se han erradicado estereotipos que se tenían hacia la santería a la cual se le relacionaba con magia negra y hechicería. Filmes como los antes mencionados han puesto énfasis en mostrar la realidad de lo que son las creencias lucumís, y como estas mantienen viva su mitología.

Eleguá tiene un papel muy importante que desempeñar dentro de las creencias yorubas. Su pueblo le brinda honores porque saben que por medio de él se abrirán o cerrarán las puertas del éxito de cada individuo. Eleguá puede ser tanto vida como muerte y ya que sus caminos son muy diversos la fortuna o la miseria de cada fiel siempre va a depender de la obediencia no solo hacia él, sino a todos los orichas. La mitología yoruba sigue presente en sus adeptos y es por eso que las leyendas que de ella emanan se mantienen vivas a través de sus rituales. Por otra parte, la cultura afrocubana relacionada con la santería ha trascendido dándose a conocer en el mundo gracias en gran parte a el teatro, el cine y la música en donde las deidades yorubas han sido protagonistas. Eleguá, el embajador del cielo ha demostrado ser un oricha fiel a sus convicciones, primero en el cielo con su padre Obatalá y en la tierra al procurar por el bienestar de sus hijos. Empero, su fama ha nacido por la ambigüedad de personalidades que existe en él, no por nada es el dios de las encrucijadas con el que se le relacionan los destinos de los hombres.


Referencias:

  • Arce, Arisel, and Armando Ferrer. El mundo de los orishas. Editorial José Martí, 2005.
  • Cabrera, Lydia. El Monte. Ediciones Universal, 1954.
  • Carril, Pepe. Teatro Mítico. Ediciones Alarcos, 2007.
  • Celina y Reutilio. “El hijo de Eleguá”. Éxitos de Siempre, Witty Management 2020.
  • Cruz, Celia. “Eleguá quiere Tambó”. Songs, Goldstar Records, 2016.
  • Ecun, Oba. Mitología De la Religión Yoruba. ITA, 1970.
  • Mason, John. Who’s knocking on my floor?: Èsù Arts in the Americas. Yorùbá Theological Archministry, 2003.
  • —. Òrìsà: New World Black Gods. Yorùbá Theological Archministry, 2016.
  • Mosquera, Gerardo. “Elegguá at the (Post?) Modern Crosswords. The presence of Africa in the visual art of Cuba”, Santería Aesthetics: In Contemporary Latin American Art, edited by Arturo Lindsay, 1996.
  • Nagô, Rito. O Candomblé Da Bahia. São Paulo Editora S.A., 1958.
  • Ortiz, Fernando. Los Negros Brujos. Ediciones Universal, 1973.
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México-USA. Doctora en literatura latinoamericana por la Universidad de Texas Tech. Ha realizado estudios en las áreas de literatura creativa, lingüística aplicada, filosofía, historia y antropología de las religiones. Sus áreas de investigación están ligadas a la literatura afrocubana asociada con los orichas, la literatura fantástica, la novela negra así como la mitología pre-hispánica de las civilizaciones maya y azteca.