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» Homenaje a Omar D’León: La piel del signo

1 abril, 2012

Texto publicado en El Nuevo Diario, en 2005, con motivo de la aparición de La piel del signo (México: Secretaría de Cultura de Puebla / UPOLI, Instituto de Investigaciones y Acción Social «Martin Luther King», 2002), antología poética de Omar D´León.


Los que hemos conocido, en pocas pero deslumbrantes entregas, la poesía de Omar de León, uno de nuestros más grandes pintores, reconocido nacional e internacionalmente, no podemos más que regocijarnos al tener en nuestras manos una edición antológica de su poca conocida obra. Ya en los años 60, el pintor publicó una muestra de su poesía en la revista «El pez y la serpiente», demostrando que era tan buen poeta como pintor, o sea, que la poesía no era para él lo que el violín para Ingres, o sea, su violín de Ingres: una actividad mínima, al margen de su plática. No: la inspiración poética ha sido constante en Omar, y ha marchado a la par de sus sucesivas y jubilosas etapas plásticas.

Como su pintura, su poesía es sensual, jubilosa, celerratoria, telúrica, epifánica, exaltadora de la naturaleza (mares, frutas, cuerpos, etc)l, de la geografía patria. Una especie de Whitman con mayor sensualidad, y cultor también de la forma breve a lo Omar Khayam, su homónimo, o a lo Kavafis. Sus versos están llenos de color múltiple y variado, lo cual no es de extrañar teniendo en cuenta el intenso cromatismo de su obra plástica. Todo en sus textos apunta a la exaltación de vivir, a la fiesta de los sentidos.

Como dice el poeta y crítico Erwin Silva, en el prólogo a este libro: «La poesía de Omar entraña un tejido de relaciones con los universos sutiles y materiales en el que nada humano es extraño y el mundo de la cultura y de la geografía de las pasiones, fundamenta y atraviesa toda su obra sin olvidar las raíces de su canto que penetran lo telúrico y se sumergen en lo marino». Y en efecto, como los primeros filósofos griegos, Omar está preocupado por cantar, no al hombre ni a la esencia del hombre, sino a la fysis, o sea, a la física en sí, a la materia en todo su esplendor sagrado. Una búsqueda de una antilogía salvaje, olorosa a magma y a genética: «El ser desamparado es socorrido por una mano fuerte/ que brota del cielo…/Así fue que parió sus genes,/ así estableció su especie sobre la tierra» «El alba entrega la madurez de los terrenales frutos/ Mas yo, trasnochador bandolero/ amanecí con mis labios chorreados de jugos y néctares».

D´León se deja arrebatar siempre por el paisaje, por los lugares asociados umbilicalmente a su memoria, recordándome a veces al mexicano Carlos Pellicer, poeta genesíaco también, y cantor pagano. Eso sí, un Pellicer Libérrimo, desbordado, informe, caótico, no sometido a ninguna forma ceñida. De ahí su tendencia a la profusa oda polimétrica, donde su retórica (a veces ingenua y redundante) fluye incontenible.

Para información, Omar D´León había publicado tres libros: Estancias del canto (1985-1993), Tedio terrestre (1995-1998) y Canto inoxidable (1999). Esta edición que incluye algunos dibujos. incluyendo el cuadro «El hijo de Apolo y doña Malinche» en la portada, es una selección de los mismos, y entre ellos no podía faltar el célebre «Canto inconcluso del mar nicaragüense».

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1951-2007.
Poeta, filósofo, intelectual y humanista, nació en Rivas el primero de noviembre de 1951. Se formó en filosofía en España, donde absorbió lo mejor de la literatura de ese país.

“Sus poesías revelaron desde sus inicios --a los 17 años-- una gran realización para la literatura nicaragüense, él siguió la tradición de los mejores escritores nicaragüenses en cuanto a la calidad y diversidad”, afirmo el poeta Luis Rocha.