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Rubén Darío, peregrino del infortunio

25 noviembre, 2014

Manuel Obregón

– Se viaja por diversos motivos. Frecuentemente, negocios, placer, salud, estudios, o, cualquier otro que estimule nuestra psique. Lo importante es el alivio que depara, al cuerpo y al buen ánimo, salir de la vida rutinaria para encontrar nuevas vivencias.


Rubén Darío

Se viaja por diversos motivos. Frecuentemente, negocios, placer, salud, estudios, o, cualquier otro que estimule nuestra psique. Lo importante es el alivio que depara, al cuerpo y al buen ánimo, salir de la vida rutinaria para encontrar nuevas vivencias. Sea localmente o en el extranjero. Es un acto voluntario, premeditado, un ir al encuentro de nuevas actividades y experiencias. Viajar supone relajarse, asume tranquilidad, capacidad de observación, disfrutar, encantamiento por lugares, conversaciones, degustar gastronomía desconocida, avenirse a hábitos, costumbres, y, a la alegría de conocer personas y, en general, culturas distintas, que enriquecen la nuestra. Los viajes turísticos son una terapia. No digamos los de aventura, a veces peligrosos, pero siempre buscados.

Hoy se viaja vertiginosamente. La comunicación, aérea o terrestre, es una maravilla. Los servicios son eficientes y en un santiamén estamos al otro lado del mundo. Las agencias de viaje se multiplican, los servicios de hoteles y los bancos están en el rincón más apartado del planeta. Nada difícil. Lo único que se necesita son recursos y disposición de hacerlo. Un crucero nos lleva a islas paradisíacas, y, dentro, tenemos las facilidades como si pernoctáramos en un hotel. Vivimos en la era del espectáculo.

Si meditamos sobre lo dicho, pareciera que siempre fue así. Y, no es cierto. No siempre existieron tanto medios ni estuvieron al alcance de tanta gente como ahora. Eso sin hablar de la cultura digital que todo lo impregna.

Cómo fue viajar a fines del siglo XIX y en la primera década del XX. Lo sabemos, en primer lugar el barco, el viaje marítimo, lo más usual. Al interior, las diligencias, y, en las ciudades, el coche tirado por caballos. Movilizarse tomaba mucho más tiempo. El ferrocarril, sí que tuvo importancia mayúscula. La estación ferroviaria era el punto de partida y de encuentro.

Entro en materia. Nuestro Rubén Darío, fue un gran viajero. No conozco de otro nicaragüense que para la época lo haya hecho con tanta vehemencia. Donde empiezo a confundirme es en las motivaciones que tuvo para hacerlo. ¡Increíble!, es todo lo contrario de lo arriba enumerado. Son causas que poco tienen que ver con placer o la alegría de viajar. Son, en su mayoría, viajes de infortunio. Como de un constante huir, casi parecido a un prófugo.

No pretendo hacer un itinerario completo. Solo dar una idea. Lo que quiero transmitir es más bien, su azaroso deambular por el mundo, sin guía, sin ropa, sin rumbo, sin dinero.

Sin un proyecto específico. Desarraigado o empujado por las circunstancias. El itinerario de un derrotado. De un iluso que no confía en el presente, mucho menos que pueda vislumbrar el futuro. A veces la ruta de un desesperado, de un escapista, de un iluminado. De un idealista que espera, o va en busca de un salvavidas, de un mecenas que le ayude. Un viajar sin retorno, salvo situaciones que lo obliguen, y, a veces, un vivir de prestado. Se puede decir de un errante, desdichado. La idea que nos queda cuando lo seguimos, es, que va como un caballo desbocado. Que camina en el filo de la navaja. Que no tiene paz ni sosiego. Toda su vida es una búsqueda de la belleza, y, por ella, se sacrifica y marcha por los campos de Montiel, como Don Quijote, para encontrarse, no con imaginarios molinos de viento, sino con aspas verdaderas que golpean sus costados. Sobre todo, castigado por fuerzas que lastiman su delicada existencia como artista y lo hacen caer en una cruda realidad que no entiende. Montañas que lo aplastan, caminos que lo enredan, amigos que lo traicionan. Su destino es funesto.

  1. Siendo muy pequeño hace su primer viaje en brazos de su madre. Su progenitora se va a vivir a un pueblo fronterizo de Honduras, a San Marcos de Colón. Ahí lo va a recoger su padrino Félix Ramírez, el esposo de doña Bernarda, para llevarlo a León, donde lo crio. Esta sería su primera huida después de fracasar aquél matrimonio de conveniencia de su madre, Rosa Sarmiento con Manuel García o Manuel Darío, como era más conocido. Ya estaría crecidito pues recuerda haberse perdido en una ocasión y lo encontraron, dice, en sus memorias, “debajo de las ubres de una vaca, entre mucho ganado que mascaba el jugo del coyol…”
  2. Luego, adolescente, tiene 15 años, y, ya está huyendo de su país por segunda vez. Se embarca en agosto de 1882 por el Puerto de Corinto hacia El Salvador. Motivo: decepción, no tolera como lo trataron los políticos de Managua, que le prometieron mandarlo a estudiar secundaria a España y terminaron ofreciéndole una beca para el Instituto Nacional de Oriente de Granada. Por otra parte, está enamorado de su “garza morena” y se le ha metido la locura de casarse. Para remate, está, a esa corta edad, endeudado hasta el cuello. Tiene vergüenza presentarse en público y que le enrostren deudas que no puede saldar. Su situación no puede ser más precaria. En carta a su amigo Francisco Castro [julio 1882] le pide desesperadamente ayuda. Dice deber cien fuertes, pide le busquen camisas, que le ajusten para el pasaje, que le consigan una valija, y que le busquen en casa de su padre, unos cuantos calcetines y camisolas. ¡Quién lo creería!, a esa edad, urge le recojan su revólver y caja de municiones que guarda en casa de un amigo. Estoy, dice, “al borde de darme un tiro”. Un potencial y precoz suicida.
  3. En septiembre de 1983 ya lo tenemos de regreso en Nicaragua. Su primera salida, frustrada como la de don Quijote, le dura apenas un año. Está muy inexperto para “velar armas”. En su mente siempre aspiró por escalar “una buena posición social”. En San Salvador tuvo buena acogida en ciertos periódicos locales, ayuda gubernamental no le faltó, pero no supo aprovecharla y se dio a excesos de bohemia que nunca pudo controlar. Cayó el apoyo estatal y de remate le llegó una epidemia de viruela que lo postró por algunas semanas. Sin dinero, no encuentra salida y decide regresar a Nicaragua. Aquí ya hay un sino que le perseguirá toda su vida: por fuerza mayor viaja y por fuerza mayor regresa.
  4. Nueva salida de este Alonso Quijano nicaragüense, esta vez será para la República de Chile. El hado no lo dejará y el motivo no puede ser más desgarrador. Se ha enamorado de Emelina Rosario Murillo, de quien se lleva la mayor desilusión, en palabras del joven bardo, “que puede sentir un hombre enamorado”. Su dulce virgen no es de confiar. Un detalle anatómico cambia las cosas. Poseído por un ataque de celos teme cometer un disparate. Como Otelo, no encuentra consuelo a su tormento, y, decide huir. Huir como un condenado. Se siente herido en lo más sensible y quiere desaparecer. El viaje se le facilita por medio de su amigo poeta, diplomático y militar salvadoreño, don Juan J. Cañas, quien le da cartas de recomendación que le sirvan de respaldo en la capital sudamericana. Otra sombra le perseguirá, la dádiva gubernamental, pues el pasaje se lo otorga el gobierno de Nicaragua y algo para procurarse lo necesario mientras se instala. Su futuro, incierto, ni él mismo sabe qué le espera. Se embarca en el vapor Uarda, por el puerto de Corinto, un 5 de junio de 1886 y llega a Valparaíso el 24 de ese mes, día de San Juan. En este puerto permanece poco más de un mes, saliendo para Santiago en agosto de ese año. Apenas, ha cumplido los 19 años de edad. Cuando la enfermedad del cólera azota la capital en 1887, regresa de nuevo a Valparaíso, huyendo del contagio. En septiembre, vuelve a Santiago, donde permanece tres meses. En el año 1888 lo vemos radicado nuevamente en Valparaíso, donde se quedará hasta principios del año 1889. En su haber, de esta primera estadía en Chile, quedan dos libros claves con los que se dará a conocer en el mundo de las letras: Abrojos y Azul y un extenso poema “Canto épico a las glorias de Chile”.
  5. Poco antes de cumplir los tres años de estadía el poeta prepara sus maletas. Deja el puerto de Valparaíso el 9 de febrero de 1889, en el vapor Cachapoal, rumbo a su querida patria, Nicaragua. A pesar de sus obras anteriores, y, de su trabajo periodístico en Chile, no está conforme. No es lo que esperaba. Se juntan otros factores, adversos. La “inquerida bohemia” que lo lleva a una penosa escases de dinero, y, la súbita muerte de su padre, Manuel Darío. La amarga realidad es que no tiene ni para el pasaje. Emprenderá el viaje de retorno, maltrecho en su alma, y, sin un centavo en la bolsa. Como siempre, son los amigos, a petición suya, quienes hacen la colecta. En una carta confiesa “mi padre acaba de morir y yo tengo que estar en Nicaragua a la mayor brevedad”, y agrega, “He pedido a personas que tienen buena voluntad y alguna estimación por mí, que contribuyan para formar un fondo con el cual pueda hacer el viaje”. Otra vez, Darío cayendo en la humillación de pedir favores, como un menesteroso. El viaje es una necesidad sentimental y económica.
  6. Inquieto, como un ave rara, apenas unas semanas después de haber llegado a su país, emprende otra vez el vuelo. Esta vez a El Salvador, donde había estado siete años antes. Tiene ahora 22 años, todavía muy joven. Buscando futuro, acepta la invitación de un buen amigo de ese país, quien lo aloja en su finca de Sonsonate, descansa unos días, y viaja después a San Salvador, donde reanuda sus labores de periodista y hombre de letras. Aquí conoce a, y se casa con ella, Rafaelita Contreras, el 21 de junio de 1890. Como su vida está llena de escabrosos baches, por razones políticas imprevistas, [un golpe de Estado] se ve obligado a huir, otra vez huir, a la vecina Guatemala, dejando a su esposa y suegra, en San Salvador, en espera de que cambien las circunstancias y poder reunirse de nuevo. Cabe mencionar, que no hubo tiempo de realizar la boda religiosa, sigue pendiente.
  7. Esta salida apresurada de Rubén, a ciudad Guatemala, tiene lugar a finales de julio de 1890, un mes y diez días después de que se celebrara su boda civil. Lo mismo, el nuevo techo dura poco. Promesas incumplidas de amigos y situación económica agravada lo hacen cambiar de idea.
  8. Busca otro derrotero. Apenas un mes después, deja Guatemala, y se va a Costa Rica, esperanzado en algún apoyo familiar, pues su suegra, es, costarricense. Duro es aceptarlo. Malos vientos lo empujan al azar. Darío, un judío errante. Llega a San José el 24 de agosto, de ese año de 1890. Hace trabajo de lo que sabe hacer: periodismo. Si bien le sustenta, es muy poco. Ahora son tres bocas las que esperan, pues, su suegra y su mujer, corren igual suerte con él. Pronto contrae deudas y se ve en igual situación que la vez anterior. Como es de suponer, viene el embarazo y nace el primogénito, Rubén Darío Contreras, en noviembre de 1891. Ya son cuatro, la situación es desesperada. Padre a los 24 años.
  9. Obligado por la adversidad, después de escasos dos años de probar suerte en Costa Rica, regresa, esta vez solo, a Guatemala. Llega a la ciudad capital el 21 de mayo de 1892. Un ave de mala agüero le hace sombra. No va tras proyectos firmes, nada concreto, sostenible. Se deja llevar por ilusiones, expectativas, llamados de colegas y conocidos, que por un rato están en el poder y prometen auxiliarlo y más temprano que tarde, todo se desvanece. Son castillos de naipes que se derrumban ante sus ojos tristes de caminante. Sabido es que la política en Centroamérica nunca ha sido estable. El problema de Darío es que no logra independencia. Se pega a la cola de cometas errantes y da bandazos. Tal parece que sus maletas de viajero no hay que abrirlas, pues no tarda en hacerlo, cuando todo se tuerce y hay que buscar como enderezar el rumbo perdido.
  10. Solo han pasado dos meses de estar en Guatemala y ya lo vemos cambiando rumbo. Repentinamente, a finales de mayo le llega la grata noticia de que el gobierno de Nicaragua lo nombra delegado para viajar a España para asistir a las celebraciones del IV Centenario del Descubrimiento de América. Casi de inmediato se embarca para Nicaragua donde permanecerá a lo sumo dos semanas. Es como vivir al garete. Nunca define coordenadas por sí mismo, depende, casi siempre, de un tercero, o, de circunstancias desfavorables que lo descontrolan. Da inicio el desarraigo, en adelante se le verá solo. Su esposa no podrá seguirle. Con un niño en brazos el asunto se torna difícil. No va, lo empujan. Alguien tiene que señalarle la vía.
  11. A finales de agosto de 1892 ya está camino a Panamá para cruzar el Atlántico. Destino: España, su sueño dorado. Ya ha cumplido los 25 años, se siente mayor y lleva credenciales de intelectual. No es un desconocido. Hace una ligera escala de tres días en La Habana, rumbo a Santander y de ahí Madrid, donde permanecerá tres meses.
  12. A su regreso toca el puerto de Cartagena, Colombia, que aprovecha para hacer una oportuna visita a un ex presidente colombiano. Rubén siempre se vanaglorió de amistades encumbradas. Para enero de 1893 ya está en Nicaragua. El 2 de febrero de 1893 recibe la infausta noticia que le “anunciaba en vagos términos la gravedad de su mujer”, Rafaelita, “su princesa Stella”, quien para ese instante ya había fallecido el 26 de enero en El Salvador. Rubén cae en depresión, pero se levanta. Este año es de luto y de boda. Víctima de una trampa que le preparan en Managua, se casa con Emelina Rosario Murillo. En completo estado de ebriedad, la sagaz novia lo seduce. Al darse cuenta del engaño, quiere se lo trague la tierra. Vuelve el agorero signo y solo le queda, otra vez, escapar. Providencialmente, la promesa de su amigo el ex presidente colombiano que tuvo el honor de conocer a su regreso de España, surte efecto, y lo nombran, en abril [1893], Cónsul de Colombia en Buenos Aires. Es una tabla de salvación a la que se acoge en ese transe emocional, de ser viudo y desposado, precisamente con la ex novia que antes dejó, [desde muy joven], al enterarse que lo había traicionado, y que motivó su viaje a Chile.
  13. Con todo lo ocurrido, vemos al poeta en fuga, como el mismo dijera, con deseos de largase lo más pronto posible. Se dirige a Panamá a recibir el nombramiento y jugosos emolumentos por adelantado. Muy probablemente embriagado de nostalgia y de dolor, cambia de rumbo; en vez de irse a Buenos Aires donde lo esperan, hace un paréntesis, quiere primero conocer Paris. Hacia Francia lo lleva el barco steamer, haciendo escala en Nueva York [mayo]. Ahí conoce a José Martí, quien lo llama ¡hijo! Y en París a Verlaine.
  14. Ahora sí emprende el viaje a Argentina. Se aparece elegantemente vestido, a la moda de París. Recordará sus años de pobreza en Chile, cuando arribó con un ajuar deprimente, en cuya valija llevaba “más papeles que camisas”. No, ahora lleva valet que le cargue las maletas. Más tarde lo cambiará por un Secretario, que le da más aire de distinción. Arriba, al gran Buenos Aires, en agosto de 1893. El puesto de Diplomático le durará poco, cerca de año y medio, pues tan pronto muere su protector, el doctor Rafael Núñez, lo renuncian. Rubén siempre recostado a pared ajena. Solicitando favores que se evaporaban pronto. Goza del cargo, desde que lo nombran en abril de 1893 hasta septiembre de 1894. Como intelectual se relaciona con la élite culta de esa gran ciudad. Así, que al dejar la diplomacia, no le cuesta incorporarse a trabajar con el diario La Nación, que dirige un hijo del conocido General Bartolomé Mitre. Escribe dos obras que lo consagran como padre del Modernismo: Los Raros y Prosas profanas. El trabajo literario es fecundo, y, a la vez, trasnochadas fiestas báquicas, lo llevan al límite. Darío, cree que se está repitiendo, y que si quiere escalar, tendrá que volar más alto. Se ilusiona de nuevo cuando la dirección del periódico decide enviar un corresponsal a España que informe sobre la situación de la guerra hispano-estadounidense. España quedaba débil, había perdido Cuba, Guam, Puerto Rico y Las Filipinas. Lo eligen y es hora de partir. Eran ya poco más de cinco años en la capital argentina, y, esta vez, se siente con nuevos ánimos. Darío tiene 31 años, la vida, así lo desea, le debe una sonrisa. Otro viaje de azar, como un premio por mucho tiempo esperando. Como suele sucederle, otros están decidiendo sobre su destino. Esta será la tercera salida de nuestro Quijote al viejo mundo.
  15. Rubén parte de La Plata hacia España el 8 de diciembre de 1898, embarcado en el vapor Vittoria. Ahora su entrada la hace por el mediterráneo, llegando a finales de mes, por primera vez, a Barcelona. Ahí hace contacto con un grupo selecto de intelectuales, que ya preconizaban un movimiento “modernista”. Su siguiente parada será Madrid, donde conocerá a Juan Ramón Jiménez y a don Ramón del Valle Inclán. Un año después de su llegada, [1899] ya hace amores nuevos, conoce a Francisca Sánchez, su musa campesina. Sus crónicas madrileñas quedan plasmadas en su libro España Contemporánea [1901].
  16. La Nación le pide viaje a París donde debe asistir a la exposición Universal de 1900, sobre la que dejará constancia en Peregrinaciones, donde incluirá otras impresiones parisinas. Deja a Francisca Sánchez en Madrid y se ausenta de España, por cinco años, que los ocupará en su trabajo de cronista viajero por varios países del continente europeo. Sale de París y vuelve a París, en sus múltiples ocupaciones de periodista que alterna con su trabajo literario. Ya ha salido a prensa Prosas Profanas. Aquí el periplo se vuelve laberíntico.
  17. Por estos años viaja a Italia [Turín, Génova, Roma] regreso a París. En Lyon se ve en uno de esos tantos apuros económicos que le son repetitivos. Gasta más de lo que gana, dada su inclinación a la vida dispendiosa. Clama un grito de socorro a los amigos que le tiran la tabla de salvación. No falta quien se aproveche y le compre, por poco, algunos de sus libros. Nuevas salidas a Bélgica, Inglaterra. Regreso a París. Llega Francisca a París a juntarse con él. Nuevo viaje a Barcelona, dejando a Francisca en Ávila. Prosigue a Málaga, Granada, Sevilla, y Córdoba.
  18. Otro viaje a Italia [Venecia, Florencia] regreso a París. Cambio de itinerario, ahora es Alemania [Colonia, Frankfort, Hamburgo, Berlín], después Viena, Budapest. Es un trotamundos. Su vida familiar, olvidada. En 1903 nace su primogénito con Francisca, Rubén Darío Sánchez, Phocas, “el campesino”. En marzo de 1903 es nombrado Cónsul de Nicaragua en París y tendrá que repartir sus ocupaciones como corresponsal y como diplomático. Por estas mismas fechas viaja a Gibraltar y Marruecos. Regreso a Madrid por motivo de la muerte de Phocas. Regreso a París.
  19. Nuevo viaje a Madrid para asistir a los festejos del Tercer Centenario de la publicación del Quijote. [1905] Antes pasará, para reponerse de salud, por la Costa Cantábrica hacia el pueblo de San Esteban de Pravia. Regreso a París. Ese mismo año publica Cantos de vida y esperanza.
  20. Otro viaje a Madrid [1906] para integrarse a la comisión nicaragüense sobre asuntos limítrofes con Honduras. Asunto que debería ser sometido al arbitraje del Rey de España Alfonso XIII. Regreso a París. Publica Opiniones, otro libro que reúne sus crónicas.
  21. Una vez integrado a sus funciones consulares en París, y cuando piensa que puede bajar el gas de los viajes como cronista, el gobierno de Nicaragua lo llama para que integre la delegación que asistirá a la Conferencia Panamericana de Río de Janeiro, Brasil [1906]. Alista maletas para Nueva York donde le espera el jefe de la delegación de Nicaragua a dicha conferencia. De Rio pasa a Argentina donde lo reciben como rey. Le festejan con copioso banquete en su periódico La Nación. Darío regresa a París y posiblemente por sus abusos báquicos, no se siente bien de salud. Decide hacer un viaje a Palma de Mallorca para reponerse. Vuelto a París se encuentra con la sorpresa de que Rosario Murillo, su esposa legítima, de la cual se había olvidado, se encuentra en Francia y le ha embargado el sueldo.
  22. Ante el acoso de la Sra. Murillo, busca una salida. Necesita viajar a Nicaragua a arreglar el asunto del divorcio. Ello requiere cambiar la ley y tiene amigos en el Congreso que están dispuestos a ayudarle. Además, quería quitarse de encima la inquina que le tenía su ministro jefe, de quien dependía la embajada en París. Por consejo de Vargas Vila, debe viajar a su país para conseguir lo nombren Ministro en Madrid. Ambos objetivos los consigue, desde el punto de vista legal, pero la medida del divorcio se frustra por un ardid que le monta la astuta Murillo y todo se echa a perder. Parte a su país en octubre de 1907, el mes en que nace su hijo Rubén Darío Sánchez [Güicho] a quien ya no logra ver. Sale del puerto de Cherburgo, vía Nueva York, pasando por el puerto de Colón, y, luego en tren hasta ciudad Panamá. De ahí, en vapor a Corinto, donde llega el 24 de noviembre de 1907. Lo nombran Ministro residente en España el 21 de diciembre [1907] y tiene que esperar seis meses para los trámites de provisión de fondos. Hasta entonces, puede regresar como diplomático. Ese año de 1907 publica su Canto errante.
  23. Regresa a Europa en abril de 1908 para ejercer su nuevo cargo. En Nueva York se detiene tres días, y, se pierde una noche, para ser encontrado en una casa de ninfas. Cuando llega a París se encuentra con su hijo Güicho de siete meses, a quien apenas va a conocer y lo embarga la ternura de un abrazo.
  24. Se traslada a España para iniciar su cargo de Embajador, que le durará poco. Apenas dos años, hasta que el Presidente Zelaya cae en diciembre de 1909, y le sucede José Madriz. El traje que luce ante el Rey es prestado. En 1909 publica El viaje a Nicaragua e intermezzo tropical. Ocurre algo curioso, como las deudas se acumulaban, decide trasladar su residencia a París, y, así evitar los cobros.
  25. En agosto de 1910 el presidente Madriz nombra a Darío enviado extraordinario y ministro plenipotenciario con motivo de las fiestas del Centenario de la independencia de la República Mexicana. Un nuevo viaje que resulta problemático por razones de política criolla y el poeta no logra llegar a la capital de México. Una revolución derroca a Madriz y Darío ya está en camino. Llega al puerto de Veracruz pero lo regresan a La Habana.
  26. A su regreso a París ya se siente cansado. Sin empleo, se encuentra con dificultades económicas. Pareciera que los viajes quedan enterrados y lo que quiere es reposo, alero de hogar. Aparece el proyecto de la Revista Mundial donde le prometen viajes y un ingreso seguro. Sale de su santuario familiar y de nuevo, ante la necesidad, emprende agregadas aventuras a su ya largo itinerario. Un ir por el mundo como un Quijote que ha perdido el rumbo, tejiendo el tramado de su destino incierto. Agotado, hace un último esfuerzo. Se yergue y a ¡preparar el equipaje! Otro periplo [1912]: Brasil, Barcelona, Madrid, Montevideo, Buenos Aires.
  27. Su salud empeora y regresa a París [1912]. Por invitación de unos amigos se refugia en Mallorca [1913], donde desea reposar en la cartuja de Valldemosa en busca de un descanso místico. De regreso a París pasa por Barcelona donde tiene tiempo se saludar a su amigo el ex presidente Zelaya de Nicaragua quien reside en esa ciudad, después de haber salido desterrado de su país. En realidad lo llevan, Rubén está enfermo [una crisis nerviosa-renal], y necesita reposo.
  28. Regreso a París [enero1914] a reunirse con Francisca Sánchez y su hijo Rubén Darío Sánchez. Un encuentro sorpresivo con su otro hijo que tuvo con Rafaelita, su primera esposa, Rubén Darío Contreras. Empeora su salud y le viene una obsesión por abandonar París e irse a vivir a Barcelona. Su amigo Vargas Vila le ayuda y logra partir, con Francisca y su hijo, a ese rincón que necesita con urgencia. Como poéticamente lo expresa, quiere vivir “esta soledad sana, con sol y frutos, y flores, y pájaros,…solo viéndolo se cree”.
  29. Estalla la primera guerra mundial, y todo se viene abajo. Los pagos de la revista se suspenden y Rubén está desesperado. Exclama en su lamentación “yo no puedo continuar en Europa, pues ya agoté el último centavo”.  Rubén es víctima de un engaño más en su vida. Ya casi moribundo, saca fuerzas para emprender una cruzada de paz. Necesita decirle al mundo que la guerra es un error. Un amigo aprovechado le propuso la errática idea del viaje creyendo que le reportaría beneficios. Se ofrece a acompañarlo. Reúnen algún dinero de amigos generosos que aprecian a Rubén. Salen de Barcelona el día 25 de octubre de 1914, destino: Estados Unidos y Guatemala. Entre llantos de Francisca que le suplica “Tatay, [que así le decía a Rubén] no se vaya. Usted va engañado”. El viaje es un completo fracaso. Llegan a Nueva York, no encuentra eco su prédica, y el amigo “fiel” le abandona. Esa navidad Rubén, ya deprimido, es trasladado de caridad a un hospital. Amigos, que nunca le faltaron, lo ayudan, y reúnen dinero para enviarlo a Guatemala [abril 1915]. Rubén va muy enfermo, y, su proyecto se le convierte, en un verdadero viacrucis. De caída en caída se arrastra a su triste final. Desea aguantar, solo quiere llegar vivo, aunque sea para morir, a su tierra natal. Contrastes de la vida!, quien lo rescata en su estado de lamentable nazareno, es Emelina Rosario Murillo, a quien no quería ver ni en pintura. La esposa legal que le hizo la vida imposible en sus últimos años. Mal que bien, ella llega a recoger ese fatigado cuerpo, que aun respira, pero está en la antesala de la muerte. Desembarca con Rubén en Corinto, por fin, en su tierra Nicaragua, el 24 de noviembre de 1915. Este sería su último viaje. Muere el 6 de febrero de 1916, en León. Edad, 49 años.

Rubén, viajero infatigable. Recorrió más de 30 países, visitó o vivió en más de 40 ciudades de Europa y América, y sus viajes, en varios casos, eran recurrentes. En pocos, hubo voluntad propia, en casi todos fueron otros los que decidieron, o, las circunstancias que no le dejaban otra salida. Rubén navegó sin brújula, y, en cierta forma, la pobreza y sus debilidades, lo obligaron a recostarse a gobiernos insensibles, o, a amigos generosos que lo quisieron y estimaron, quienes lo sacaban siempre de apuros, que nunca le faltaron. En compensación a su dramática vida, cuya deuda no se ha saldado, pues está pendiente que se escriba una biografía completa y que se publique su obra total, tuvo la gran satisfacción de solazarse en el arte, entregarse en cuerpo y alma, en medio de muchas dificultades. Su legado, su obra. El más grande de todos los nicaragüenses. La montaña más alta y el pensamiento más elevado.


Nota: citas y datos tomados de Vida de Rubén Darío, de Valentín de Pedro; La dramática vida de Rubén Darío de Edelberto Torres y Cartas desconocidas de Rubén Darío, compiladas por José Jirón Terán y Jorge Eduardo Arellano.

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Licenciado en Economía por La Universidad Nacional Autónoma de México, con Maestría por la Universidad de Vanderbilt, Tennessee, ha laborado como funcionario bancario en el Banco Central de Nicaragua (1967-1997) y ha colaborado en la fundación de la actual biblioteca de dicho Banco, además de Asesor cultural. Jubilado de las actividades bancarias viró su oficio hacia el de la agricultura, sin olvidar nunca sus grandes pasiones: la lectura y la escritura de textos.