Selección poética

5 agosto, 2022

TORMENTA LEJANA

Un edificio. La habitación a oscuras 
se alumbra con la secuencia del televisor,
como a través de una tormenta lejana.

Nada sabemos de ellos pero ahí están.
Todas las noches
comienza un mundo por sus manos.

El barco se hunde ante las costas
y no podemos hacer nada.
Miramos los vidrios
que se encienden o se apagan.

De pronto sean estas ráfagas de luz
la habitación donde termina un amor
y apenas escuchamos la última sílaba del ruido. 

Pensarán ellos que somos nosotros
los fantasmas,
prendiendo las luces en los cuartos
o amándonos los sábados.

Y creerán que no están solos.
Y al otro lado de las ventanas
verán el resplandor,
parecido al encuentro de una música amiga.

JOHN FABRICANTE DE HELADOS

Lo aceptemos o no, el reto estaría en permitir
el contacto. Entrar en lo que ha estado disperso.
Pienso en esa persona con la que coincidimos
una mañana, extraños el uno para el otro
como ocurre en los sistemas de transporte.
Se presentó como John, de Staten Island,
yo como alguien que viaja desde otro país.
Hubiéramos podido callar pero la escena
seguiría intacta: dos hombres que miran la marea.

John me habla de su familia que está a algunas bancas
de distancia. Su esposa, sus nietos. Se sorprende del
dominio de estos chicos con las nuevas tecnologías,
para él incomprensibles. Me habla de su madre
que está entera a los 90 y vive en las playas
de Long Island. El mundo se ha vuelto numeroso
pero el frío conserva sus historias,
la de John, nos mienta o no desde su voz carrasposa,
quien asegura haber tenido una fábrica de helados
no muy lejos de allí, “el mejor trabajo del mundo”
sostiene, mientras sus ojos se abstraen hacia otro horizonte.
Piensa, sin decirlo, que un joven cualquiera
podría entenderlo mejor que su madre,
de pronto ser la muerte con su abrigo de extranjero,
justo en el más caluroso de los inviernos.

Cuántas cosas ha visto John, cuántas verdades
que quedaron en suspenso. Los recuerdos lo persiguen
como un furgón de cola que no termina de encajar.
Y él allí, siempre adelante de ellos.
Pero ahora hablemos de su voz, algo apagada por los años.
Como si las palabras nos espiaran del otro lado del hielo,
como si no hubiera garganta sino una guitarra de despojos,
abandonada por los suyos entre las piedras y la nieve.

Sus frases tenían la luz de lo que ya está a punto
de desvanecerse. John, pensamos, no le hablaría
a otra persona con la misma confianza, sólo a un extraño.
De pronto la muerte fuera él y esta la última estación,
un símbolo, John de Nueva York y de ninguna parte,
el mar se desplaza bajo el Ferri como dos sedas divididas.

Nos despedimos algo antes de tiempo,
hubo amistad entre los dos. Lo felicito por su familia
mientras él, cálido sin embargo,
me habla desde la escarcha y me desea un feliz viaje.

EL OTRO

Pasa un hombre
el niño
que fue
lo mira
con rabia.

INTERIOR AU VIOLON

Matisse le ha dado luces a un encierro
que no era la alegría de la vida.
El negro abisal de una ventana entreabierta,
el violín en su estuche de oscuridad
incapaz de traducir las gradaciones del océano.

Similar a un sueño, cuesta entender
qué es el arriba o el abajo.
El esplendor de lo sencillo
sobre una superficie en reposo
donde no llega el invierno ni la muerte.

Por un momento podemos sentir
la vecindad de la palmera y las olas
imaginar que el violinista
se ha ido a la playa o a morir
y en el estudio ha quedado
toda la música del mundo. 

Se necesita olvidar mucho para pintar de esta manera.
Aprender a mirar los objetos como umbrales
entre el fuego y la semilla
hasta hacer de la luz un niño que se asoma.

Mi padre heredó esta réplica. La imagen lo acompañó
en los mejores años de la vida.
Allí supe que él también quiso huir, antes de nosotros,
perderse en su mar, también que quiso hacer del interior
un espacio propicio para la música. 

Miro este cuadro donde un sonido deslumbrante
está a punto de abrirse. Y es otra vez el mar
el que espera por nosotros, mi padre y yo,
es otra vez la música. Como un vacío
que aún en la huida de los cuerpos
hace que triunfe el color sobre la gravedad y los días. 

DESDE UNA MONTAÑA

Miramos la ciudad. Vemos desde la altura
tu casa o la mía, donde antes estuvo el mar.

Las voces se sumergen
al fondo del espacio
dejando en su lugar
un rumor desconocido.

Tuvimos que escribir para encontrarle
a los fantasmas su lugar bajo la lluvia. 
Tantear su marca en la memoria. 

Los amigos se marcharon
a otro punto del horizonte,
buscaban la semilla dispersa.
Aviones y promesas
dividían los años.

Nosotros aprendimos
a esperar lo que regresa.
Viendo bajo las huellas
el movimiento de la tierra.

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Bogotá, Colombia, 1985.
Poeta y ensayista. Es el autor de Escribir en la niebla (Granada, España, 2015), compilación de ensayos sobre 14 poetas colombianos, y del ensayo literario El resplandor y la sombra Una poética de las montañas (Fondo de Cultura Económica,2021). Ha publicado los libros de poesía Los ecos (2010), Lo lejano (2015) y El movimiento de la tierra (2017), ganador del Premio Internacional de Poesía Jaime Sabines 2016. En 2019 apareció en Turín Detrás de lo que escribo siempre hay lluvia, antología de sus poemas traducida al italiano. En 2021 se publicó Meditación interrumpida, compilación de sus traducciones de Robert Hass. Coordina el taller de ensayo literario en el Fondo de Cultura Económica de Bogotá.