¡Curiorífico y rarífico!
8 octubre, 2018
Montero Glez
Lewis Carroll ideó el ‘Nictógrafo’, una tarjeta rectangular con 16 cuadrados con la que apuntaba lo que la cabeza le dictaba, sin asomar las manos al frío de la habitación* (Diario El País -30 AGO 2018)
Lewis Carroll, seudónimo de Charles Lutwidge Dodgson, fue un hombre curioso que se pasó la vida experimentando. Su logro más célebre será escribir una fábula que va a dar la vuelta al mundo. Se trata del cuento titulado Alicia en el país de las Maravillas y que da comienzo cuando su protagonista -la pequeña Alicia- cae por un agujero que conduce a un mundo absurdo poblado de paradojas.
Con un estilo ágil y aplicando el impulso onírico en su relato, Lewis Carroll nos presenta una aventura que va a estar sujeta a múltiples interpretaciones desde el principio. Sin ir más lejos y desde el momento en el que Alicia cae por el agujero, el filósofo británico Martin Cohen -en su libro El escarabajo de Wittgenstein (Alianza)- utiliza la especulación filosófica para proponernos un experimento mental que resulta tan curioso como “curiorífico”, que diría Alicia.
Cuando Alicia está cayendo por el agujero, se pregunta si podrá atravesar la Tierra en su caída y llegar hasta el país del otro lado donde, lógicamente, vive la gente que anda sobre la cabeza. Según nos cuenta Cohen de manera acertada, Galileo despejaría las dudas de Alicia siendo que la velocidad de la pequeña Alicia aceleraría hasta llegar al centro de la Tierra. Pero el ritmo de la aceleración disminuiría progresivamente de tal modo que, cuando Alicia hubiese llegado al centro de la Tierra, su aceleración regresaría a cero.
Sin embargo, esto no significa que Alicia dejase de caer. Para nada, pues Alicia seguiría en su caída libre, desacelerándose a medida que se va alejando del centro de la Tierra, ya que, todas las fuerzas actuarían para frenarla. De esta manera, siguiendo a Galileo, la pequeña Alicia llegaría a la salida por el otro extremo del túnel, desde donde caería para atrás de nuevo, atravesando el túnel una y otra vez, boca arriba primero y boca abajo después.
Autorretrato de Lewis Carroll.
Con todo, esta no es la única enseñanza que nos propone el cuento de Alicia. Lo mejor no ha hecho más que empezar pues cuando Alicia se bebe el contenido de una pequeña botella donde pone «bébeme», tendrá la sensación de estarse plegando como un telescopio. De igual manera, al comer un diminuto pastel sobre el que se lee “cómeme”, Alicia siente que se estira como el telescopio más grande del mundo.
Estas escenas llamarían la atención del psiquiatra británico John Todd cuando, a mediados de los años cincuenta del pasado siglo, varios pacientes le aseguraron ser conscientes de la rara sensación de «alargarse como un telescopio». Todd descubrirá que se trata de un trastorno neurológico que causa alucinaciones, un deterioro orgánico que presenta un cuadro clínico caracterizado por la distorsión de la percepción y que, a partir de ese momento, se conocerá como síndrome de Alicia en el país de las Maravillas.
Dejando a un lado las múltiples aplicaciones del maravilloso cuento y volviendo a su autor, Charles Lutwidge Dodgson o mejor Lewis Carroll, hay que destacar su inventiva, no sólo a la hora de conseguir un universo de personajes fabulosos, sino a la hora de materializar la fórmula para tomar notas por la noche, sin necesidad de prender la luz ni levantarse de la cama cuando le surgía alguna idea que necesitaba ser apuntada.
En sus desvelos, ideó una tarjeta rectangular con dieciséis cuadrados a la que llamaría Nictógrafo y que sacaba de debajo de la almohada para ponerse a apuntar lo que la cabeza le dictaba, sin tener que asomar las manos al frío de la habitación. Para hacerlo posible, en un principio, inventó un alfabeto usando los puntos de las esquinas y las líneas de los lados del Nictógrafo pero, posteriormente, abandonó esta idea pues se dio cuenta de que el alfabeto taquigráfico le serviría para ajustarlo a los cuadrados de su invento.
Lewis Carroll se pasó la vida experimentando, o lo que es lo mismo, inventando observaciones que van a cruzar el tiempo de manera irreversible, definiendo la dirección del pasado hacia el futuro. Resulta curiosa su maestría a la hora de manejar el tiempo termodinámico, como si desde su presente proyectase un viaje a través de un túnel que no acaba nunca, siendo el futuro una mera ilusión que no permite la vuelta atrás. Algo así