La noche de mi primera reunión de célula llovía. Los inicios de Dalton en la militancia política (1953-1960)

2 diciembre, 2024

Introducción

El poeta salvadoreño Roque Dalton (1935-1975) se reconoce principalmente en virtud de su importante obra literaria y por las circunstancias de su muerte. Una parte importante de su obra tiene relación con sus aportes al pensamiento marxista latinoamericano, los cuales se relacionan con su militancia política pero también van más allá de ésta. Esta afirmación no resulta antojadiza. Hay importantes intelectuales marxistas contemporáneos que han reconocido los aportes del poeta salvadoreño en esta vía. Por ejemplo, Michael Löwy incluye un texto de Dalton (El Salvador, el istmo y la revolución) en su Historia del marxismo latinoamericano, donde el autor franco-brasileño ubica al salvadoreño (“un brillante escritor y poeta comunista salvadoreño exiliado en Cuba (…)  asesinado, por divergencias políticas, por los dirigentes de un grupo guerrillero con el cual colaboraba –el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), fundado por Joaquín Villalobos (hoy convertido a la social-democracia” (Löwy, 2007, p. 24) como “miembro (disidente) del Partido Comunista” (Löwy, 2007, p. 340). Asimismo, Néstor Kohan le dedica sendos estudios a Un libro rojo para Lenin (Kohan, 2011 y 2020).

El itinerario marxista de Roque Dalton arranca prácticamente desde sus años universitarios y vertebra su quehacer literario, intelectual y político. El poeta salvadoreño devendrá, a finales de la década de 1960, en un participante en los debates políticos sobre las vías de la revolución latinoamericana. En esta investigación plantearemos algunos elementos importantes de la formación marxista inicial del poeta salvadoreño, lo cual servirá para posteriores trabajos sobre el desarrollo de las posturas marxistas de este autor.

Desde esa perspectiva, nos planteamos las siguientes preguntas de investigación:

-¿Cuáles fueron los contextos históricos, nacionales y regionales, en los que se dio la recepción inicial del marxismo en Dalton?

-¿En qué corriente o corrientes del marxismo latinoamericano podemos ubicar dicha recepción?

-¿Podemos hablar de elementos originales de parte de Dalton en lo que respecta a dicha recepción?

-¿Qué implicaciones tienen estos elementos teóricos en la militancia política inicial del autor?

Aquí podemos distinguir algunos elementos que influyen en el proceso de recepción inicial del marxismo en Dalton. Primero, el contexto regional y salvadoreño del marxismo en la década de 1950, tanto a nivel político como en el desarrollo de producciones intelectuales marxistas en El Salvador. Un segundo momento, más de carácter biográfico -lo biográfico está fuertemente vinculado a los procesos históricos, más en este caso- es el del viaje “iniciático” de Dalton a Chile en 1953, donde se registra el que se supone fue su primer acercamiento al marxismo. En tercer lugar, en el contexto de su regreso a El Salvador, en 1954, la inserción del autor en el movimiento literario y político del país, dentro de un período de reactivación del trabajo organizativo del Partido Comunista de El Salvador (PCS), organización donde comenzará su primera militancia política, que incluirá un viaje a la Unión Soviética y su participación en las luchas antidictatoriales. Para comenzar a adentrarnos en este punto, vale la pena traer a cuenta estas palabras incluidas en el libro Miguel Mármol: los sucesos de 1932 en El Salvador:

Cuando yo nací, Miguel Mármol tenía cinco años de ser militante comunista y ya había sido fusilado una vez, había viajado a la Unión Soviética y había estado preso en Cuba. Mármol se educó en el comunismo cuando Stalin era o parecía ser la piedra angular de un sistema, cuando la posibilidad de ser “el hombre nuevo” consistía en llegar a ser “el hombre staliniano”. Yo ingresé en el Partido en 1957, después de haber visto en la URSS los primeros síntomas de la “desestalinización”, y personalmente tenía tras mí un origen de clase muy complejo, una educación burguesa y una ubicación social de carácter intelectual. El problema del “stalinismo” y de la crítica al “culto a la personalidad” no vine a conocerlo más o menos ampliamente hasta en los años 65-67 en Praga, y lo conocí como un problema casi teórico, de información. En todo caso, lo conocí desde mi calidad de intelectual. De intelectual de Partido, es cierto, pero, en último caso, intelectual. Lo cual, desde luego, no es la confesión de un delito, ni mucho menos, sino el enunciado de un hecho (Dalton, 1982, p. 11).

Este fragmento nos habla del hecho de que Dalton comienza su militancia marxista en un período de transición en el movimiento comunista internacional, marcado por la desaparición física de Josef Stalin y por un primer cuestionamiento hacia el culto a la personalidad. De alguna manera, la década de 1950 marca este tránsito generacional: Para la militancia comunista salvadoreña (al igual que para el resto de movimientos y partidos influidos por la Unión Soviética), Stalin era el gran referente de la cultura marxista de influencia soviética -recordemos también que ha surgido la República Popular China y Mao Tse Tung como un campo político y simbólico que, a su tiempo, disputarán la hegemonía soviética más adelante. Las palabras de Dalton también dejan entrever las tensiones alrededor de la relación de los movimientos de izquierda con los intelectuales (“no es confesión de un delito, ni mucho menos…”). Hasta 1959, el entorno marxista salvadoreño tiene una marcada influencia soviética -no necesaria o exclusivamente estalinista-, lo cual se expresa en el marco de interpretación de la realidad del país y de la alternativa política para superar los problemas nacionales. Esto último se formuló en términos de la necesidad de llevar a cabo una “revolución democrático-burguesa”, punto sobre el que volveremos más adelante.

  1. Contexto histórico del marxismo latinoamericano y salvadoreño en la década de 1950.

Hay dos fechas distintas sobre el ingreso de Roque Dalton al PCS: La que proporciona el propio poeta, 1957 (Dalton, 1982, p. 11) y la que el investigador Roberto Pineda ha determinado en sus importantes estudios: 1958 (Pineda, 2014). La década de 1950 es sumamente compleja para los movimientos marxistas latinoamericanos. El marco geopolítico mundial tuvo una influencia muy grande para dichos movimientos. La participación de la Unión Soviética en el bando de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial tuvo repercusiones para los partidos comunistas latinoamericanos. Por una parte, las fuerzas antidictatoriales, incluyendo a los comunistas, supieron leer el contexto de la lucha contra el eje nazifascista como un rechazo a las dictaduras, específicamente, a la dictadura de Maximiliano Hernández Martínez, como lo recuerda Matilde Elena López. Por el otro, el hecho de que la Unión Soviética y Estados Unidos combatieran en el mismo bando, significó para algunos que las contradicciones históricas entre los sistemas que representaban ambas potencias ya habían sido superadas. Al menos, así lo entendió Earl Browder, secretario general del Partido Comunista de Estados Unidos (CPUSA, por sus siglas en inglés).  Michael Löwy explica las raíces del fenómeno que se conoció posteriormente como “browderismo” y sus implicaciones hacia los partidos marxistas latinoamericanos:

Durante 1944 y 1945, se desarrolló en América (de norte a sur) un fenómeno conocido como el browderismo. En la euforia ocasionada por los acuerdos de Teherán, Earl Browder, el líder del Partido Comunista de los Estados Unidos, declaró el inicio de una era de amistad y colaboración íntima entre el campo socialista y los Estados Unidos, que estaba destinada a continuar aun pasada la guerra. Browder extrajo conclusiones “excesivas” de esa perspectiva histórica y convirtió al Partido Comunista de los Estados Unidos en una mera “asociación política”. Esa práctica fue condenada como liquidacionista por el movimiento comunista internacional en un discurso de Jacques Duclos (líder del PC francés) en abril de 1945. Los partidos comunistas latinoamericanos, sin embargo, también habían sido barridos por el browderismo (Löwy, 2007, p. 33).

El browderismo ganó adeptos en muchos dirigentes comunistas de renombre, como el argentino Vitorio Codovilla, quien llegó, incluso a hablar de la posibilidad de una cooperación entre Washington y Moscú con los gobiernos democráticos latinoamericanos, “para llevar a cabo un programa común, que  (…) contribuirá para el desarrollo independiente de esos países y les permitirá, en algunos años, eliminar el atraso en el cual estuvieron sumergidos por muchas décadas”  (Löwy, 2007, p. 33). Este tipo de perspectiva generó una pérdida de horizonte político, que se manifestó en el cambio de nombre que, al menos provisionalmente, sufrió el CPUSA (de Partido a Asociación, según Handal, 1980), y distintos partidos comunistas, como el cubano, que pasó a llamarse Partido Socialista Popular, el cual, incluso, divulgó su nueva postura en un documento titulado “Colaboración entre obreros y patrones” (Löwy, 2007, p. 34).

Browder argumentaba que los encuentros cumbres de los jefes de Estado de las grandes potencias aliadas (Roosevelt, Churchill y Stalin), realizados durante la guerra en Teherán (Irán), Yalta (URSS) y Postdam (Alemania), habían cambiado el curso de la historia. Entre capitalismo y socialismo se había establecido una especie de convergencia, de hermandad y, en adelante, la humanidad iba a desarrollarse y progresar por la vía del entendimiento y no del enfrentamiento, de la violencia. Los partidos comunistas debían adoptar un nuevo pensamiento y convertirse en una especie de asociaciones, algo parecido a clubes, de gente bien intencionada, estudiosa, capaz de convencer a los extremistas que todavía quedarían pululando en un lado y otro, para que entendieran la “nueva época”. Más o menos ese era el planteamiento (Handal, 1980, p.)

La influencia de Browder con su posición conciliatoria con el capitalismo en el seno del CPUSA se tradujo en el apoyo del partido a las políticas sociales de Roosevelt. Su actividad dentro del CPUSA duró hasta su expulsión en 1946, un año después de dimitir a su cargo de Secretario General. Browder sufrió la persecución maccarthista y fue citado a declarar ante el Comité investigador de Actividades Antiamericanas, pero no delató a sus antiguos compañeros. Sin embargo, sus posturas tuvieron una repercusión posterior, que se extendió hasta principios de la siguiente década, en particular, por lo que se dio en llamar “liquidacionismo”, es decir, lo anteriormente señalado en el sentido de disolver los antiguos partidos comunistas y transformarlos en simples asociaciones.

 Esto generaría conflictos en el seno de los partidos comunistas, como lo demuestra el caso salvadoreño. En un escrito de 1980, Schafik Handal aborda esta cuestión, en términos en el que el browderismo tuvo una posición minoritaria, apoyado principalmente por intelectuales (“el influjo de aquella posición llegó nada más a dos o tres cabezas ilustradas, intelectuales de gran nota, que alcanzaban a conocer y asimilar la extraña sabiduría de aquella posición”, (Handal, 1990), pero que fue rápidamente derrotada por la postura de los militantes obreros.

Y convocaron (los intelectuales browderistas del PCS, N. del A.) una reunión para exponer y apoyar el nuevo pensamiento, que se realizó en el tiempo que media entre el derrocamiento del dictador Martínez y el contragolpe -cinco meses después- de Osmín Aguirre, en octubre. En ese período es que se produce ese intento browderiano dentro del Partido, que duró una sola reunión, porque los obreros comunistas más combativos y claros los enfrentaron y rechazaron tajantemente.

Ellos fueron principalmente los obreros comunistas de Santa Ana. Escucharon la enjundiosa intervención de uno de estos intelectuales y pidió la palabra uno de ellos, Daniel Castañeda, quien todavía vive. Tiene 96 años, de oficio sastre. Y les dijo: “¡Eso es traición!”. La mayoría apoyó esa caracterización. Los browderianos en ciernes fueron refutados también por uno de los intelectuales comunistas más destacados.

Así terminó todo. Luego, para ponerle fin a las dudas, vino el contragolpe de Osmín Aguirre y vino la gran capturadera. En primer lugar, fueron capturados esos mismos compañeros que andaban embullados con el browderismo y, por supuesto, no se volvió a saber más del asunto. Afortunadamente, por eso nos seguimos llamando Partido Comunista de El Salvador (Handal, 1990).

Sin embargo, esta situación no puede desestimarse en nuestro análisis. Una razón es que aquello que podríamos nombrar “coyuntura browderista” dentro del marxismo salvadoreño podría interpretarse como parte de una serie de conflictos entre algunos intelectuales académicos comunistas y otros cuadros intelectuales, obreros y campesinos en lo que respecta a su influencia dentro del PCS.  Esta coyuntura, podríamos suponer, fue el catalizador de esos conflictos, aunque no el capítulo definitivo. Como una secuela del browderismo, nos encontramos también que algunos partidos comunistas también habían decidido apoyar a los gobiernos de sus países, independientemente de que estos fueran dictaduras, como ocurrió con el PSP en el tiempo del dictador Machado en Cuba. Un caso sonado en El Salvador fue el del exsecretario general del PCS, Julio Fausto Fernández (1913-1981). Miguel Mármol lo recuerda así:

Julio Fausto era entonces un joven optimista y muy activo en la lucha y me impresionó favorablemente desde que lo conocí en Paleca, en una reunión clandestina, por su entusiasmo e inteligencia. Era uno de esos muchachos brillantes a quienes se les nota el ajuste del talento en las manos y en los ojos. Siempre llegaba a las reuniones contando los pequeños éxitos organizativos y los grandes planes para el futuro. Leía y nos hacía leer de todo, reproducía nuestros manifiestos a máquina después de corregirles el estilo y hacía que sus amigos estudiantes y compañeros pequeño-burgueses los distribuyeron en sus respectivos círculos sociales. Una verdadera lástima su destino posterior, su falta de firmeza disfrazada con una conversión al cristianismo que no le han creído nunca ni los curas. Pero así es la vida. Más bien dicho, así es la lucha de clases en la cabeza de los aliados del proletariado (Dalton, 1982, p.p. 185-186 ).

Fernández participó activamente en el movimiento universitario, siendo redactor del periódico Opinión Estudiantil, en 1935, dirigente de la Unión Nacional de Trabajadores durante el martinato, militante clandestino en las jornadas de 1944 y designado Secretario General del PCS (Pineda, 2008). Fernández, abogado de profesión, también escribió libros de filosofía, como El existencialismo. Ideología de un mundo en crisis, publicado en Montevideo, en 1950, en la Editorial Pueblos Unidos, del PC del Uruguay. El libro fue prologado por el pedagogo comunista uruguayo Jesualdo y tiene una famosa caricatura de Toño Salazar. El libro sostiene la postura antiexistencialista propia de los partidos comunistas prosoviéticos, que reducían esta filosofía a una muestra de la decadencia del capitalismo en la etapa de posguerra. En su prólogo, Jesualdo destaca que el propósito de Fernández es “demostrar que la de Sartre no es una filosofía nueva y menos aún una ideología progresista ‘como creen algunos jóvenes incautos’, ya que este mundo en crisis (…) se sirve de formas caducas”, por cuanto el existencialismo “es, en consecuencia, ideología de un mundo en crisis”, esto es, de la supuesta crisis terminal del sistema capitalista (Fernández, 1950, p. 9). Jesualdo hace un auténtico florilegio de la figura del filósofo salvadoreño:

Fernández pertenece a los hombres nuevos de un tiempo nuevo, sin más acá ni más allá; en el centro de su tiempo y el ser, es decir, de la vida. Es uno de los neo-humanistas proletarios que trabaja por arrancar a la sabiduría todos sus secretos y ponerlos al servicio de la Humanidad entera; dominar el tiempo y el espacio con su inteligencia y descubrir para el porvenir el equilibrio de todas las fuerzas del hombre, “el capital más precioso”, como afirmó Stalin de éste, el que en cualquier ideología progresista -no ya para el comunismo- ha de ser, es, el que pueda devolver el fuego a Prometeo después de haber fundido sus cadenas y liberado al gigante definitivamente (Fernández, 1950, p. 11).

Fernández liquida rápidamente la fenomenología y la tilda de”método intuicionista y anti-científico del que se vale el existencialismo” (Fernández, 1950, p. 18). Lo mismo hace con Sartre, sobre quien repite las acusaciones según las cuales “importó una filosofía germánica sospechosamente conectada con el hitlerismo” (Fernández, 1950, p. 275), en referencia a la filosofía heideggeriana. Además, le imputa haber escrito la pieza teatral Las manos sucias, que haría referencias negativas a los militantes comunistas “en el momento en que el gobierno reaccionario de Francia emprendía en Francia la cruzada contra los comunistas” (Ilya Ehrenburg, citado por Fernández, 1950, p.93). Si esto no fuese poco, “con justicia (Sartre) podría ser acusado también de resucitar en pleno siglo XX la mística del siglo XIV y de importar la metafísica oriental”  (Fernández, 1950, p. 204). Páginas antes, ha ocupado un capítulo entero para demostrar la confusión que, a su juicio, opera Sartre entre filosofía y literatura. De manera sumaria, hace esta definición: “El existencialismo (es el) reflejo en el plano intelectual de las contradicciones del capitalismo en el plano imperialismo” (Fernández, 1950, p. 23) Hay que reconocer, empero, que Fernández hace un esfuerzo amplio, aunque sea para atacarlas, a las fuentes y corrientes de pensamiento existencialistas, abarcando, no sólo a Sartre, sino a otros autores.

Esta publicación se dio en la culminación de una serie de cargos públicos en gobiernos militares salvadoreños que Fernández asumió, aún siendo Secretario General del PCS. Fernández ascendió de Fiscal General de Hacienda a Cónsul en Montevideo y en Brasil, representando al gobierno de Osorio. De ahí que, un tanto tarde, el PCS decidió expulsarlo en 1950. El cambio hacia el neotomismo fue acelerado. En menos de dos años, ya había publicado en El Salvador Del materialismo marxista al realismo cristiano y, en 1953, como señala Roberto Pineda, pronunció una conferencia en el Paraninfo de la Universidad de El Salvador, en la que abjuraba públicamente del comunismo (Pineda, 2008). Daniel Castaneda fue elegido Secretario General del PCS en 1950. Los primeros cinco años de la década fueron de intensa persecución política contra los militantes comunistas de parte de la dictadura militar. Ello se agravó con el golpe militar que derrocó al presidente guatemalteco Juan José Arbenz en 1954, lo que provocó que varios comunistas salvadoreños, incluyendo a figuras como Matilde Elena López, Graciela García, Lilliam Jiménez, Dagoberto Marroquín y Amparo Casamalhuapa, tuvieran que dejar el país centroamericano y exiliarse en otras naciones, antes de volver a El Salvador hacia 1956.

Por tanto, el contexto político del comunismo salvadoreño en el momento en el que Dalton hace sus primeros contactos con el marxismo, es el de una persecución política severa y el de los esfuerzos por revitalizar el trabajo organizativo del PCS cuando el régimen de José María Lemus da alguna apertura política que permite regresar a los exiliados al país y abrir espacios políticos y culturales alternativos.

Ahora bien: es importante también destacar las tensiones entre el PCS y los intelectuales. Por ejemplo, hubo conflictos en el período señalado entre figuras como Pedro Geoffroy Rivas, Amparo Casamalhuapa, Dagoberto Marroquín y Matilde Elena López. Algunos de estos intelectuales terminaron alejándose del PC, mientras que otros, como Geoffroy, rompieron de manera pública. Este tipo de tensiones marca a la izquierda salvadoreña y, de algún modo, la trayectoria política de Dalton muestra las huellas de esas relaciones conflictivas.

  1. El camino de Santiago

La primera salida al extranjero que hace Dalton, después de graduarse de bachiller en el colegio jesuita Externado de San José, fue a Santiago de Chile. Cualquier biografía dirá que Dalton, financiado por su padre Winnall, decidió ir al país sudamericano a estudiar derecho en la Universidad Católica, pero que después, animado por un jesuita que lo recibió en Chile, optó por estudiar en la estatal Universidad de Chile. El supuesto primer contacto con el marxismo, según el propio Dalton, fue a través de una entrevista que tuvo con el pintor mexicano Diego Rivera, quien lo habría cuestionado de una manera brutal por no haber leído nada de marxismo. A partir de esto, se dice, el joven poeta se habría interesado por leer marxismo y por saber de la historia de su país, con lo cual se habría preparado el terreno para su posterior militancia comunista.

Aunque el núcleo de esta versión puede ser verdadero, consideramos que es importante considerar otros aspectos para ampliar esta perspectiva. En el entorno universitario chileno, tal como el propio Dalton lo reconoce, había un ambiente de izquierdas bastante variado. Es decir, una diversidad de culturas de izquierda que se desconocía en El Salvador. Recuérdese que esto tiene raíces históricas que no podemos soslayar. Estas raíces no se reducen al hecho de que en El Salvador de la época se vivía una dictadura militar y estaba fresco 1932. También se remiten a la misma historia de la introducción de las tradiciones de pensamiento de izquierda en ambos países. En El Salvador, como probablemente en el resto de Centroamérica, hubo un influjo importante a principios del siglo XX del pensamiento anarcosindicalista y, más tarde, del pensamiento marxista, a través de viajes de activistas y de publicaciones que llegaban, principalmente, vía México. En Chile, al igual que en Argentina, las corrientes migratorias de Europa trajeron consigo a trabajadores empobrecidos y a intelectuales que ayudaron a crear un entorno intelectual, político y sindical alrededor de tradiciones como el anarquismo, las tradiciones socialistas y el marxismo. No era extraño, pues, que el joven Dalton encontrase en Chile este abanico amplio de activismo de izquierda. Gobernaba entonces el general Carlos Ibañez, quien dio una apertura política importante e impulsó políticas sociales. Ibañez ganó unas elecciones presidenciales en 1952, un año antes del viaje de Dalton a Chile. Uno de sus contrincantes era un médico socialista llamado Salvador Allende.

En el entorno universitario, es probable que Dalton conociera a Schafik Handal, un cuadro del PCS que había sido exiliado con su familia un año antes. Handal estudiaba derecho y era miembro de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH) y militaba en el PC chileno. No hay evidencias de este contacto -en su momento intentamos dialogar con Handal a este respecto sin mayores éxitos-, pero las probabilidades son altas, pues Handal era dirigente estudiantil, así que no era un personaje clandestino.

En ese contexto, el poeta Pablo Neruda impulsó el Congreso Continental de la Cultura, celebrado en Santiago del 26 de abril al 3 de mayo de 1953. El Congreso tuvo un carácter bastante amplio, en tanto participaron no solamente reconocidos intelectuales de militancia comunista, como Jorge Amado, Diego Rivera, Nicolás Guillén y el propio Neruda. El comité organizador estaba presidido por la poeta Gabriela Mistral, el escritor colombiano Baldomero Sanín Cano y el intelectual costarricense Joaquín García Monge (Filosofía.org, s/f). Stalin había fallecido el 5 de marzo de ese año.

En su recuento autobiográfico, Dalton menciona que fue en el marco de ese congreso que una revista estudiantil le encomendó entrevistar al muralista mexicano Diego Rivera. No hemos de repetir la muy conocida anécdota que refiere el poeta salvadoreño. Más interesante es tomar en cuenta que para esa fecha, Diego Rivera se había enfrentado a la dirigencia del PC mexicano, al apoyar el asilo político en México para Lev Trotski y Marisa Sedova, y que él y su esposa Frida Kahlo le habían cedido una de sus casas al matrimonio de perseguidos por Stalin. A lo que vamos es que a Dalton se le abre ante los ojos un mundo de izquierdas mucho más amplio de lo que pudo ver en El Salvador, pero, también, es solamente volviendo a su país e insertándose en el entorno marxista que pudo procesar esta complejidad política y cultural.

  1. Vinculación al movimiento universitario salvadoreño y al PCS 

Dalton vuelve a El Salvador en 1954. Su aparición en el campo político intelectual data de 1956, con diversas publicaciones en suplementos culturales de la época, aunque sus primeras experiencias políticas daten desde antes, con el apoyo de Jorge Arias Gómez. En el período en el que Dalton inicia su militancia, es la etapa en la que, a juicio de Fornet-Betancourt (y sin desmedro de la importancia de la lucha de los militantes revolucionarios de ese momento) se había caído en un estancamiento teórico y en una casi nula producción de pensamiento crítico:

Oprimido en sus posibilidades crítico-reflexivas por el apogeo del aparato stalinista, el marxismo parece morir a manos de una de sus pretendidas encarnaciones históricas. El marxismo degenera, por lo general, en un ejercicio de “administración” y de aplicación de un cuerpo doctrinal muerto (Fornet Betancourt, 2001, p. 226).

Dalton recuerda el inicio de su militancia en ese clima dogmático con cierto humor, no exento de amargura:

La noche de mi primera reunión de célula llovía
mi manera de chorrear fue muy aplaudida por cuatro
o cinco personajes del dominio de Goya
todo el mundo ahí parecía levemente aburrido
tal vez de la persecución y hasta de la tortura diariamente soñada.

Fundadores de confederaciones y de huelgas mostraban
cierta ronquera y me dijeron que debía
escoger un seudónimo
que me iba a tocar pagar cinco pesos al mes
que quedábamos en que todos los miércoles
y que cómo iban mis estudios
y que por hoy íbamos a leer un folleto de Lenin
y que no era necesario decir a cada momento camarada (Dalton, 1976b, p. 32).

Hay tres puntos importantes aquí: Primero, Dalton, en tanto intelectual, defiende la línea de la “revolución democrático-burguesa”. Segundo, su viaje a la URSS en 1957 fue parte de esta misma línea política. Tercero: No obstante lo anterior, ya hay ciertos atisbos de una postura crítica, propiciadas ante todo por los hechos represivos de finales de la década, los cuales habrían hecho naufragar la idea de un programa reformista logrado a través de la lucha política legal.

3.1. La revolución democrático-burguesa en un escrito de Dalton

En enero de ese año, el PCS celebra un “plenum”, una sesión plenaria del Comité Central para tomar acuerdos estratégicos para el período. Sobre ello, apunta Roberto Pineda:

En enero de 1956, en el marco de la campaña electoral del PRUD para imponer al Coronel José María Lemus en la presidencia, se realiza un importante plenum del comité central del PCS en el que se evalúa la situación nacional y se toman importantes acuerdos. Se define trabajar por la formación de un Frente Patriótico de Unidad que unifique a las fuerzas democráticas y que tenga como tareas luchar por el desarrollo, por la liberación nacional y por la democratización. Identifica el carácter de la revolución como democrático-burgués, por lo que su objetivo es “fundamentalmente anti-feudal y antiimperialista” (Pineda, 2014).

Estas conclusiones son importantes para entender el tipo de concepciones marxistas propias del período. En ese momento, la tradición marxista soviética y eurocéntrica es todavía muy fuerte. Es patente la lectura “etapista” del proceso histórico, según la cual no es posible saltar las etapas históricas lineales de los modos de producción. Según esta lectura, un país capitalista dependiente como El Salvador se encontraba en una etapa feudal o cuasi feudal, para superar lo cual era importante que el carácter de la revolución fuera democrático-burgués, como un paso transitorio al socialismo. Este tipo de lecturas se impugnarían en la década siguiente. Otro paso importante era la implementación de la estrategia  del frente popular, como una amplia coalición de fuerzas sociales democráticas.

El programa del Frente Patriótico de Unidad de las fuerzas democráticas comprende los siguientes diez puntos: a) vigencia de todas las libertades democráticas; b) respeto al derecho del pueblo a elegir a sus propios gobernantes; c) integración de un régimen de liberación nacional; d) realización de la Reforma Agraria; e) desarrollo de la industrialización nacional; f) defensa de los precios de nuestras materias primas; g) nacionalización de las empresas monopolistas extranjeras que operan en el país; h) libertad plena para comerciar con cualesquiera naciones del mundo, particularmente con la Unión Soviética y los países de Democracia Popular; i) aceptación de la ayuda técnica que la Unión Soviética proporciona a nuestras naciones; j) defensa de la causa de la paz y la amistad entre todas las naciones (Pineda, 2014).

Volveremos a lo que el programa del PCS menciona sobre la URSS más adelante. Ahora bien: la estrategia política acordada por el PCS en 1956 tiene correspondencia con dos factores que señala Raúl Fornet-Betancourt en lo que respecta al contexto de los partidos comunistas latinoamericanos en dicha etapa. Primero, la continuidad con “el rumbo reformista” que le dieron a su política “muchos partidos comunistas en América Latina, entre los que habría que destacar a los de Colombia, Chile y Cuba” (Fornet-Betancourt, 2001, p. 230). Estos partidos, según Fornet, lograron un crecimiento político importante, pero a costa de convertirse “prácticamente en el ‘ala izquierda’ de la política establecida” (Fornet-Betancourt, 2001, p. 230), o, al decir de Roque Dalton, pieza integrante del engranaje del “capitalismo que permite inclusive a más de algún Partido Comunista ser la oposición-de-Su-majestad” (Dalton, 1976a, p. 62).

El segundo factor tiene relación con la política internacional de la Unión Soviética. Si en la Segunda Guerra Mundial, el pacto Ribbentrop-Molotov había implicado que, por un breve período, el movimiento comunista internacional se mantuviera en una “confrontación sin compromisos con el fascismo”, la ruptura de dicho pacto con la invasión nazi de 1941, hubo sucesivos virajes en la política exterior soviética que afectaron a los partidos comunistas en general, y a los latinoamericanos en particular. A raíz de la confrontación soviética con los nazis, “la alianza antifascista es, pues, ahora, la pralraba de orden”, con lo cual “los partidos comunistas latinoamericanos” se vieron obligados a readecuar “su política tanto frente al imperialismo de los Estados Unidos como frente a los programas políticos de las respectivas políticas nacionales” (Fornet-Betancourt, 2001, p. 229). En el contexto del fin de la Segunda Guerra Mundial y el fin de la llamada “Guerra Fría” entre Estados Unidos y la Unión Soviética, a principios de la dècada de 1950, se da una furibunda persecución anticomunista en los distintos países, comenzando con el fenómeno del macartismo en Estados Unidos y prosiguiendo con la feroz represión de los gobiernos militares en El Salvador, entre otros episodios.  El XX Congreso del Partido Comunista de la URSS (PCUS) establece una nueva línea estratégica que inicia “la etapa de la coexistencia pacífica”, con lo cual os PC latinoamericanos vuelven “a la política reformista de la alianza con la burguesía nacional, con vistas a lograr un progreso económico que permita alcanzar la etapa capitalista de desarrollo social” (Fornet-Betancourt, 2001, p. 232). Con ello, se afianza una dependencia política y teórica de parte de los PC hacia la URSS, donde aparecen como verdades incuestionables “la interpretación ‘stalinista’ del marxismo, la doctrina de la revolución por etapas y del bloque de cuatro clases para la realización de la etapa nacional-democrática” (Löwy, citado por Fornet-Betancourt, 2001, p. 233).

Esto se puede ver en los acuerdos del plenum del Comité Central del PCS en 1956. En un artículo publicado en el periódico La Prensa Gráfica, en 1956, Dalton escribe un artículo titulado “Un caso de justicia histórica. La valoración de Anastasio Aquino”. En él hace una valoración elogiosa de un trabajo de Jorge Arias Gómez, un militante comunista veterano de las luchas contra Hernández Martínez, quien fue su guía político en este momento inicial. Dalton se refiere a la monografía de Arias Gómez, “Anastasio Aquino, recuerdo, valoración y presencia”. El poeta salvadoreño destaca, entre otros aspectos del trabajo de Arias Gómez, la importancia de la solución propuesta al problema estructural del país, que fue el causante de la rebelión del líder nonualco en el siglo XIX: La revolución democrático-burguesa, la cual implicaría, entre otras cosas, una reforma agraria “que saque a las masas campesinas de ese estado de indefensión social y legal”, un programa de desarrollo industrial y una alianza con la fracción progresista de la burguesía nacional (Dalton, en Méndez Tejada, Varela y Zepeda Hasbún, 1993, p. 236). Dalton elogia el trabajo de Arias Gómez y lo pone a la altura del ensayo de Pedro Geoffroy Rivas, titulado “Mi Alberto Masferrer”, por su comprensión de la importancia histórica de la figura de Aquino (Dalton, en Méndez Tejada, Varela y Zepeda Hasbún, 1993, p. 236). En la Monografía de El Salvador, publicada en Cuba en 1963, ya se puede apreciar alguna distancia de estos planteamientos. Si bien el poeta salvadoreño habla de la necesidad de una reforma agraria radical, de una alianza con sectores progresistas de la burguesía y de una caracterización de la estructura socioeconómica salvadoreña como “semifeudal”, también dirá que es solamente la “insurrección armada popular” -y no las formas de lucha legal- la única vía apropiada para llevar a cabo un programa de transformaciones socioeconómicas en el país (Dalton, 1994, p. 185).

3.2. Significación del viaje de Dalton a la URSS

Recordemos que el plenum de 1956 reivindicaba como un punto estratégico la “libertad plena para comerciar con cualesquiera naciones del mundo, particularmente con la Unión Soviética y los países de Democracia Popular” (Pineda, 2014). La línea política de los partidos comunistas estaba orientada por la política exterior de la Unión Soviética. Estamos ante un período de “coexistencia pacífica”, como quedó antes apuntado, con lo cual se concebía como una tarea importante crear lazos con la Unión Soviética y contrarrestar la propaganda anticomunista, presentando un rostro distinto del país socialista. De hecho, en las publicaciones del PCS y de sus organizaciones que actuaban en la legalidad, se buscaba difundir noticias sobre la URSS, para contrarrestar la propaganda anticomunista. En esa tesitura de cosas, podemos entender la importancia del viaje a Moscú que emprenderían Dalton y otros jóvenes del PCS para participar en el Festival Mundial de la Juventud Democrática en 1957. Poder hacer ese viaje, sorteando diversos problemas, desde dificultades económicas para costearse el viaje hasta el entorno anticomunista en los países occidentales, significaba un impacto propagandístico y político importante. En ese sentido, fue estratégica la publicación de las impresiones de viaje de Dalton en la revista El Gallo Gris que dirigía Oswaldo Escobar Velado.

Estas impresiones de viaje, recogidas bajo el título “Alrededor del mundo” hablan tanto del viaje del poeta a Santiago de Chile, Montevideo y Buenos Aires, en el contexto de sus estudios en 1953; y del viaje de 1957 a la Unión Soviética.

Sobre este último viaje, Dalton incluirá un texto retrospectivo en Un libro rojo para Lenin, escrito hacia 1970. En el libro-collage dedicado al líder bolchevique, el poeta rememora la visita a Moscú de 1957, precisamente en la excursión al Mausoleo de Lenin y Stalin en la Plaza Roja de la capital soviética. Con una ironía que por cuestiones políticas obvias no podía permitirse en el texto de El Gallo Gris, Dalton escribe, en el texto titulado “En 1957 yo vi a Lenin en Moscú (II):

Las palomas, el verano y sus polvos, la Plaza Roja. Hicimos la cola con más solemnidad de la que esperaban de nosotros, al tiempo que pensábamos muchas cosas. Desde la forma de medir cada uno de los gestos y los pasos para subrayar nuestras capacidades de concentración a los ojos de los demás, hasta la profunda pregunta que más o menos nos llegaba a la cabeza así: «¿Qué diablos estoy haciendo yo en Rusia, con lo tranquilo que podría estar en casa esperando por un futuro facilísimo, en mi calidad de brillante abogado hijo de un millonario norteamericano y alumno predilecto de los jesuitas?». Adentro hacía frío, por razones técnicas, nos dijeron. A pesar de que, lo repito de nuevo, yo era católico centroamericano y tenía, por lo tanto, verdadera adoración por cuanto lugar sagrado tuviera enfrente, salí de allí con ideas cruzadas y una especie de pequeño sobrecogimiento (Dalton, 1986, p. 171).

Líneas después nos explica las razones de ese “pequeño sobrecogimiento”: La diferencia en el tratamiento hacia los restos de los dos líderes históricos de la Unión Soviética, diferencia que resulta elocuente:

Por ejemplo, no voy a decir ahora que todo se debió a que en aquel lugar el camarada Lenin fuera el único que parecía verdaderamente un cuerpo muerto, un cadáver, y a que el camarada Stalin tuviera una frescura tal que hacía esperar en cualquier momento un «puf» y un autoatusamiento de los grandes bigotes. Ni que toda aquella presentación con fines indudablemente loables de veneración implicara para entonces a mis ojos un proceso de cosificación de la personalidad histórica verdaderamente excesiva, contraproducente. Ni que mi inquietud de entonces fuera el germen de una grandiosa proposición final que más o menos se expresaría así: «¡Hay que dinamitar el mausoleo para que Lenin salga de entre las gruesas paredes de mármol a recorrer de nuevo el mundo, cogido de la mano con el fantasma del comunismo!» (Dalton, 1986, p. 172).

3.3. El final de la coexistencia pacífica: la represión de agosto de 1960

La represión a gran escala que el régimen de José María Lemus fue el inicio de su caída, que se consumó en octubre de ese mismo año. Uno de los protagonistas, el dirigente socialdemócrata Víctor Valle, lo explica:

Lemus, en menos de tres meses, desde mediados de agosto, había desatado y escalado una represión contra los sectores populares y los dirigentes izquierdistas, principalmente sindicales, universitarios y sociales. El contexto era, en lo internacional, la efervescencia causada en el continente por el comienzo de la revolución cubana y, en lo interno, una merma en la economía y un creciente descontento popular (Valle, 2022).

La represión y las protestas populares se extendieron hasta octubre, cuando Lemus fue depuesto. En ese contexto, Roque Dalton y su esposa Aída Cañas fueron capturados. Gracias a la denuncia pública, se pudo determinar el paradero del matrimonio, quienes guardaron prisión en la Policía Nacional. Como lo dice el parte policial reproducido por Dalton en El turno del ofendido, los policías encontraron en poder del poeta “varios libros de ideología puramente comunista, tales como El materialismo histórico, El materialismo dialéctico, Sóngoro cosongo de N. Guillén, y otros” (Dalton, 2015, p. 160). Esto da una idea de las lecturas de un joven intelectual comunista de ese período. Junto a los dos textos, que probablemente serían manuales soviéticos sobre materialismo histórico y materialismo dialéctico (el profesor Fiodor Burlatski publicó en la década de 1980 dos libros con similares títulos, que fueron traducidos al español por la Editorial Progreso de Moscú), figuraba el poemario de Nicolás Guillén. Esto nos da una idea del tipo de literatura que circulaba en los entornos universitarios afines al PCS.

Tras su caída, Lemus fue sustituido por “una Junta de Gobierno Cívico-Militar apoyada por una variopinta coalición ocasional”, al decir de Valle.

Eran 6 miembros, tres civiles y tres militares. Sus integrantes civiles eran de raíces universitarias, Fabio Castillo Figueroa era profesor de medicina, René Fortín Magaña era un abogado joven que hacía poco había sido presidente de AGEUS, prestigiosa organización gremial de estudiantes universitarios de la entonces única universidad en el país, la Universidad de El Salvador. Otro tanto podría decirse de Ricardo Falla Cáceres, abogado ex reciente dirigente universitario. Todos los civiles tenían menos de 40 años y mostraban en su trayectoria acciones de rebeldía estudiantil con ideas progresistas y por la democracia.

Con ese perfil, la Junta permitió que el nuevo gobierno tuviera la participación de personas con credenciales izquierdistas. En dos semanas habría elecciones en Estados Unidos y la llegada de Kennedy se veía inminente. Había esperanza –y quizá ilusión- de que con Kennedy el apoyo a un gobierno como el de la Junta se facilitaría (Valle, 2022).

La Junta cívico militar fue depuesta por un golpe de estado militar. Dalton fue expulsado del país en 1961. El apoyo inicial a la posibilidad de llevar a cabo una “revolución democrático-burguesa” y de una alianza con sectores democráticos de la burguesía nacional se vio cuestionado, tanto por Dalton, Arias Gómez y otros militantes revolucionarios. Una caracterización del país y de las vías históricas de solución se pueden leer en El Salvador. Monografía, de 1963. Aquí nos encontramos ya en otra etapa del pensamiento marxista en Dalton.

  1. Conclusiones

Al hacer este recorrido, podemos retornar al punto de partida de esta investigación y responder a las interrogantes que habíamos formulado. En primer lugar, acerca de los  contextos históricos, nacionales y regionales, en los que se dio la recepción inicial del marxismo en Dalton, podemos decir que esa recepción, así como su primera militancia, se da en el contexto de una influencia muy grande de parte del PCUS hacia los partidos comunistas, incluyendo al PCS. Esta influencia imprimió distintos matices a las políticas de los PC, sobre todo, debido a los giros que durante y después de la Segunda Guerra Mundial tomó la política exterior soviética. En ese marco, fue como se dio el fenómeno del browderismo, que provocó conflictos internos en el PCS, aunque, al parecer, no en una escala considerable, pero sí, por ejemplo, con situaciones como la de Julio Fausto Fernández.

En segundo lugar, si queremos distinguir cuáles fueron las corrientes del marxismo latinoamericano en las que podríamos ubicar la recepción inicial del marxismo en Dalton, podríamos decir que esta recepción se da en el contexto del predominio de una corriente prosoviética, influenciada por el estalinismo, fenómeno que provocó el estancamiento teórico y práctico de los movimientos comunistas, entre fines de la década de 1940 hasta 1958, como lo afirma Fornet-Betancourt. El punto de ruptura que sitúa este autor es la revolución cubana. En El Salvador, este punto de ruptura también se enlaza con el desenlace del régimen de Lemus, quien había entrado al poder con un discurso progresista, de apertura política e incluso ilustrado, pero que había puesto en relieve su verdadera índole en los hechos represivos a gran escala del final de su mandato.

Acerca de las implicaciones teóricas que tuvo la perspectiva política adoptada por el PCS en la década de 1950 en la militancia inicial de Dalton, podemos apuntar que el autor se encuentra en un proceso de radicalización política. En ese momento ejerce lo que retrospectivamente llamaría “forma de militancia tradicional”[1], es decir, ingresar al Partido Comunista, cumplir las tareas partidarias y, en su caso como intelectual, divulgar al público las concepciones del partido -como lo vimos en la reseña sobre el libro de Jorge Arias Gómez. Al final de la década estará convencido de que es necesaria otra forma de lucha política fuera de los cauces legales. De ahí que apoye la creación en 1962 del Frente Unido de Acción Revolucionaria (FUAR) por parte del PCS.[2] El FUAR fue una experiencia incipiente de lucha armada, que fue abortada rápidamente por la dirigencia del PCS. Este es un punto importante en la siguiente etapa del desarrollo del pensamiento marxista en Dalton.

Aún es, probablemente, temprano para encontrar aportes originales al pensamiento marxista de parte del autor, al menos en lo que respecta a los debates políticos. Eso podrá apreciarse a lo largo de la década de 1960. Sin embargo, su actividad intelectual y literaria se decanta por la defensa del compromiso político del escritor, cuestión que defendió y por la que debatió en diversos suplementos literarios del país.

Para profundizar más en el desarrollo del pensamiento marxista del autor en este período, deberán explorarse los artículos y ensayos literarios del autor, haciendo un ejercicio de exploración del contexto literario de la época. Una hipótesis provisional para tal investigación podría girar alrededor del concepto de “campo intelectual”, propuesto por Pierre Bourdieu y del concepto gramsciano de “cultura”. También habrá que hacer una composición más profunda del campo intelectual y las discusiones de los miembros de la Generación Comprometida con intelectuales que criticaban sus posturas. Además, la investigación sobre el marxismo de Roque Dalton tendrá que dar cuenta, al menos, de dos momentos subsiguientes: Una etapa que se extiende hacia 1968, en la que Dalton continúa su militancia en el PCS, pero es testigo de las complejidades que envolvían las experiencias de construcción socialista, concretamente, en Cuba y la antigua Checoslovaquia; y la otra, a partir de 1968 hasta 1975, en la que rompe con el PCS y se involucra en la lucha político-militar. Al menos, esto permitirá ofrecer un panorama de los aportes de Dalton en el pensamiento marxista latinoamericano del período.


Referencias bibliográficas

Castillo, O. R. (1975). Informe de una injusticia. Antología poética. EDUCA.

Dalton, R. (1976a). Literatura e intelectualidad: Dos concepciones. Abra, 2, (3). 61-64.

Dalton, R. (1976b). Taberna y otros lugares. UCA Editores.

Dalton, R. (1982). Miguel Mármol. Los sucesos de 1932 en El Salvador. EDUCA.

Dalton, R. (1986). Un libro rojo para Lenin. Editorial Nueva Nicaragua.

Dalton, R. (1994). El Salvador. Monografía. UCA Editores.

Dalton, R. (2015). El turno del ofendido. Ocean Sur.

Fernández, J. F. (1950). El existencialismo. Ideología de un mundo en crisis. Pueblos Unidos.

Fornet-Betancourt, R. (2001). Transformación del marxismo. Historia del marxismo en América Latina. Plaza y Valdés Editores.

Handal, S. (1990) (2010). PCS: 60 años jóvenes en la lucha por la democracia y el socialismo. Marxists.org. https://www.marxists.org/espanol/handal/1990/001.htm

Kohan, N. (2011). Un diálogo con Roque Dalton y Lenin, desde la izquierda revolucionaria del siglo XXI. Rebelión. https://rebelion.org/un-dialogo-con-roque-dalton-y-lenin-desde-la-izquierda-revolucionaria-del-siglo-xxi/

Kohan, N. (2020). Roque Dalton, Lenin y la forma collage en Nuestra América. Izquierdas, (49). 1297-1309. https://www.scielo.cl/pdf/izquierdas/v49/0718-5049-izquierdas-49-69.pdf

Löwy, M. (2007). El marxismo en América Latina. Lom. https://pensamientocriticoxxi.wordpress.com/wp-content/uploads/2018/07/el-marxismo-en-america-latina.pdf

Méndez Tejada, A. C., Varela, M. del C. y Zepeda Hasbún, K. M. (1993). La Generación Comprometida.  [Tesis de licenciatura no publicada]. Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”.

Pineda, R. (2008). Esbozo biográfico de Julio Fausto Fernández. SIEP. https://ecumenico.org/esbozo-biografico-de-julio-fausto-fernandez

Pineda, R. (2012).El marxismo en El Salvador: años 1944-1956. América Latina en movimiento. https://www.alainet.org/es/active/73086


1 La expresión viene del texto “Otto René Castillo: Su ejemplo y nuestra responsabilidad”, prólogo a la antología poética Informe de una injusticia, de Castillo, publicada póstumamente: “En 1957 estuvo de acuerdo con que no bastaba ser un marxista individual para ser revolucionario: había que comprometerse organizadamente, ingresar al partido. Ahora, en las condiciones actuales de la lucha revolucionaria centroamericana, Otto Rene Castillo ratifica la inquietud que en el fondo de los corazones de muchos militantes se coagulaba desde hace tiempo: no basta con entrar al partido, no basta con militar a la antigua: es necesario encarnar en cuerpo y alma la nueva vía de la revolución: la de la lucha armada, nacional, centroamericana, revolucionaria. (¿Podrá hacerse esto todavía en alguna o algunas de las organizaciones tradicionales centroamericanas, latinoamericanas? La pregunta debe resolverse en concreto, pero cada día que pasa exige una respuesta más urgente” (Dalton en Castillo, 1975, p. 11).

2 Ello explica, por ejemplo, que en El Salvador. Monografía, publicado en 1963, Dalton ocupe un espacio importante del libro  para exponer el programa político del FUAR y justificar la necesidad de una lucha insurreccional para llevar a cabo las transformaciones necesarias en el país (Dalton, 1994, pp. 188; 195-199)

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Luis Alvarenga, poeta y ensayista salvadoreño, nació en San Salvador en 1969. Es doctor en filosofía iberoamericana por la UCA de San Salvador. Entre su obra de investigación literaria figuran El ciervo perseguido. Vida y obra de Roque Dalton (2002 y una segunda edición, corregida y aumentada, 2017) y Roque Dalton: La radicalización de las vanguardias (2010). Actualmente investiga la obra de Francisco Gavidia. Sus libros de poesía son: Otras guerras, Libro del sábado, Hotel Central, Las florecidas arboledas del mar, Rota la música que la abrigaba y La roca traslúcida del hechicero.
Ha publicado los poemarios Otras guerras y Libro del sábado; El ciervo perseguido (biografía de Roque Dalton); Roque Dalton y el ensayo La radicalización de las vanguardias.

Prologuista y articulista de medios impresos y digitales de El Salvador y otros países latinoamericanos, ha investigado y editado compilaciones de autores como Claribel Alegría, Roberto Armijo, entre otros.