Ernesto “San” Aviles (1932-1991 El Salvador/France). Portrait d’un ami tenant une poire, 1974. Acrílico sobre tela / acrylic on canvas
Ernesto “San” Aviles (1932-1991 El Salvador/France). Portrait d’un ami tenant une poire, 1974. Acrílico sobre tela / acrylic on canvas

Mecanismos distractorios en la política centroamericana del siglo XIX

16 septiembre, 2021

“Si para promover la verdad había que utilizar el engaño, que así fuese”.

Stonor. p. 144.

INTRODUCCIÓN

Pocos conocen que las insurrecciones de independencia en Centroamérica –primera década del siglo XIX–ocurren con abundantes engaño, mentira y decepción. Los dobles lenguajes y la hipérbole han sido en la política más frecuentes que la honestidad, y desde tiempos antiguos se alerta que las expresiones ideológicas no siempre son verdaderas, por lo que se hace obligatorio someterlas a análisis y reflexión (Escoto, 1990).

Hay abundantes casos de promesas políticas que jamás se cumplieron, lealtades que se rompieron y traiciones sucedidas. La cultura occidental cristiana se inicia con la supuesta infidencia de Judas Iscariote, si bien el recientemente publicado Evangelio del mismo nombre sugiere que, opuesto, el traicionado fue precisamente él (Cockburn, 2006; Ubiña, 2004).

Reyes, faraones, príncipes y sultanes de la biografía del mundo son retratados con frecuencia viendo ceñudos cualquier signo de desavenencia en sus fieles, como que el ejercicio del poder es una práctica que obliga a permanecer alerta a fin de que los historiadores no trasladen al personaje desde el título de la página a simple nota al pie.

Con lo que comenzamos a dibujar algún perfil de lo que es un caudillo o un mandatario: sujetos que mientras lideran a una colectividad atienden en forma simultánea a los órdenes todos de la espacialidad: al pasado, que certifica continuidad; al presente, donde piensan que son constructivos, y al futuro, del que luchan por no desaparecer y donde aspiran a dejar huella. Oquelí, severo profesional moderno de la historia de Honduras, atestiguó un día: “Los románticos, igual que quienes se consideran destinados a obras superiores, tienen siempre un discurso a mano en caso que ocurra morir, ya que ansían entregar a la eternidad un legado”… La intuición –que ni se maneja ni se domina ni se mide por barómetros– es un elemento básico cuando se trata de comprender la política, pues los líderes del mundo deben hacer uso constante de ella si ansían sobrevivir. Pero como no puede escribirse la biografía de la intuición, propongo trasladarnos al opuesto, a lo concreto y la realidad. Al puerto donde los hombres arriban tras que las ilusiones se concretan y cuando aceptan que es tan productiva la malicia como la bondad. Quiero decir que separándonos del subjetivismo tratemos de identificar ciertos recursos mediante los cuales se maquinan opciones políticas, se engaña y se distrae o pervierte, se utiliza medios y recursos que, diferentes de la intuición, pueden ser catalogados y cuantificados como mecanismos distorsionadores, particularmente en lo ideológico1.

MODELOS DE OPERACIÓN

“De este modo las armas del pueblo se convirtieron en las del príncipe”…

Maquiavelo. El Príncipe.

Ruego acepten una palabra que he formulado, a medias entre sustantivo y adjetivo, la cual es “distractorio”. Distraer es verbo pero “distractorio” no existe en el Diccionario Esencial de RAE, donde “distractor” es la mejor derivación de la idea propuesta. Ya que existen “decisorio”, “obligatorio” y “compulsorio”, no veo por qué no pueda construirse “distractorio” para identificar lo que va más allá de simplemente distraer y se convierte en sistema, mecanismo y aparato intencional de distraer.

Son artificios que a través de fórmulas retóricas y particularmente ideológicas buscan validar o distorsionar una verdad, lo que en el siglo XIX se hace mayormente con gestos y palabras. Stonor (2001) explica un ejemplo moderno de ese tipo de distorsión ideológica cuando alerta que la aparición de una bandera estadounidense en las películas de Hollywood no queda al azar sino que se programa para que ocurra en un instante de gloria, de épica o grave decisión. De esa forma se enlaza la percepción de que el símbolo nacional y la heroicidad, virtud o valor son equivalentes.

El instante de independencia sucedido en septiembre 1821 es interesantísimo caso de empleo de mecanismos distractorios diversos. Refiere Mata Gavidia (1969) que a causa de hallarse indecisa la toma de esa decisión, dos brillantes activistas intelectuales y populares, Pedro Molina y Dolores Bedoya de Molina, convocaron a la población de Guatemala para que se manifestara ante el palacio de gobierno, donde discutía la élite dominante el grave asunto.

Y cada vez que en la sala se esbozaba un discurso opuesto a la soberanía, Pedro y Dolores agitaban al pueblo para que gritara su insatisfacción, se agolpara a las ventanas y clamara por la independencia. A mediodía, cuando las voces del claustro comenzaron a perfilarse en tímida dirección a separarse de España, los Molina comprendieron que se abocaban al minuto dramático, al parto de trascendencia nunca antes visto y que daría luz a la futura república, pero que si se retardaba podía igual producir fracaso.

De modo que contrataron marimbas y las situaron estratégicamente para aparentar que el pueblo celebraba en forma anticipada la proclama de insurrección; lanzaron cohetes, entonaron cantos, atizaron lemas y pronto después arribó la noticia de que el bloque conservador y monárquico de gobierno se había intimidado y aceptaba fundar la nueva nación de Centroamérica (Pérez Brignoli, 1985). El mecanismo distractorio había funcionado. Investigaciones modernas advierten, empero, que no fue accidental. Según un denominado “Plan Pacífico” diseñado en meses previos por la élite, así debía acontecer.

El Acta del sábado 15 de septiembre relata que “oído el clamor de ‘viva la independencia’ que repetía de continuo el pueblo que se veía reunido en las calles, plaza, patio, corredores, y antesala de este palacio” los diputados y ayuntamiento no tuvieron más que refrendar el anhelo popular (Valle, 1971).

Para las élites no sería empero tan inocente ese paso histórico ya que el Artículo 1 del documento cumbre urge a que el Jefe Político mande divulgar el acta de independencia y la transmita a las provincias… “para prevenir las consecuencias que serían temibles en caso de que la proclamase de hecho el mismo pueblo” (Valle, ídem). Es decir que se independiza a Centroamérica para prevenir que los pueblos de Centroamérica se independicen.

El acta autonomista concede que las mismas autoridades que administraban a la Capitanía General lo sigan haciendo en la república (Escoto, 1993) y que nada sustantivo cambie ya que, según el Artículo 7º del Acta, “no haciéndose novedad [no ocurriendo cambio] en las autoridades establecidas, sigan estas ejerciendo sus atribuciones respectivas”… y que el Jefe Político Brigadier Gabino Gaínza “continúe con el gobierno superior político y militar”.

En el tránsito de pocas horas ha ocurrido el uso de dos mecanismos de distracción, uno por cada bando supuestamente opuesto. Los independentistas “engañan” a la autoridad al hacerle creer que hay una multitud airada que no acepta más que la secesión y que desafiarla es riesgo; una vez ocurrido ese acto los grupos dominantes coloniales se las arreglan para que a pesar del divorcio con España ningún extraño ingrese a las altas cúpulas de gobierno2.

El control situacional, que únicamente ha peligrado por horas, mientras sonaban fuera las marimbas, retorna para asegurar dentro del ente colegiado conservador, ahora independentista, la protección de la Iglesia, de sus sacerdotes y, particularmente, de sus propiedades3. Debe recordarse que en esa sociedad colonial las nominaciones y órdenes de la Iglesia Católica4 eran las mayores casatenientes y terratenientes del istmo (Solórzano Fonseca, 1993).

El siguiente mecanismo proviene igual de la misma Acta firmada en ese septiembre y exhibe el temor de la clase aristocrática por la medida autonomista adoptada. Como si nadie en el futuro fuera a estudiar las disposiciones tomadas ese día, o como si la entrada a un estadio político hasta entonces inédito la hiciera expresarse ingenua, la Junta Provisional estatuye en el Acta las formas opresivas que deberán practicarse y que concurren, anticipadamente, dentro de los grandes campos que identifica la metáfora arquitectónica de Engels, esto es superestructura y base, con sus formas de represión (Escoto, 1990).

Manda el Artículo 11º del Acta: “Que se pase oficio a los dignos Prelados de las Comunidades religiosas, para que cooperando a la paz y sosiego, que es la primera necesidad de los pueblos cuando pasan de un gobierno a otro, dispongan que sus individuos exhorten a la fraternidad y concordia […] sofocando pasiones individuales que dividen los ánimos y producen funestas consecuencias”.

Lo cual significa que la Junta –integrada con quienes administraban al gobierno y seguirán haciéndolo– introduce una medida de prevención que consiste en reforzar las prédicas de paz y concordia desde púlpitos y altares, de modo que se sofoque no exactamente cualquier pasión disidente sino cualquier pensamiento disidente, toda crítica e inconformidad.

A la estructura humana que sigue usufructuando el poder le es vital que nadie divida los ánimos, menos que se cuestione por qué en la Junta no hay representantes del pueblo llano. Ha sido una jugada hábil y exitosa, dar la sensación de que nace una república cuando en verdad acontece sólo un desprendimiento administrativo del yugo colonial, ya que el sistema de clases y de explotación permanece inalterable.

Pero a fin de evitar riesgo alguno, y en caso de que el apaciguamiento ideológico por vía de la religión no alcance óptimos resultados, el artículo 13º del Acta otorga amplios y discrecionales poderes al gobierno para que imponga orden material: “Que el Excmo. Ayuntamiento, a quien corresponde la conservación del orden y tranquilidad, tome las medidas más activas para mantenerla imperturbable en toda esta Capital y pueblos inmediatos” (cursivas nuestras).

Subrayo los tres rangos de exhortación y autorización en que el citado artículo hace énfasis y que denotan urgencia de que nada altere lo hecho. Los firmantes del Acta ratifican las operaciones de labor policial para preservar tranquilidad y orden… Orden implica someterse al sistema vigente y aceptar sus vías y canales; tranquilidad significa no generar ni diseminar ideas contrarias a su existencia y estabilidad. Ambas son disposiciones eminentemente represivas.

Pero asimismo, el artículo ordena se tomen las “medidas más activas” para mantener imperturbables a esos orden y tranquilidad… Y de estas tres palabras no queda duda alguna pues son medidas totales y completas, permitidas por la ley e incluso más allá. Es el permiso sutil y efectivo para ejercer represión, otrora espiritual y hoy física en contra de la población, mayormente la indígena.

Un final mecanismo de ratificación de lo actuado se da por medio de las fórmulas de ceremonia. Siguiendo costumbres imperantes desde el medioevo, cuando las huestes o tropas debían manifestar severos juramentos de compromiso con la empresa –fuera ella militar o religiosa– la Junta –y que como se ve no es sino réplica del estamento colonial– instruye se sigan ciertos protocolos que contribuyan a legitimar no la independencia sino que los independentistas sean los mismos explotadores de ayer.

Para tal efecto el Jefe político debe emitir un manifiesto y hacer que juren fidelidad los involucrados en el acto de secesión, a saber: dirigentes provisionales, el Ayuntamiento, el arzobispo, tribunales, jueces, jefes políticos y militares, prelados y comunidades, en síntesis todos. Igual se especifica un día en que se representará ante el pueblo la escenificación teatral de independencia con sarao, comida y petardos, además de acuñarse una moneda que perpetúe “por siglos” la memoria del día y, para cerrar, canten los obispos Te Deum y se envíe copia de la cívica disposición a provincias. Incluye tres días con salvas artilleras e iluminación pública.

En resumen, un espectáculo ocultador, no revelador; la fiesta y la pantomima, no la toma de conciencia; la máscara y no la realidad.

ANTECEDENTES DE LAS INSURRECCIONES

“…el único medio seguro

de dominar una ciudad acostumbrada a vivir libre es destruirla…”.

Cap. Vº. N. Maquiavelo. El Príncipe.

Obvio que la insurrección centroamericana de 1821 nace de factores con larga antecedencia. Las luchas bolivarianas en Sudamérica, y previamente las míticas gestas de Haití y Estados Unidos, habían caldeado la atmósfera del continente con exaltaciones y reclamaciones que hacían imposible la continuación tranquila del mandato real español, excluyente e injusto.

Millares de personas ansiaban que de América surgiera un nuevo sol, si bien desconocían la manera de gestarlo. De similar modo que ocurre hoy, la inequidad y el despotismo habían producido espíritus subversivos, el salto histórico no era ya sólo deber sino obligación, lo que se desconocía era la ruta que construyen los pueblos al andar. Caudillos de pronta acción y líderes con lúcido pensamiento interpretaban desde inicios del siglo XIX, sobre todo en Sudamérica, papeles protagónicos y únicamente restaba seguir el ejemplo. Pero la represión española era bestial y, más que esta, los pueblos vivían hondamente alienados entre las capciosidades de lo político y lo religioso.

Desear la nueva América era pecado, declararse independentista una falta mayor ilegal. Y de allí que las primeras subversiones libertarias fueran pronto dominadas ya que sufrían abundantes infidencias. En 1811 surgen dos conatos de acción armada en León y Granada de Nicaragua, y otra en San Salvador, fenómenos cuyas causas Pinto Soria (1993) explica al señalar que no habiendo rey a quien otorgar lealtad, por la invasión napoleónica, los pueblos consideraron oportuna la independencia. “La aparición de las masas populares como agentes de cambio político no sólo significó profundizar la negación colonial, sino también un cuestionamiento a las estructuras del sistema de explotación vigente”.

Tales subversiones son materia ajena a esta plática. Baste decir que el cinco de noviembre de 1811 los curas de San Salvador –junto a ellos Manuel José Arce, futuro primer presidente de la República Federal– pretendieron capturar tres mil fusiles y doscientos mil pesos depositados en cajas reales, para fortalecerse y declarar la separación del régimen español. Guatemala envió tropas y treinta días después logró la pacificación de la provincia.

El 13 de diciembre del mismo año y en León el fraile Felipe Michelena encabezó otra revuelta pronto debelada. El 22 fueron los habitantes de Granada quienes expulsaron por casi cuatro meses a las autoridades iberas, deponiendo al Intendente, si bien el envío de tropas desde Guatemala obligó a que fracasara la insurrección. Los subversivos fueron condenados a cadena perpetua unos, a cárcel otros, y algunos más deportados a prisiones de ultramar. Fue la más exitosa de las jornadas revolucionarias de entonces y la que provocó asimismo, la más fuerte represión.

Previo a 1821 se da otro proyecto contestatario en Guatemala, capital del Reino, cuando el 21 de diciembre de 1813 es delatada una conspiración rebelde en el convento de Belén, que reunía a sacerdotes, frailes, dragones peninsulares y criollos sediciosos, así como destacados patriotas civiles (O. A. Valladares, 1989). Se les captura y condena a pena de garrote a los hidalgos, a la horca y a cárcel a unos segundos, así como a extrañamiento perpetuo de América o a cárcel en África a un número menor.

NUEVOS MECANISMOS

“La incredulidad de los hombres es que nunca fían en las cosas nuevas

hasta que ven sus frutos”.

Maquiavelo.

Durante la rebelión de 1811 en San Salvador va a surgir una serie de interesantes elementos distractorios que conviene analizar siquiera levemente y que reflejan la severa crisis económica y política que vive el istmo en ese instante (Mejía, 1985).

El primero es el que titulo artísticamente “campanas abajo” pues –a distancia de 200 años– muestra cómo ciertas técnicas, revolucionarias como de represión, se prosiguen empleando, no importa si los medios materiales se transforman. Payne Iglesias (2007) cuenta que: “El Ayuntamiento de Santa Ana tomó medidas preventivas para evitar la sedición generalizada al ordenar el cierre del campanario, de los estanquillos de aguardiente (y) se procedió luego a bajar las campanas del cabildo a medianoche” (cursivas nuestras). Todo efectuado sabiendo las estrategias rebeldes en otros sitios, ya que lo frecuente era la llamada al pueblo vía el toque de campanas, fuesen de iglesias o de cabildos.

Así como en la única dictadura golpista de la centroamericana reciente –la de R. Micheletti en Honduras–se apresuran a cerrar las frecuencias radiales y capturar los equipos transmisores, o bien les interrumpen o sobresaturan la electricidad, en el siglo XIX –y en algo que luce ingenuo pero que obviamente no lo era–, las autoridades clausuran el ingreso a los campanarios y aún más, se secuestra al carillón de modo que se silencie cualquier potencial convocatoria de los rebeldes. El valor distractorio reside en que no es que no haya protesta sino que se busca engañar a la ciudadanía haciéndole creer que, ya que las campanas no llaman a manifestar disenso, es que no hay disenso y que todo es armonía y paz.

Nótese que se desmonta las campanas “a medianoche”, en susurro, lo que exigiría procedimientos complejos: movilizar cautos operarios por las calles y que escondieran la misión; hacerlos ascender por las estrechas torres en mutismo y sin luz, para no delatarse; amarrar, algodonar o envolver al badajo en mantas e incluso prevenir que se porten metales capaces de vibrar por contacto a la campana; desmontarla y desplazarla a un piso inferior o al atrio; trasladarla en bueyes, quizás esconderla; vigilarla como si por ella misma dispusiera del encanto de vocear la libertad…

Simultáneo se da orden de cerrar puertas de estancos de licor pues a los alzados en armas les insuflaba valor el aguardiente. El Diccionario Histórico Enciclopédico publicado en San Salvador reporta que “en Metapán los actos rebeldes comenzaron el 24 de noviembre de 1811 cuando 200 personas se concentraron en ‘barrio de indios’ camino al ‘barrio del Sanjón o calle del Estanque de Tabaco’ hasta llegar al centro. Era muchedumbre armada con palos y machetes y que gritaba amenazas de violencia. A las seis de la tarde de ese domingo el ánimo se caldeó con agresividad. Los rebeldes procedieron a abrir la cárcel y soltar los presos, luego ocuparon el campanario del cabildo”, básico para insurreccionar a la población. Pasaron a la Casa Cural pero en ruta asaltaron al “estanquillo” de aguardiente de don Ignacio Faro, donde bebieron aguardiente, chicha y convocaron música. Allí “desrajaron la casa, quebraron las puertas y saquearon su entretienda”, además de asolar la morada del alcalde.

Armas, pueblo, campanas y alcohol: podría componerse una canción moderna desde estos elementos y validar su significado discursivo frente a los horizontes antiguos del orbe: los pueblos son fuego y las campanas aire, los licores el agua y las armas lo que de la tierra viene y a la tierra conducirá. Excesiva metáfora para detenernos a reflexionar5. Prosigamos.

A escasos tres meses de independencia el gobierno del istmo decide –bajo procedimientos irregulares– sumarse en totalidad al poder mexicano de Agustín de Iturbide y se origina entonces otra falacia, la de un siguiente mecanismo distractorio.

Justificando que Centroamérica era incapaz para resistir al voluminoso impacto de fuego que España preparaba contra el mando independentista, y que militarmente se organizaba desde La Habana (Mata Gavidia, 1969), se decide la anexión a México. Esta es la excusa que emplea la reacción conservadora para insistir en su sumisión patológica a una cabeza regia o imperial, en este caso de Iturbide, como antes lo había sido de España (Heliodoro Valle, 2005).

Esa poderosa reacción colonialista logra mantener altas cuotas de poder, desde la declaratoria absoluta de independencia, suscrita en junio 24 de 1823, y desde la redacción de la primera Constitución6 de 1824, hasta la convocatoria a elecciones para un inicial gobierno centroamericano. En 1825 con particularidad, esa élite ejecuta un fraude que es otro artificio de manipulación ya que se burla la elección del sabio José Cecilio del Valle a la presidencia de Centroamérica (Arturo Arias, 2009), esquilmada bajo pretexto de reinterpretar los votos depositados cuando el sufragio7.

Inicia entonces uno de los momentos con más rica exhibición de heroicidad en la biografía centroamericana al darse un intenso período de choque (1826-1829) entre la tradición feudal protagonizada por la oligarquía mayormente guatemalteca y las jóvenes fuerzas liberales que pugnan desde todo el istmo en dirección a la conquista de nuevas libertades y a la erradicación de ese sedimento retardatario que asfixia a la sociedad.

La inspiración revolucionaria impregna las mentes, el estudio doctrinal alimenta a la palabra, si bien los proyectos aún no se definen con claridad. Para fundar la república se discute si debe ser con centralismo unitario, bajo parlamentarismo o incluso con una nueva monarquía americana, o si conviene un sistema federal estilo de Norteamérica8.

Entre tanto la experimentada burguesía de Guatemala aprovecha el acto de independencia para proseguir explotando a las otras provincias, lo que motiva resentimientos locales. Cuando se instala la Federación la práctica de políticas abusivas por parte del presidente Manuel José Arce, apoyado por la burguesía de latifundistas y comerciantes, origina la guerra civil.

Hasta ese instante la biografía política centroamericana es similar a la de otros pueblos del mundo. Poco sucede allí de extraordinario, la batalla por conquistar los derechos a la libertad es de regular volumen, no tan heroica; lo más violento que ocurre son unos petardos en las avenidas y unos sones de marimba en el quiosco del parque central. Excepto por una figura que ilumina la noche y cruza el firmamento del istmo, Francisco Morazán, quien por una década va a protagonizar la historia inmediata y a elevarse tras su muerte a sitio imborrable de la posteridad.

MORAZÁN

“Morazán se coronó de gloria militar pero como político fue desacertado en el gobierno”.

Mata Gavidia. p. 316.

Francisco Morazán, de quien es conocida su biografía (Escoto, 1992), representa a la ilusión libertaria con poder en las manos; al pensamiento ilustre y avanzado de la época, tanto en las esferas de la economía, la política y la ciencia social; al estadista y paciente maestro, como al furioso limpiador de telarañas religiosas, la superstición y la conventualidad psíquica, pese a comentarios como el de Mata Gavidia.

Con la misma gracia cívica con que redacta sus memorias y su célebre Testamento, Morazán agita la espada republicana sobre la sombra conservadora para disipar su presencia. Álvaro Contreras resume la estatura del prócer al advertir: “Desde que Morazán entra en escena deja de ser un hombre para convertirse en una misión (…) Suprimid el genio de Morazán y habréis aniquilado el alma de la historia de Centroamérica”. (Paz Barnica, 1979).

Morazán relata en sus “Memorias” (1986) la manera en que para engañar a sus enemigos empleó los mecanismos distractorios de la guerra en 1829, al atacar militarmente la capital de Guatemala, en poder de la facción conservadora aliada con la oligarquía económica y religiosa de ese país. Aconsejado por Nicolas Raoul, estratega francés que había pertenecido al Estado Mayor de Napoleón Bonaparte (Ortega, 1991), Morazán planifica lo que nomina “falsos ataques” estratégicos contra las huestes defensoras de la urbe y que consisten en ejercitar amagos y fintas, como se estila en boxeo, para burlar a los capitanes opositores.

Durante esa llamada “batalla de Guatemala” practica los más modernos sistemas distractorios de la guerra centroamericana en el siglo XIX (Montúfar, 1970; Rosa, 2008), algunos de los cuales pueden ser descritos en modo sintético:

1) En la estrategia militar. El siete de abril de 1829 Morazán ordena a Raoul desplegar tropas ante los puestos enemigos del ala occidental del barrio Buena Vista, y hace marchar a “toda la caballería y dos divisiones de infantería” (Montúfar y Coronado, 1934). En la misma noche filtra una carta supuestamente secreta, suscrita por un cura prisionero, donde se infidencia que los morazanistas se preparan para incursionar por Buena Vista, con lo que se consiguió que la tropa rival desplazara hacia ese espacio artillería y tropas, cuando en verdad el ataque iba a ocurrir em el nororiente9.

2) En la disuasión. El ocho de abril el General conservador Agustín Pardo retira 200 hombres y gran parte de la artillería localizada en Chinautla y Garita del Golfo para trasladarlos a Buena Vista, donde se sabe pronto atacará el nombrado Ejército Aliado Protector de la Ley al mando de Morazán. Este ordena entonces situar frente a Buena Vista un escuadrón de caballería, 30 soldados de infantería y una banda de guerra a cargo del Sargento Estupinián, quien deberá a medianoche acercar hombres a la trinchera enemiga –un barranco–, quienes gritarán “¿para dónde se fue la primera división?”, respondiéndose ellos mismos “a San Salvador”. Luego Estupinián ordena tocar diana y simular ataques que pronto son (falsamente) reprendidos ya que el fuego debe comenzar exacto al amanecer. “…Ardides que tenían por objeto confirmar al ejército sitiado la idea de que el ataque se daría por Buena Vista”, cuando pronto sería por su retaguardia, dice Ortega (1991, p. 402).

3) En la hipocresía. En cierto instante de la batalla por Guatemala surge la “neutralidad” europea de entonces (¿diferente de la actual?). El cónsul holandés Haefkens10 asegura en sus memorias –otro mecanismo distractorio– que sin él enterarse los sitiados guatemaltecos disparan desde su casa a los morazanistas durante la batalla, pero las fuerzas morazánicas dudan de su aseveración. A causa de esto se le reclama y expulsa posteriormente.

4) En la vigencia del recurso. Es interesante conocer las similitudes dadas entre estratagemas militares a través de los siglos, en este caso del XIX y el XX. Así, cuando en 1979 las fuerzas guerrilleras del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), conducidas por la Comandante Dora María Téllez, atacan a los somocistas en León y van conquistando la plaza, recuperando espacios en ardua faena militar, durante cierta circunstancia se ven obligadas a recortar tramos y cercenar lo que se encuentre delante y aprenden entonces a romper una tras otras las paredes contiguas de las casas para seguir en línea recta hacia el gran objetivo. De la misma forma, el 10 de abril de 1829 Morazán ocupa el convento de San Francisco y para emplazar un cañón en la iglesia de La Merced los jefes avanzan “cortando las paredes de las casas y conduciendo la tropa hasta las inmediaciones de la iglesia y plaza del Sagrario”, relata Ortega (1991, pp. 407-412).

5) En el dolo religioso. Sin embargo, donde se pronuncia con mayor crudeza la maldad distractora de la élite dominante de Guatemala durante esos días revolucionarios es en la conducta de la iglesia contrapuesta al liberalismo federal. Rodas (1992) cuenta que la Iglesia engañaba a la población, mayormente indígena, “predicándole por medio de sus frailes y sus monjas todos los absurdos sobre aquel avance [de Morazán…]”; el Arzobispo Casaus y la Madre Teresa pusieron en juego todos sus recursos, uno vaciando en sus sermones el odio hacia el genio [Morazán], mientras que la otra, revelando ciertas conferencias que tenía con dios, anunciaba a las conciencias fanatizadas haber visto palmas en el cielo, que eran emblemas de la gloria que vendría a los mártires de la religión que pretendían destruir los invasores.

Y como si esa persuasión beatífica no bastase para reunir a los combatientes necesarios para defender la capital, los intereses y la vida de nobles y religiosos, se mistificó aún más la propaganda por medio de bandos y decretos en que se amenazaba con la muerte y maldición eterna a quienes eludiesen tomar las armas. A pesar de tan variados recursos sólo 2000 hombres se sumaron en todo el Estado, “cuya cifra parecía estar equilibrada con la fuerza de invasión” liberal morazánica.

O sea que el recurso ideológico de seducción religiosa se imponía por voz de los altos dignatarios –obispos, frailes, monjas– que empleaban artificios para convencer a los fieles de que Morazán y liberales eran el satanismo –como decir el eje del mal– por cuanto buscaban variar al statu quo vigente desde siglos atrás.

Para impedir ese suceso, o sea para que nada se transformara, María Teresa de Jesús convocaba cada día a los fieles para informarles sobre las más recientes instrucciones de dios. Enseñaba cada mañana las epístolas suscritas divinas y que curiosamente estaban llenas de errores de ortografía. La búsqueda era convencer a la población, tímida al cambio, de que el cambio era dañino para sus intereses; que aquello que buscaba mejorar a la población civilmente baja era improcedente y que los liberales lo que procuraban era distribuir la miseria, no la riqueza. Desde entonces y hasta hoy el discurso de muchas iglesias instituidas prosigue, con ligeras variantes, siendo el mismo.

 6) Con la Ley del Perro. En 1837 el gobierno liberal se enfrentaba abiertamente a la Iglesia Católica medievalista y había decretado la vigencia de varias leyes nuevas; la reacción no tardó. Entre ellas se encontraban la aplicación del Código de Livingston, empleado en Nueva Orleans y que instituía el juicio por jurados, pero sobre todo la implantación del matrimonio civil, considerado un contrato posible de ser roto a voluntad de las partes, lo que era el divorcio.

De allí que a tal se le nominara “la ley del perro” pues se suponía que el varón podía desprenderse de la esposa e hijos como de animales domésticos, lo cual era exactamente lo opuesto a lo que la ley proponía. Al obligar la ley a que también se heredara a los llamados hijos “naturales” o ilegítimos, y al definirse que la mujer tenía sus propios derechos adquiridos, el divorcio era posible pero solamente tras justa compensación.

La Iglesia, empero, no lo aceptaba pues para ella el matrimonio era de carácter eterno, santificado por la frase mítica de que lo que el dios construye no lo destruya el ser humano. Otro mecanismo distractorio de grave efecto pues generó rebelión social en la época.

7) En la naturaleza. La presencia de fenómenos naturales, particularmente los súbitos, fue utilizada por la facción conservadora para generar olas de opinión contrarias al pensamiento y gobierno liberales. A inicios de 1837 la epidemia de Cólera morbus –nombrada “peste del cólera”– llegó desde Belice y Omoa, por lo que el gobierno federal se apresuró a enviar agentes sanitarios para educar a la población y prevenir se diseminara la enfermedad.

Pero entonces el clero rural aprovechó para asegurar a los campesinos indígenas que médicos y practicantes eran quienes envenenaban las aguas pues los liberales querían arrebatarles las tierras para entregarlas a la migración europea que el gobierno alentaba. Un tal Maradiaga, informa Ortega (1991, p. 197), “decía que le constaba que Morazán había mandado echar veneno en un manantial en su propiedad y que a consecuencia de ello había muerto una determinada cantidad de semovientes”11.

Dos años antes, el 20 de Enero de 1835, al estallar el volcán Cosigüina ubicado en el Golfo de Fonseca, territorio de Nicaragua, y cuando la erupción, escuchada a alturas de México y Colombia, cubrió de ceniza al istmo por varios días12, entre poderosas iluminaciones que alarmaban a los capitanes de barcos y explosiones que estremecían a ciudades sudamericanas (Schmidt Castillo, 1999), los curas en ese titulado “año del polvo” se apresuraron a relacionar la catástrofe con la reciente emisión de la Constitución Federal, pero sobre todo con la presencia en el ámbito político del patricio Morazán, quien acababa de ser reelecto por los pueblos para gobernar Centroamérica.

CONCLUSIONES

“Mas me pareció que era gente muy pobre de todo”.

Diario de Colón al descubrir Guanahaní 13

¿Qué enseñan esas formas de temprana manipulación en el proceso independentista centroamericano, y hasta dónde la suma de artificios que los actores de entonces emplearon para descubrir o para encubrir la verdad formó parte de sistemas organizados? En primera instancia revelan que las estratagemas de la guerra (o de conflictos) fueron hace milenios creadas y que las emplean los hombres de poder y gobierno –o bien de ansia de poder y gobierno– en manera consuetudinaria. Para conquistar a una sociedad, de escasos o millares de habitantes, se ocupan ciertos rangos de exageración e hipérbole, es decir de falsía de la realidad… Por mucho que el prócer sea honesto y sus actos se obliguen al respeto moral, sus edecanes y estrategas localizan cómo poner a su servicio mentiras, grandes o pequeñas, que apoyen a la causa. Y no lo hacen por vicioso afán de falsificar hechos sino porque el empuje concreto del proyecto revolucionario –o contrarevolucionario– demanda inspirar a la gente para la lucha, motivar al ciudadano para que conciba al gran objetivo final y lo asuma, o bien para que se resista a los cambios, si se lo aprecia desde el ángulo malignamente conservador.

Cuando la monja Teresa afirma que recibe cartas de dios contra los morazanista y las lee a los fieles en el atrio, lo que pone al uso no es un sencillo recurso retórico sino todo un intento de hacer vibrar en las personas un miedo natural, cual es el temor a la extinción, similar al que plantea Sófocles 2500 años antes en “Edipo Rey”.

Son mecanismos distractorios que pretenden alejar a la conciencia humana de lo real y lo concreto para confundirla o anestesiarla. Cuando en la época presente un joven se refocila en un centro comercial admirando la multiplicidad de productos que se le exponen, lejos está de entender que ninguno yace a su alcance económico, pero que son visualmente atractivos y lógicamente distractorios pues le anestesian su comprensión de las diferencias económicas y de clase. El desprestigio que la facción conservadora hace contra los liberales de inicios del siglo XIX opera con mecanismo similar ya que genera miedo y terror a propuestas de cambio social, para lo cual se las demoniza y caracteriza como ajenas al raciocinio, la lógica y la moral.

Como los ejemplos expuestos en este ensayo muestran, tales mecanismos ocurrieron durante el período independentista de Centroamérica, cuando sin que se siguiera una teoría específica –si bien ya Destutt de Tracy (1754-1836) había acuñado el término “ideología” – la conquista del poder pasa usualmente por grados de engaño y decepción.

Falta ahora compararlos con los del siglo XXI, en que prosiguen sucediendo.

Notas

1 Naudé (1965), que fue quien inventó el término “golpes de Estado” retrata cómo los príncipes y gobernantes deben recurrir a ciertos mecanismos para dominar al pueblo:

2 “7º. Que entre tanto, no haciéndose novedad en las autoridades establecidas, sigan estas ejerciendo sus atribuciones respectivas con arreglo a la Constitución, Decretos y leyes”. “8º. Que el Sr. Jefe Político  Brigadier D. Gabino Gaínza continúe con el Gobierno Superior Político y Militar”.

3 “10º. Que la Religión católica, que hemos profesado en los siglos anteriores y profesaremos en los sucesivos, se conserve pura e inalterable, manteniendo vivo el espíritu de religiosidad que ha distinguido siempre a Guatemala [significa a toda Centroamérica], respetando a los Ministros eclesiásticos, seculares y regulares, y protegiéndolos en sus personas y propiedades”. 

4 “Guatemala City had become one of the hemisphere’s strongholds of clerical wealth and prestige. The Dominicans held large estates in the Verapaz and elsewhere and were reputedly the richest order on the isthmus. The Franciscans ranked an impressive second, with Augustinians, Bethlehemites, and Mercedarians also important. The Jesuits also had some wealthy establishments, even though they were less conspicuous in Central America than they were in other parts of the empire”. Woodward (1985), p. 63. Cfr., además Lowell Gudmundsun (1992).

5 Grüner (2003, p. 43) especifica: “el discurso no está sólo compuesto de sentidos, sino también de temas y acentos”.

6 El 24 de abril de 1824 este congreso aprobó la abolición de la esclavitud en el istmo 24 años antes que Francia, 39 antes que Rusia y los Estados Unidos, 65 antes que Brasil y nueve antes que Inglaterra.

7 Medardo Mejía (2002) recuerda: “…la Asamblea Constituyente [de Centroamérica] legisló una Constitución para un Estado centroamericano feudal-eclesiástico que impedía todo ulterior desarrollo progresista. Y cuando fue promulgada la Constitución y procedía elegir las autoridades federales conforme a ella, Valle, candidato de los republicanos y demócratas y ganador de las elecciones en los ámbitos de la República Federal, fue burlado por los intrigantes en el Congreso, dándole el triunfo con un escrutinio falso a Manuel José Arce, un hombre que se había distinguido en la revolución de independencia, pero que perteneciendo a la clase de los hacendados feudales subiría a la Presidencia para provocar con sus desatinos la guerra civil de 1826-1829”.

(…) “En la primera elección presidencial de la Federación, los votos de Centroamérica también le favorecieron [a José del Valle]. De acuerdo al sistema prevaleciente, traducidos los votos directos de los ciudadanos a los del número de compromisarios o electores que le correspondían a cada una de las diferentes ciudades centroamericanas que participaban en la elección, Valle obtuvo 41 votos, [Manuel de José] Arce 31 (…) en esta primera ocasión, debido a una argucia legal en el conteo de los votos (…) sobre 79 votos efectivos que era el total de los votos de los compromisarios, Valle había conseguido 41, la mayoría. Se dio el caso de que los votos, tres compromisarios, de la región de El Petén habían sido anulados. Se argumentó que a Valle le faltaba un voto para la mayoría (la mitad más uno) si estos tres votos se contabilizaban sobre un total de 82. Se decidió pasar el asunto al Congreso. El Congreso estaba controlado por diputados guatemaltecos. La ‘familia’ ya había inclinado a los conservadores hacia Arce. Incluso, diputados liberales guatemaltecos preferían a Arce. Unos, los llamados conservadores, consideraban las ideas de Valle demasiado ilustradas y modernas; los otros, los llamados liberales, no le perdonaban su pasado de administrador colonial. En el Congreso, sobre 27 diputados, Arce obtuvo 22 votos, don José del Valle solamente cinco”. Carías (2005). p. 159.

8 “En Centroamérica, el problema era la hegemonía de Guatemala sobre las demás provincias. Para consolidar esa hegemonía, herencia de la colonia, la élite guatemalteca precisaba de un gobierno unitario, centralizado. Para evadir esa hegemonía y que cada provincia estuviera en igualdad de condiciones y no dominada por la élite de Guatemala, los liberales apoyaron la Federación”. Carías (2005), p. 158.

9 “El mismo día 7 de abril, se hizo que cayera en manos de los sitiados una carta escrita por un cura que estaba prisionero en filas del ejército aliado; en este documento se revelaba que habiendo surgido un brote revolucionario en El Salvador, marcharía Morazán con una división a pacificar aquel Estado, y que la otra división se concentraría en La Antigua, a esperar el regreso de la primera; que se haría un intento de forzar la entrada en la ciudad por Buena Vista, ataque en el que no se pondría todo el empeño ya que si no resultaba fácil el acceso, siempre se retirarían las divisiones hacia los puntos indicados. Con este señuelo los sitiados reforzaron el punto de Buena Vista (…) emplazando más artillería y retirando del lado nororiental algunas compañías para trasladarlas al puesto hipotéticamente amenazado”. (Montúfar y Coronado, 1934).

10 … “de la casa de Haefkens, que los atacantes consideraban neutral, los sitiados les causan cuatro muertos y 18 heridos, entre estos el Coronel Vicente Huezo”. Ortega, (1991), p. 405.

11 “El Jefe de Estado Gálvez remitió botiquines y medicamentos, entre estos iba laudano y ‘cloruro’, y los aborígenes exigían a los enviados del gobierno que ingirieran cantidades considerables en prueba de que no era el veneno que ellos temían; al negarse los empleados de sanidad a tal exigencia, se confirmaba la sospecha que anidaba en sus mentes en tinieblas” (Ortega, 1991, p. 108).

12 “Un viernes 20 de enero de 1835 a las 6 de la mañana, el Volcán Cosigüina comenzó a echar un hilo de humo que se perdió entre las nubes que mantenían cobijado el cono del volcán por su enorme altura, que se calculaba en unos dos mil metros sobre el nivel del mar. Una hora después se sintieron los primeros retumbos, seguidos de temblores. Los animales comenzaron la huida: ahí iban las bandadas de aves, las manadas de venados, jabalíes y coyotes, los jaguares, pumas y dantos y toda clase de animales que se mezclaba con el ganado de la zona, que huía sin rumbo. A las 11 de la mañana su explosión estremeció a toda Centroamérica; el cielo de Chinandega, El Salvador y Honduras se oscureció completamente. Tres días duró la erupción: el primer día por la presión de los gases voló el taponazo, lanzando grandes piedras hacia el Océano Pacífico, donde quedaron promontorios de rocas, llamados Islas Farallones que cerraron un poco la boca del Golfo de Fonseca”. (Schmidt Castillo, 1999).

13 Cristóbal Colón citado por: Mario Benedetti. “La América por descubrir”, en: Dieterich, p. 14.

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*Síntesis de la conferencia del mismo título expuesta en el Foro Internacional “Los Hombres a Caballo”, Caracas, Enero 2010, y que posteriormente pasó a integrar el libro HOMBRES A CABALLO (San Pedro Sula, Centro Editorial, 2016), del autor.

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Cum laude en Escuela Superior del Profesorado; nominado a Honor Roll de USF (Florida, EUA), Maestría cum laude en Literatura, UCR. Miembro del Programa Internacional de Escritores, Universidad de Iowa; escribe cuento, ensayo y novela. Premios Nacional de Literatura, Gabriel Miró (España); José Trinidad Reyes, Laurel de Oro, Medalla del Museo del Hombre, otros. Catedrático y conferencista en Alemania, Israel, República Dominicana, Costa Rica, Colombia, Chile, México, Brasil, EUA, Venezuela, otros. Ha publicado 2000 artículos de opinión y 60 ensayos de crítica literaria en revistas de Latinoamérica, EUA, Suiza, Cuba, otros. Su novela “Rey del Albor. Madrugada” es considerada con altos valores por la crítica internacional. Su más reciente novela es “Downtown Paraíso” (2019). Ver: julioescotodocumentos.blogspot.com