Homenaje: Murió la pintura

Este era un hombre que pintaba 10 horas diarias y que siguió pintando hasta el último día de su vida. Jamás hubo tregua. Fue un combate entre dos amantes entregados el uno al otro: Morales y la pintura. La pintura y Morales.

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Murió la pintura. Con esa patraña andábamos en los 80. Murió la pintura, proclamábamos tardíamente de hecho. Era un afán de fin que buscábamos. Supongo. Un nuevo comienzo. Como la revolución misma. Lo recordé sin querer leyendo los obituarios cargados de cursilerías dedicados al pintor Armando Morales. El mejor pintor de todos los tiempos- decía una de las notas. O sea desde las cuevas de Chauvet (35.000 a.n.e.) hasta que los yanquis o los iraníes decidan agarrarse a ver quién la tiene más grande. Quiero decir hasta el fin de los tiempos. Una cruz muy pesada que ni Picasso pudo, a pesar de que trato, cargar. A cirineos apenas Vermeer,  Velásquez, Piero, que no trataron. Quizás Massacio. Apenas. O sea mucha lápida gratuita para el difunto. Sin embargo la grandeza del pintor es inobjetable. Fue uno de los grandes de Latinoamérica. El más grande (hasta la fecha) de Nicaragua. Porque sí fue un pintor nicaragüense a pesar de no vivir acá nunca.  De hecho fue y seguirá siendo una cruz sobre la pintura nicaragüense. Sobre el resto de la pintura nicaragüense. Casi.  En los 60’s todos quisieron imitarlo. Irse a Nueva York, agarrar el ride con Gómez Sicre, conquistar Niu York y claro el mercado y la fama. Salir en Vanidades. Fue imposible. En los 70, 80, 90, 00, 10 siguieron y siguen queriendo imitarlo. Esta vez la nota es pintar como el viejo con la esperanza gratuita de vender como el viejo. La vieja: eso es imposible. La técnica de Morales es una refinada a través de décadas de alambique. Una técnica clásica y renacentista puesta al servicio de la modernidad latinoamericana. Suena fácil pero no hay nada. Mejor sería que busquen otro palo en que ahorcarse los pintores nicaragüenses y centroamericanos. (Este es un árbol solo que no deja ni dejará ver el bosque por un buen round.)  Mejor que lo envidien pero que lo dejen de copiar. Caterva de mediocres – los llamó en una de sus visitas a Nicaragua. Al resto de pintores nicaragüenses. Afirmación gratuita, que nosotros respondimos en Artimaña con un textito irredento de David Ocón. Afirmación gratuita y sin conocimiento (el hombre no sabía nada de pintura nicaragüense más allá de Peñalba) que sin embargo era una llamada de alerta a la pintura nicaragüense atascada en la decoración y la complacencia. Nadie lo escuchó. Ni los viejos ni los jóvenes. Morales se fue y dejó un estándar difícil de igualar. El reto es magnífico para la pintura nacional. Seamos chauvinistas. Este era un hombre que pintaba 10 horas diarias y que siguió pintando hasta el último día de su vida. Jamás hubo tregua. Fue un combate entre dos amantes entregados el uno al otro: Morales y la pintura. La pintura y Morales.