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Theo Angelopoulos: La contundencia de la estética

1 abril, 2012

Alguien dijo por ahí que todo lo importante que ha dicho el hombre lo dijo en griego. No me interesa discutir tal aseveración, pero si siento decir que para este cronista, lo más rotundamente bello que se ha filmado, se ha filmado en griego y lo ha filmado Theo Angelopoulos.


Cada uno de sus films es muestra contundente de que el realizador griego se ha ganado un lugar fundamental en la historia del cine, trabajando siempre al límite la denuncia social, la historia como alegoría y la más exquisita estética que parece emparentarlo con los grandes maestros de la pintura. Cada fotograma de cada una de sus películas es al tiempo bello y contundente. Lo estético no fue para él una opción preciosista sino un destino irrenunciable.

Nacido en Atenas en abril de 1935 y muerto en un extraño accidente de tránsito el 24 de enero último, al ser atropellado por la moto de un policía de civil en el barrio Kératsini, en las ardientes calles de una Grecia al borde del estallido social. El gran maestro griego buscaba locaciones para su nueva película El otro mar, film que giraría en torno al tema siempre actual de la inmigración ilegal, a través de la historia de un hombre de negocios que se involucra en política. Este “criminal intelectual”, en palabras del propio Angelopoulos, es uno de los responsables del tráfico de inmigrantes que van desde Macedonia y Albania hasta Italia, pasando por Grecia. Además, la cinta ilustraría el impacto de la crisis en la sociedad griega actual, a través de la relación del político con su hija, una actriz que está intentando montar la obra de Bertolt Brecht La ópera de los tres centavos en una fábrica en la cual trabajan muchos inmigrantes ilegales. El reparto contaría con la presencia de Christos Loulis, Dimitris Piatas y Errikos Litsis.

Angelopoulos murió debido a las numerosas hemorragias internas y lesiones cerebrales, cuando lo ingresaban a un centro médico.

Su infancia fue marcada por la invasión nazi en 1940 y la larga guerra civil que se extendió desde 1941 a 1950; quizás aquellos movimientos de tropas que el pequeño Theo había visto transitar por las calles de Atenas, sean los mismos que el gran Angelopoulos reproduce en sus monumentales movimientos de masas de varios de sus films.

Después de haber estudiado derecho entre 1953 y 1957 y de cumplir con el servicio militar, se radica en París, para estudiar en el Institut des hautes études cinématographiques  (IDHEC), y hará varios seminarios en la Sorbona, nada menos que con el padre de la antropología moderna Claude Lévi-Strauss. Manteniéndose mediante toda clase de trabajos, volverá a Grecia en 1963, tras ser expulsado de la IDHEC por  “inconformista».

De regreso en su ciudad intentará dirigir un thriller  Negro y blanco, pero el proyecto naufraga por falta de fondos. Comienza entonces a ejercer la crítica cinematográfica en el diario Dimokratiki Allaghi hasta que es clausurado por izquierdista, tras el golpe de 21 de abril de 1967, cuando se instala la dictadura de los Coroneles.

En 1965, había intentado realizar Forminx Story, sobre un grupo de rock griego del mismo nombre, con el fin de promocionar una gira que realizaría por los Estados Unidos, pero al ser cancelada la gira, también fracasa la producción.

Su primer film terminado sería el corto de 23 minutos titulado Ekpombi (1968), que ganaría el premio de la Crítica en el Festival de Cine de Tesalónica. El film narra la experiencia de un grupo de periodistas radiales que buscan por las calles de Atenas al “hombre perfecto” para premiarlo en su programa.

En 1970 logra concretar su primer largometraje, Reconstrucción,(Anaparastasis), un drama basado en hechos reales sobre el asesinato de un trabajador griego, que retorna a su país luego de una larga estadía laboral en Alemania. Su esposa Eleni y el amante de ella, Christos, tras ser descubiertos deberán hacer la reconstrucción del crimen. Reconstrucción fue premiada en los festivales de Tesalónica y Hyères.

En 1972 realiza  Días del 36 (Meres Tou ’36), donde Angelopoulos denuncia la convivencia entre política y hampa, en este caso durante la turbulenta dictadura del general Ioannis Metaxás, iniciada el cuatro de agosto de 1936 y  derrocada en 1941. Días del 36 narra el contubernio entre un policía corrupto, ex traficante, acusado de asesinar a un sindicalista y un político conservador con quien mantiene oscuras relaciones para-políticas. Con este filme Angelopoulos inicia la trilogía histórica, cuya segunda parte será El viaje de los comediantes (O Thyasos) de 1975, un film de largo aliento que dura casi cuatro horas donde relata las peripecias de una compañía teatral itinerante en gira por el interior de Grecia, presentando Golfo, la pastora, obra que simboliza la cultura y tradiciones griegas.

El film transcurre desde el final de los años treinta hasta las elecciones de 1952. El tránsito por los pequeños pueblos y ciudades coincide con el andar de Grecia, la influencia fascista anterior a la guerra, la invasión italiana, la ocupación nazi,  la guerra civil entre los monárquicos y la izquierda, hasta la presencia y el predominio de Inglaterra y los Estados Unidos en la sociedad y la política del país.

La compañía teatral no deja de ser una metáfora de la propia Grecia, incluso entre los actores existen profundas diferencias ideológicas.

Este film representó para Theo Angelopoulos su reconocimiento entre los grandes realizadores de Europa. De los muchos premios conseguidos mencionaremos solo el International Film Critics Award (FIPRESCI) en el Festival de Cannes (1975), y ser considerada en 1976 una de las mejores películas de la historia del cine por FIPRESCI y la mejor película del decenio 1970-1980, por la Italian Film Critics Association.

En 1977, finaliza esta trilogía con Los cazadores (Oi Kynigoi), otro serio cuestionamiento a la sociedad griega y especialmente a su burguesía, metaforizada en una partida de cazadores que descubren el cuerpo incorrupto de un partisano, muerto treinta años antes en la montaña. Al ser interrogado por las autoridades, cada uno de ellos dejará ver sus temores, sus culpas y sus traiciones.

En 1980, Angelopoulos vuelve a asombrar al mundo del cine con una obra sublime Alejandro el Grande (O Megalexandros)  donde usa la historia de un legendario bandido macedonio del siglo XIX, que es liberado por sus camaradas de la prisión la noche del 31 de diciembre de 1899.  A partir de allí, este líder cometerá una serie de crímenes e injusticias contra su propia gente que lo irán encerrando cada vez más en sí mismo, alejándolo de sus hombres hasta el punto de convertirse casi en un extraño que comienza a creerse la reencarnación de Alejandro Magno. Feroz alegoría sobre el culto a la personalidad y el distanciamiento de la política de los pueblos.

Con este film obtendrá el León de Oro y Premio de la crítica internacional (FIPRESCI), en el Festival de Cine de Venecia en 1980.

En 1983 rodará para la televisión un mediometraje  documental Atenas, retorno al Acrópolis  (Athina, epistrofi stin Akropoli), una coproducción Greco-Italiana; Hellenic Radio & Television (ERT) / Trans World Film.

Retornará al cine en 1984 con Viaje a Cyithera (Taxidi sta Kithira), primera parte de su segundo tríptico llamado Trilogía del Silencio, un trío de films de gran talla humana donde la introspección de sus protagonistas va a lo medular del ser humano.

El film narra el regreso de  Spyros, un anciano militante comunista, que ha pasado los últimos treinta años en la Unión Soviética. El retorno a su tierra para visitar a sus amigos y familiares en Cythera, isla donde según la leyenda nació Venus. Este retorno le servirá a Angelopoulos para reflexionar sobre el recuerdo y la nostalgia, sin soslayar el conflicto político y el desencuentro entre la propia familia. El film ganó la Palma de Oro en Cannes al mejor guión en 1984 y a mejor película por el jurado de FIPRESCI.

En 1986, con el protagonismo de Marcelo Mastroianni, filma El Apicultor (O Melissohomos), segunda parte de la Trilogía del Silencio. La narración se centra en un maestro que abandona su oficio para dedicarse a la cría de abejas, trabajo ancestral en su familia. El apicultor, es un ser reconcentrado al que todo lo que lo rodea parece signado por la agonía; incluso la boda con que se abre el film, tiene mucho más de duelo que de alegría. El parece cargar el peso metafísico de quién sabe que no hay esperanzas.

Con Paisaje en la niebla (1988), finaliza su segunda trilogía (Topio stin omichli). En este caso, el genial director griego no indaga sobre el retorno sino sobre la ida, o huida podríamos decir. Dos hermanos, Voula y Alexandro, escapan rumbo a Alemania en búsqueda de un padre espectral, desconocido, sin siquiera la certeza que se encuentre allí. Cambiando de trenes pretenderán llegar a ese remoto país, tan remoto como ese padre. Ambos hermanos se irán cruzando con diferentes historias y diferentes situaciones que les enseñaran sobre la dicotomía esencial del ser humano, lo bueno y la malo. Con este film consigue el León de Plata en el Festival de Venecia de 1988,  galardón otorgado por “La Mostra” al mejor director.

En el norte de Grecia, junto a la frontera con Albania, existe un sitio que se ha dado a llamar “la sala de espera”, un campo de refugiados de Europa del este y Asía central, una torre de Babel en las profundidades del olvido, donde estos viajeros de paso suspendido, esperan la posibilidad de viajar a países de occidente en un caos que solo parece anticipar lo que sucedería en la realidad unos años después. Hasta ese lugar llega un periodista para realizar un reportaje, cuando cree encontrar a un político griego desaparecido una década atrás. De esto trata El paso suspendido de la cigüeña (To Meteoro Vima tou Pelargou) de 1991, quizás uno de los films más desconocidos e íntimos del realizador griego.

En 1995, Theo Angelopoulos ya ocupaba un lugar relevante en la historia del cine, con docenas de premios en los festivales más importantes del mundo. Su obra era recibida con unción por los críticos y los cinéfilos de cada ciudad a las que llegaban sus películas, pero sin duda Angelopoulos era un secreto, un maravilloso secreto, desconocido por el gran público. Con el estreno mundial de La Mirada de Ulises, dejaría de ser un director de culto, para pasar a ser considerado, en talento y popularidad, a la altura de Bergman, Mijalkov o Antonioni. Con este film consiguió el Gran Premio y Premio FIPRESCI en el Festival de Cannes 1995  y el  Premio Félix de la Crítica a la Película del mismo año.

La Mirada de Ulises, (To Vlemma tou Odyssea) cuenta sobre un hombre, que después de treinta y cinco años regresa a los Balcanes en busca de tres bobinas de película pérdidas desde hace décadas. El materia,l de 1905, son los primeros trabajos de los hermanos Yannakis y Miltos Manakis, fundadores de la cinematografía griega. Harvey Keitel, protagonista del film al que solo conoceremos como A, se embarca en un viaje que lo llevará a atravesar los países balcánicos en plena guerra. De a poco iremos develando los motivos personales que incitan esa búsqueda. El itinerario, es un viaje al fin de la utopía, en una geografía congelada y agresiva en los finales del siglo XX. Sin dudas Angelopoulos, lo pensó como un viaje definitivo hacia el fin de un modo de ser y de pensar que se proyectó a lo largo de casi todo el siglo XX y que desemboca en una guerra de las que se pensaba no volverían a suceder.  Angelopoulos deja en claro cuál es su mirada frente a esos sucesos. Una mirada desesperanzadora, un viaje sin retorno.

Dejará pasar varios años para su siguiente realización, La eternidad y un día (Mia aioniotita kai mia mera), con el actor alemán Bruno Ganz, quien protagoniza a Alexander, un poeta al que le quedan unos pocos días de vida. El poeta hará un recorrido por su propia vida, de la que siempre se ha sentido un extraño. Viejas cartas de su mujer muerta le harán conocer cuánto ella lo había amado, mientras él solo se ocupaba de su oficio literario.

A horas de su muerte, Alexander conoce a un niño albanés indocumentado que es acosado por las mafias y la policía. El niño será la gran excusa para tomar los compromisos que nunca quiso asumir, pero ya es irremediablemente tarde.

La hondura dramática del film le hizo conseguir en el Festival de Cannes la Palma de Oro y Premio del Jurado Ecuménico en 1998.

A partir de su siguiente film, el prodigioso Eleni, (2004) podríamos decir que Angelopoulos ya no hace otra cosa que cine en sí mismo. La contundencia de cada una de sus imágenes hace difícil seguir el texto. La belleza desborda desde el primer fotograma. Angelopoulos construye un universo estético del que es imposible abstraerse.

En 1919, el Ejército Rojo toma la ciudad de Odesa, algunos ciudadanos griegos que vivían en esa ciudad regresan como refugiados a Salónica, donde comienzan a levantar un caserío junto a un río. Eleni, es una huérfana que es recibida por la familia de Alexis. Ambos crecen juntos y se enamoran, pero la vida se convertirá en un martirio constante. El padre adoptivo pretende casarse con ella y los enamorados deberán huir en un largo y tortuoso viaje.

Con Eleni, Angelopoulos había iniciado una tercera trilogía que nos iba a trasladar a lo largo del siglo XX; su segunda parte sería un recorrido por el tercio central del siglo, ambientado en Rusia, Austria, Italia, terminando en  la frontera entre Estados Unidos y Canadá. El último capítulo de esta saga transcurriría al final del siglo XX, íntegramente en la ciudad de Nueva York.

El polvo del tiempo (I Skoni Tou Chronou) de 2008, con un elenco multiestelar con: Willem Dafoe, Michel Piccoli, Irène Jacob y Bruno Ganz, sería finalmente la última producción de este artista inconmensurable y la segunda parte del panorama histórico del siglo XX. Un director llamado simplemente A, filma la vida de sus padres, Spyros  y Eleni. (Nótese como los nombres de los personajes se han repetido a lo largo de su films, como un mensaje encriptado, una firma disimulada). Una dramática historia de amor llena de ausencias y postergaciones atravesada por muchos de los conflictos del siglo pasado. Desde la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Civil griega, el estalinismo,  la Guerra de Vietnam y la caída del Muro de Berlín. Un film de largo aliento magistralmente rodado en un mundo complejo e interconectado, que escapa al estilo casi bucólico de sus films anteriores.

La extensión, calidad y profundidad de la obra de Angelopoulos, hacen imposible un análisis ligero como el realizado hasta aquí. Theo Angelopoulos, que ha dado al plano secuencia, entre otras técnicas cinematográficas, una reinterpretación estilística, es sin duda uno de los grandes artistas de nuestro tiempo y como tal hay que zambullirse en su obra para gozar de su inconmensurable talento.

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Buenos Aires, Argentina, 1955.
Escritor, periodista y crítico de cine, especializado en problemáticas (violencia social, política, migraciones, narcotráfico) y cultura latinoamericana (cine, literatura y plástica).

Ejerce la crítica cinematográfica en diferentes medios de Argentina, Latinoamérica y Europa. Ha colaborado con diversas publicaciones, radios y revistas digitales, comoArchipiélago (México), A Plena Voz(Venezuela), Rampa (Colombia),Zoom (Argentina), Le Jouet Enragé (Francia), Ziehender Stern(Austria), Rayentru (Chile), el programa Condenados al éxito en Radio Corporativa de Buenos Aires, la publicaciónCírculo (EE.UU.) y oLateinamerikanisches Kulturmagazin (Austria).

Realiza y coordina talleres literarios y seminarios. Es responsable de la programación del ciclo de cine latinoamericano "Latinoamericano en el centro" , uno de los más importantes del país, que se realiza en el Centro Cultural de la Cooperación de Buenos Aires.

Ha publicado la colección de cuentos El Guerrero y el Espejo(1990), la novela Señal de Ausencia(1993) y La guerra de la sed (2009),con prólogo de Sergio Ramírez.

Es colaborador de la sección de "Cine" de Carátula.