Sergio Ramírez: la fiebre de la escritura
30 marzo, 2015
Melquiades Villarreal Castillo
– De nueva cuenta Melquiades Villarreal Castillo aborda la obra de Sergio Ramírez,tal como lo hizo en el número 52 de carátula, ahora tomando de pretexto sus libros Cuando todos hablamos y Mentiras Verdaderas, del susodicho autor nicaragüense, para emprender un breve repaso sobre algunos elementos sustantivos en la narrativa de Ramírez, fundamentado en la tesis de Roland Barthes propuesta en El placer del texto (le plaisir du texte), cuando explica “que en el proceso de lectura se identifican tres momentos singulares”: Eros (amor); Gaudio (placer) y Avvenimiento (encuentro, acontecimiento).
Siento por el nicaragüense Sergio Ramírez una admiración incuestionable, pues además de escritor de reconocida trayectoria internacional, es un gran maestro como lo atestiguan sus libros Mentiras verdaderas y Cuando todos hablamos, cuya lectura motiva esta reflexión, además de que, sin proponérselo, son manuales de gran utilidad para los que tenemos vocación para escribir, aún en pleno uso de nuestras facultades que nos permiten comprender que nadie nos garantiza lectores, si es que los llegamos a tener.
Y es que Sergio Ramírez sabe contagiar el placer de la lectura y lo que es mejor, consigue inocular el germen de la escritura, tal y como me ocurre en este caso, pues en pleno lunes de carnaval en el pueblo de Las Tablas, cuna de los mejores carnavales de Panamá, donde hay pocas personas sobrias, me siento enfermo del deseo de escribir…, padezco una fiebre incurable que solo se apacigua dejando fluir las palabras en el teclado de mi computadora.
La escritura es, para efectos de esta disquisición, una especie de mal ineludible y sin remedio, del cual solo se puede intentar sobrevivir escribiendo.
Cuando todos mis coterráneos se divierten en la fiesta de carnaval comienzo a releer la obra Cuando todos hablamos, conjunto de artículos de tema diverso, los cuales aparecieron y continúan apareciendo en el blog de Ramírez, nominado El boomerang, con lo cual queda abierta inmediatamente la invitación a su lectura.
En Mentiras verdaderas, Ramírez nos habla de las recetas de cocina, de lo que hace el escritor a la hora de materializar su oficio, el cual compara con la actividad del cocinero que sirve el rico plato sin permitir que los comensales se enteren de los secretos de elaboración del mismo: en literatura como en cocina, que la gente deleite su paladar, pero que no se entere del arcano que dota el plato de un distintivo sabor.
Una de las características de este autor (chef de la palabra) es que no tiene reparos en que el comensal, quise decir el lector, tenga la oportunidad de conocer hasta el más mínimo aderezo que ornamenta el plato literario, lo cual se advierte igual en Cuando todos hablamos que en Margarita está linda la mar, La fugitiva, cualquiera de sus cuentos o Flores oscuras.
Con justificada razón el panameño Erasto Espino Barahona, fundamentado en El placer del texto de Roland Barthes (1973), explica que en el proceso de la lectura se identifican tres momentos singulares: Eros, (amor) Gaudio, (placer) Avvenimento (encuentro, acontecimiento).
Espino nos señala que, cada uno de estos peldaños en el placer de la lectura se da así: “Lo de eros, sin embargo, recibió un impulso fortísimo con la publicación de El placer del texto (1973) del inolvidable -y polémico- Roland Barthes. Aquí se postula la necesidad de una erótica del texto. «Siempre asoció la actividad intelectual con un goce… ¿Qué otra cosa es para él una idea sino un enrojecimiento del placer?» es una frase que Barthes dice de sí mismo y de su aventura intelectual… Por todo lo anterior, se entiende el gaudio de la lectura. La fiesta, la alegría, el gozo del saber, el descubrimiento que opera el libro en aquél que cruza sus umbrales, … El placer supone la alegría, la alegría implica un acontecimiento. Pero ¿qué es este avvenimento, este suceso que llega de improviso? La respuesta es simple: Lo que acontece es un encuentro.” (ESPINO BARAHONA, 2001)
Hoy, como nunca, he sentido la experiencia de la lectura, no me he quedado en el eros ni en el gaudio, experimento el avvenimento, el acontecimiento que es la necesidad de escribir.
Desde este punto de vista no cabe duda de que el libro de Sergio Ramírez cobra vida a través de la lectura, y es capaz de promover nuevas necesidades –la necesidad de la escritura en este caso–, validando el postulado esgrimido por George Steiner en cuanto a que: “la crítica literaria es un pacto de amor entre el autor y la obre criticada.”
El principal aderezo de cocina de Sergio Ramírez es la cabanga, término lleno de significados, que recibe especial trato en muchos de los artículos que componen Cuando todos hablamos. Este concepto al que la Academia le atribuye marca Costa Rica, se emplea en Nicaragua igualmente que en Panamá: “1. f. C. Rica. Melancolía, tenue tristeza, añoranza, nostalgia.” (REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, 2014)
En Ramírez, observamos una combinación interesante, un aderezo secreto que dota a sus obras de un agridulce sabor que las hace atractivas cabanga con modernidad, lema definido por la Academia así: “2. adj. Que en cualquier tiempo se ha considerado contrapuesto a lo clásico.” (REAL ACADEMIA ESPAÑOLA, 2014) La cabanga es sinónimo de los recuerdos; lo moderno, es testimonio de lo presente y el augurio de lo que está por venir.
Estos dos elementos van a condimentar, por lo menos, las obras de Ramírez que he leído, tanto sus cuentos, como sus novelas, o sus ensayos. Es fácil advertirlo en el prólogo a la obra que comentamos, artículo con el cual, el autor, prologa su propia obra. Comienza por hacer un periplo vital desde su niñez, cuando escribía con plumas fuentes y con lápices de carbón, hasta sus problemas para aprender mecanografía en la escuela secundaria, dificultad que le acarreó como consecuencia la formación de un escritor universal que solamente utiliza sus dedos índices para escribir. Recuerda los artilugios de la primera revista en la que participó, la cual se mimeografiaba (verbo que se pierde y se olvida a pasos agigantados en la noche oscura de los tiempos), recuerda asimismo que los títulos se diseñaban con estilete y, recuerda asimismo la vieja máquina de escribir que utilizó en Alemania, que dicho sea de paso tenía un teclado en inglés como todas las de la época, la cual adulteró la ortografía castellana al carecer de símbolos de cierre para las exclamaciones e interrogaciones o de tildes para las mayúsculas, lo cual tiene sus sustratos en la ortografía de nuestros días de la segunda década del siglo XXI.
Este escenario se contrapone a la actualidad, de la cual somos testigos y advertimos que: “la postmodernidad y sus instrumentos de escritura y de transmisión y difusión de la escritura a través de la red cibernética, están creando también un estilo que desborda el territorio de los escritores en singular, para introducir en el lenguaje corrientes capaces de alterar la prosa y todo su tinglado de sintaxis, prosodia y ortografía.” (RAMÍREZ, Cuando todos hablamos (El boomerang), 2008, pág. 19)
Así, pues, entre sorprendido y esclavo de su realidad el autor nos habla de un rasgo fantasmal de la escritura actual que acaece en un ordenador en el que cobra vida, donde es posible corregir, verificar, rehacer…, aunque todo lo hecho vuelve a un entorno virtual incomprensible cuando se desconecta el aparato, mientras que la escritura antigua se manifestaba en el papel: “el cual uno manosea, abraza y llega a querer” como dijera el peruano Mario Vargas Llosa en el IV Congreso de la Lengua celebrado en la ciudad de Panamá en el mes de octubre del año 2013.
Ahora bien, la cabanga como aderezo del plato literario de Sergio Ramírez no es algo realmente novedoso, si tomamos en cuenta que el colombiano Gabriel García Márquez (1927-2014) fundamentó su obra literaria en la soledad de América Latina, cristalizada en su universal obra Cien años de soledad, en la cual los muertos aparecen como en las obras del mexicano Juan Rulfo, a la par de que José Arcadio Buendía vivía en el mundo ilusorio de la ciencia que le permitió descubrir –cuatro siglos después que todo el mundo lo sabía– que el mundo es redondo como una naranja. Y cuando lo cuestionaron sobre sus intentos fallidos de interpretar los secretos de la eterna juventud de Melquiades (a causa del uso de una dentadura postiza) o de tratar de transmutar cualquier cosa en oro, sueño de la alquimia, víctima de su propia realidad tuvo que exclamar su amarga frase: “porque estoy loco.”
Ahora bien, no queremos decir que el guiso del plato literario de Ramírez se sustenta en la cabanga y en la modernidad; en la soledad y en la búsqueda. Es un chef capaz de preparar un plato en cualquier condición; es decir, con los ingredientes con que cuente en una situación específica.
En este aspecto, es llamativo el artículo dedicado a Maladrón, un hecho que para la mayoría pasaría desapercibido, no así para los avezados ojos del escritor nicaragüense quien advierte un detalle propio de las mil leyendas sobre los santos y su participación en todos los conflictos entre españoles e indígenas, pues el ejército celestial en pluralidad de artilugios eclesiales, sabe ponerse del lado de quien le conviene. Así, a manera de ejemplo, el apóstol Santiago y la virgen María descienden de su morada celeste para ponerse del lado de los españoles en México, mientras que la gallega Santa Librada, lucha del lado de los lugareños, contra los españoles, en Panamá. No quiero adentrarme en situaciones hagiográficas ni polemizar, solo esbozo las creencias populares.
Maladrón no es más que aquel ladrón que no se arrepintió ni siquiera en la cruz, al lado de Jesucristo. El buen ladrón pidió perdón por sus pecados, lo que le otorgó la gran ventaja de la promesa del paraíso el mismo día nada menos que junto a Jesucristo, aunque el malo se mantuvo en su maldita convicción. Resulta que el templo católico de Masaya, Nicaragua, fue obsequiado con las tres imágenes de la crucifixión: Jesucristo entre los dos ladrones: Dimas y Gestas.
No obstante, como en la fe de la gente nadie se puede meter, pronto la imagen de Dimas tuvo sus adoradores, entre personas que pedían con fe que algún pariente saliera de la cárcel, etc. Esto causó mala impresión en el cura, quien prohibió que se adorara la imagen o que se le hicieran óbolos de ningún tipo.
Sin embargo, las polillas que en Panamá son “seres sumamente intelectuales” según Rogelio Sinán, pues se alimentan en las bibliotecas de los libros que nadie lee, en Nicaragua tuvieron una importante contribución en el culto a Maladrón. Hicieron un hueco en uno de los costados de la estatua, el cual fue encontrado por los fieles que echaban por allí sus donaciones; los abejorros, fieles colaboradores, entraban por el mismo agujero haciendo un sonido peculiar que llevó a los fieles a estimar que la estatua quería hablar. El cura pronto encontró las claves del secreto y mandó a restaurar la imagen con el dinero encontrado. Las polillas, no obstante, sin fe religiosa de ningún tipo continuaron deteriorando la imagen de Cristo y de Dimas, las cuales no fueron restauradas y, por ende, desaparecieron ante la voracidad de estos devoradores. El mensaje, según Ramírez, no puede ser más explícito y, por qué no, un interesante leit motiv para un relato literario: “no hizo sino confirmar las certezas que tengo sobre este país tan desgraciado en el que son los ladrones sin redención, los malandrines y corruptos, y los que lavan dinero, quienes siempre quedan indemnes y gozosos.” (RAMÍREZ, Cuando todos hablamos (El boomerang), 2008, pág. 39)
Cuando todos hablamos de Sergio Ramírez es una experiencia rica y enriquecedora, donde se mezclan el amor, el placer y el advenimiento de nuevos lectores y nuevas lecturas y de ellas (cuales actos amorosos) surgirán nuevos textos y, por qué no, nuevos libros. Esta lectura, parafraseando al autor, mutila todo intento de egoísmo, genera un placer indescriptible que me incita a invitarlos a realizarla, con la convicción de que quien no la ha hecho se está perdiendo algo bueno en su vida.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA
ESPINO BARAHONA, E. (2001). http://www.ucm.es/info/especulo/numero17/eros.html. Recuperado el 17 de febrero de 2014, de Eros, Gaudio, Avenimento o la experiencia de la lectura.RAMÍREZ, S. (2001). Mentiras verdaderas. México: Alfagurara.
RAMÍREZ, S. (2004). El viejo arte de mentir. México: Fondo de la cultura económica.
RAMÍREZ, S. (2008). Cuando todos hablamos (El boomerang). Madrid: Alfagura.
RAMÍREZ, S. (2012). La manzana de oro. Madrid: Editorial Iberoamericana Vervuert.
RAMÍREZ, S. (2013). Discurso en el sexto congreso internacional de la lengua española.
Discurso en el sexto congreso internacional de la lengua española. Panamá.
REAL ACADEMIA ESPAÑOLA. (Octubre de 2014). Diccionario de la lengua española. Madrid, Madrid, España.
Nacido en Peña Blanca de Las Tablas (Panamá) el 24 de octubre de 1965. En la Universidad de Panamá obtiene los títulos de Licenciado en Humanidades con Especialización en Español (1991); Profesor de Segunda Enseñanza con Especialización en Español (1991); Magister en Literatura Hispanoamericana (1997). En la Universidad Interamericana de Educación a Distancia de Panamá, luego, obtiene el título de Especialista en Docencia Universitaria. En 2005, becado por la Fundación Carolina alcanza el título de Maestría en Lexicografía Hispánica en la Real Academia Española (Madrid, España). Investigador consagrado. Ha dedicado gran parte de su labor profesional a la investigación de las Literaturas Hispanoamericanas, y Panameña, temas sobre los cuales ha dictado conferencias y seminarios; además ha publicado ensayos sobre estos temas en las Revistas Maga y Lotería y en los diarios La Presa, Crítica Libre, El Panamá América, Universidad y La Estrella de Panamá. En la actualidad trabaja como Profesor de Español en el I.P.T. de Azuero en la Heroica Villa de Los Santos y en la Sede Universitaria de Los Santos. Ha servido los cursos de Poesía Panameña Neoclásica Romántica y Modernista y Poesía Panameña Vanguardista y Postvanguardista en el Postgrado de Literatura Panameña dictado por la Universidad de Panamá en la Sede de Veraguas, donde actualmente dicta el curso de Literatura de los Conquistadores en la Maestría en Literatura Hispanoamericana que dicta Nuestra Máxima Casa de Estudios en dicha Sede. En 2003, gana el Premio Nacional de Literatura Ricardo Miró, sección ensayo, con la obra: Esperanza o Realidad: Fronteras de la Identidad Panameña. Ha publicado Cien años de literatura en Los Santos (Edición Nexo Universitario, Panamá, 2003), Esperanza o realidad: fronteras de la identidad panameña (Editorial Mariano Arosemena - INAC-, Panamá, 2003).