Pláticas con Mercedes Abad

1 junio, 2009

Acaba de publicar un libro divertido y transgresor de cuentos, Media Docena de Robos y Un Par de Mentiras, en el que parece legitimar la copia de ideas literarias. Es un juego, de acuerdo, pero la narración de sus supuestas copias vienen como anillo al dedo a la discusión del futuro de libro o los derechos de autor, mientras que las editoriales se debaten con  lo que pueda ocurrir cuando se expanda el uso del libro electrónico. Mercedes Abad es una de las escritoras de cuentos y novelas de Cataluña con más éxito en el mercado español, como sus amigas Cristina Fernández Cubas, o Alicia Jiménez Bartlett. Con veinticinco años ganó el, ahora extinguido, premio de Literatura Erótica, Sonrisa Vertical. Después, novelas como Sangre, en la que reescribe la propia historia controversial de su familia con la memoria y la religión, o este último libro de cuentos, la han confirmado como una autora original, divertida con un estilo marcado por la exageración, la ironía y lo grotesco. Mercedes Abad imparte además talleres literarios en la Escuela de Escritura del Ateneo de Barcelona.


“Yo siempre he escrito contra alguien”

SM: De Testigo de Jehová a ganadora del Premio de Literatura erótica Sonrisa Vertical. Mi primera pregunta es: ¿tú escribes contra alguien?

MA: Yo creo que siempre he escrito contra alguien. Para mí la Literatura es un desquite. En la infancia hay una serie de cosas que nos marcan a hierro candente. En mi caso fue mi relación con los testigos de Jehová. El hecho de que mi madre fuese Testigo de Jehová y mi padre no, hizo que entre los adultos de mi familia hubiera una serie de secretos a los que yo no tenía acceso. También fue determinante que entre los dos decidieran enviarme a un colegio no religioso, como el del Liceo Francés. Allí, cuando daban Catecismo a los católicos, a mí me separaban junto a dos evangelistas a una sala donde nos hacían pasar el tiempo escribiendo redacciones. Es imaginable el dolor que produce en los niños el que te traten de manera diferente.

SM: ¿Cuándo empieza tu ruptura con la religión de tu madre?

MA: A los catorce años. Mientras en la niñez una diferencia te marca y produce dolor, en la adolescencia se vive como un motivo de orgullo. Yo rompí con la religión a una edad en la que también acababa la dictadura de Franco. Además, en mi colegio, la mayoría de los profes eran ateos.

“Imagino que escribí esa novela para fastidiar a mi madre”

SM: Ése tema lo tratas con mucha pasión en la novela que dicen que es la mejor de las tuyas: Sangre.

MA: Como te decía antes, hay hechos que nos marcan a hierro candente, y también se dice el principio de la novela El Secreto, de Donna Tart. Todo el mundo tiene una herida. Que luego salga de eso una novela, ya es cosa de tener una inclinación a la escritura o no. Imagino que escribí esa novela para fastidiar a mi madre, en sentido literario.

SM: Pero antes escribiste los relatos eróticos del premio Sonrisa Vertical.

MA: Sí. Los hice durante un verano que me quedé sola en mi casa de Barcelona. Mi novio me animó a presentarme al premio. Cuando mi madre volvió de vacaciones, le dije que no fisgara en lo que yo estaba escribiendo. Lógicamente produjo el efecto contrario. Ella los leyó y quedó muy disgustada. Yo creo que ese tipo de provocaciones las hacía inconscientemente. No me imaginé que me iban a dar el premio. Luego, mi madre se escandalizó, aunque no tanto.

SM: Imagino que muchos periodistas te hicieron la misma pregunta: si no habías experimentado lo que narrabas en ese libro erótico.

MA: Todos. Pero me divertía mucho inventando impertinencias. Lo que sí recuerdo es a la editora, cuando al verme entrar, creyó que era menor de edad, porque parecía más joven. Para mí, que se frotó las manos, pensando en el morbo que eso iba a causar. Por suerte, tenía ya veinticinco años.

SM: Y luego, por si no tenías suficiente, escribes Sangre, una novela en la que el papel que juegan tus antepasados, incluida tu madre y los Testigos de Jehová, es difícil de interpretar en positivo.

MA: Sí, mi madre tuvo más problemas con esa novela. Dentro de su iglesia, hubo quienes la leyeron de una manera más abierta y les gustó, y otros que se escandalizaron.

SM: En esa novela, muestras tu disgusto por lo que llamas: “la conformidad de mi familia materna con los destinos truncados”

MA: Es que no he llevado nunca bien la enseñanza de la sumisión o el sacrificio como un valor. Incluso hay un caso, como el de mi abuelo, que se pasó cinco años en la cárcel a causa de que estaba en la Armada, destinado en Canarias, y Franco envió a su mujer y su hija en el barco en el que él trabajaba, justo antes del levantamiento. Yo consideré entonces que mi abuelo era un héroe porque, seguramente se rebeló contra Franco y no quería ayudar a su familia. Mi madre me decía que mi abuelo no había hecho nada para estar en la cárcel tanto tiempo. Yo prefería pensar que sí lo había hecho. Luego, revisé los papeles del juicio y encontré que lo único que hizo fue preguntar que si la guerra la perdía Franco, qué sería de ellos. Supongo que lo procesaron por minar la moral de la tropa en tiempos de guerra. Luego, yo, de pequeña, le preguntaba a mi abuelo si odiaba a Franco. Sólo me respondía que había que aprender a perdonar. Esa actitud me impacientaba. Y esa historia tenía que volcarla de otra manera en una novela. Fue Sangre.

“Se trata de un viejo método. Tomas algo 
de tu tradición, robas y dejas atrás cosas para que otros con más talento  que tú, las roben también.”

SM: La Religión, la Memoria son temas constantes. Pero en el último libro de cuentos publicado este año tocas también el de la Imposibilidad de la Felicidad. Hay dos cuentos que son versiones de un mismo hecho. Una de las personajes está obsesionada con que sus invitados sean felices, de modo que al final provoca lo contrario.

MA: Sí, porque cuando eres feliz no eres consciente, no lo piensas. Si lo dices, es que probablemente no lo eres. En mi casa, me obligaban a sentirme feliz. Si no lo era, suponía una crisis. Tenía que abofetear ese pasado literariamente. (Mercedes cambia el gesto, y aclara:) Ya se me ha pasado la fiebre, eh. Además tengo que decirte que aunque no sea religiosa, ese sentimiento de transcendencia permanece en todos. Somos religiosos, en el fondo. Cuando escribía la novela Sangre, tenía miedo de lo que podía pasarme al publicarla. Era una vieja superstición.

SM: Al final de Pequeños Libertinajes Sabáticos, la narradora dice: “Muy a pesar mío, creo que voy a tener que dejar de escribir relatos eróticos”. Al final lo has cumplido también como escritora. En tu último libro, Media Docena de Robos y Un Par de Mentiras, hay una personaje que dice que cuando no escribe sólo se le ocurren relatos eróticos.

MA: (Se ríe con sonoridad): La verdad es que tomé la decisión de no seguir escribiendo así, para que no me colgasen la etiqueta de escritora erótica. Nunca fui consciente de tener la vocación de escritora, más bien quería ser actriz. Pero en realidad era más indecisa que otra cosa. He hecho algunas cosas en teatro y cine, pero no seguí por ese camino. Lo que me hizo escritora fue ese verano que me quedé sola en casa. Había hecho una audición para bailar en un concurso famoso de la televisión que se llamaba Un, Dos, Tres. Me partí el menisco en la audición, y pasé todo el verano escribiendo mi primera novela. Tenía veintitrés años. Presenté el manuscrito en Tusquets y Anagrama y me rechazaron. Luego intenté entrar en Teatro, y también me rechazaron. Al año siguiente, gané el concurso de Literatura erótica. Pero no quería que me colgasen esa etiqueta.

SM: En cualquier caso, desde siempre te caracteriza lo breve, el formato de cuento. Tú eres de las que creen que a Guerra y Paz le sobran páginas.

MA: Mira, te pongo otro ejemplo. Moby Dick. Yo entiendo que está escrita en el siglo XIX, pero hoy en día ya no tienes que tragarte “todo lo que usted no quisiera saber sobre la pesca de las ballenas”. Hay otros momentos de la novela que son maravillosos, pero es uno de esos libros que le sobran páginas. En cualquier caso, me parece menos grave que ese error lo cometiera Melville (del que prefiero sus textos cortos) que el que cometen hoy día algunos escritores de best-sellers. Yo no entiendo por qué a la gente le gusta leer esos libros tan gordos. Me parece maravilloso leer un libro que te dure el fin de semana. Igual es que hay gente que tiene mucho tiempo.

SM: Este nuevo libro de cuentos en el que narras de manera divertida supuestos robos de ideas a otros escritores para tus cuentos, propone medio en broma, medio en serio, irrespetar los derechos de autor.

MA: (se ríe con picardía) Estoy en la SGAE (Sociedad General de Autores y Editores). Cualquier día me van a echar.

SM: Sin embargo es un tema que a muchos les de miedo debatir. Con la aparición del libro electrónico y las facilidades para bajarte cualquier cosa de Internet, hay que hablarlo. En tu caso, ¿qué crees que te hace más daño: el hecho de que se baje alguien un texto tuyo por Internet, o una escasa distribución?  ¿A quién culpas tú?

MA: Por supuesto al distribuidor. Que alguien se baje un texto mío por Internet me parece maravilloso, aunque no pague por él. Lo que hace realmente daño es que haya una escasa distribución. Tú sabes que cada vez es más difícil permanecer en las novedades editoriales si no estás empezando o no eres un fenómeno mediático. Muchas veces, es sólo puro marketing. Sin embargo, si la gente te lee de manera ilícita es un gran triunfo. El otro día me dijeron que una Cuentacuentos narraba mis relatos eróticos, y me sugirieron que le reclamase por los derechos de autor. Cómo voy a reclamarle si lo que está haciendo es difundir mi obra.

SM: Incluso, un personaje de tu libro de cuentos llega a proponer la categorización de la copia de ideas y su recreación como una forma de arte.

MA: Dashiell Hammet decía que las cosas debían ser de quienes más lo necesitan.

SM: Es una forma de comunismo, ¿no?

MA: Pues sí. Pero es que el lector también es copartícipe del libro. Mira, aquí mismo tengo algo que enseñarte. (Entonces, Mercedes saca de su bolso, la impresión de un mail que le han enviado con las palabras de una entrevista realizada a un compositor serbio. Y lee una respuesta del mismo:) Copio, como todos. No soy Dios. Me llaman compositor, porque compongo lo que ya existe. Así ha sido siempre, desde Stravinski a Bono, Lennon, etc. Se trata de un viejo método. Tomas algo de tu tradición, robas y dejas atrás cosas para que otros con más talento que tú, las roben también.” Yo lo suscribo.

SM: Entonces, la propuesta de tu libro sobre la copia no es una broma.

MA: Es una broma literaria de algo que digo en serio. La originalidad del artista es hacer que la copia parezca nueva.

SM: Por último déjame recordar cuando daba clases. A mí me gusta ponerle nota a los cuentos. Te voy a enseñar algunas notas que le he puesto. Por ejemplo, el que se titula “La Corza Blanca” para mí es el mejor.

MA: Sin embargo, para mí es el peor, porque no hay humor.

SM: Sí, pero lo narras desde el punto de vista de un personaje totalmente drogado, y la alucinación es totalmente verídica.

MA: Es curioso como los gustos del lector casi nunca coinciden con los del autor.

SM: Última pregunta: tú eres representante simbólica de un grupo de escritoras radicadas en Cataluña que son excelentes narradoras. No todas sois de la misma edad, pero habéis compartido lectores. Para los que aún no os conozcan, presenta a estas amigas tuyas, Cristina Fernández Cubas, Alicia Giménez Bartlett y Flavia Company. Dinos el mejor cuento de cada una o su mejor libro, en tu opinión.

MA: Bueno, Cristina Fernández Cubas, cualquiera de sus cuentos por esa perspectiva inquietante en las situaciones cotidianas que utiliza en todos ellos. A mí el que más me gusta es Ausencia. Alicia Giménez Bartlett tiene un libro que me parece esencial: Una Habitación Ajena. Habla de un tema que dejó escrito en sus diarios Virgina Woolf sobre la relación con su criada. Dijo que si fuera una escritora del futuro, escribiría una novela sobre esa relación. Alicia Jiménez Bartlett lo hizo. No se tradujo al inglés porque creo que a los ingleses les molesta que sea una española la que les toque a uno de sus mitos literarios. Y Flavia Company tiene un libro magnífico de relatos, Con La Soga al Cuello. Ahí, tiene un cuento titulado “La Criada” que directamente, y se lo he dicho a ella personalmente, yo le hubiera querido robar. Ese cuento era mío (afirma como si lo fuera de verdad).

SM: En América Latina todavía no sois suficientemente conocidas.

MA: No, todavía no. Los libros de autores españoles no tienen mucha fortuna allí. De hecho los de autores latinoamericanos los publican en España. Creo que hay un problema por esos lados.

SM: Bueno, a ver qué podemos hacer entre todos.


Obras de Mercedes Abad:

Ligeros libertinajes sabáticos (1986). Tusquest. ‘Premio La Sonrisa Vertical.’
Felicidades conyugales (1989). Tusquest.
Sólo dime donde lo hacemos (1991). Temas de hoy
Soplando al viento (1995). Tusquest.
Sangre (2000). Tusquest.
Amigos y fantasmas (2004). Tusquest. ‘Premio Vargas Llosa NH de relato.’
El vecino de abajo (2007)
Leyendas de Bécquer (2007). 451 Editores
Media Docena de Robos y Un Par de Mentiras. Alfaguara, 2009.

*Mercedes Abad nació en Barcelona en 1961. Estudió en esa ciudad en el Liceo Francés y Ciencias de la Información en la Universidad Autónoma. Se estrenó como escritora con Ligeros libertinajes sabáticos (1986), un libro de cuentos que fue galardonado con el VIII Premio La Sonrisa Vertical y con el éxito de público y crítica. Desarrolla su faceta como periodista en diversos medios de comunicación y participa activamente en el mundo teatral, cinematográfico, radiofónico y literario de su entorno. Felicidades conyugales (1989), su segundo libro, recibió también una calurosa acogida.

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Nacido en Andalucía, tiene la doble nacionalidad hispano-nicaragüense, países en los que ha trabajado en el mundo de la docencia, la cultura, el periodismo y la cooperación. Licenciado en Filología, y master en Periodismo y Derecho Internacional. Es consultor de comunicación y cooperación. Escritor, docente y colaborador en varios medios en España (como El País) y Latinoamérica (Gatopardo, La prensa, Confidencial, Etiqueta Negra, etc.) sobre temas literarios y de actualidad internacional, crisis, cooperación y desarrollo. Ha publicado, entre otros libros de antologías y colaboraciones, ensayos y relatos (Las cien Novelas para siempre del siglo XX y Si estuvieras aquí, de la editorial Icaria). Fundó con Sergio Ramírez la revista cultural Carátula www.caratula.net , de la que fue editor. Ha sido profesor de Comunicación y Humanidades, traductor y responsable de información de Médicos sin Fronteras. Ha conocido de primera mano numerosos conflictos y crisis humanitarias. Fue coordinador de la Campaña de Acceso a Medicamentos en América Latina. También ha coordinado proyectos que unen el mundo humanitario y el desarrollo con la Literatura como la serie Testigos del olvido de El País Semanal.